PAULA
No hay nada peor que un
llamado telefónico cuando estas manejando, claro, ustedes deben
pensar que es una bobada atender el celular, pero no, para mí no.
Últimamente todo se estaba poniendo difícil con respecto al
problemita este “conducir con precaución”. Estábamos llegando
al punto de que temía por mi vida y por la vida de las personas que
pasaban cerca de mi auto. Fue ahí cuando hice una maniobra rápida
que por suerte salió bien y atendí el celular. Era Luna, que
exactamente quería que pasara por un estudio fotográfico para
solicitar unos presupuestos. Acepté, claro, era trabajo, pero digamos
que lo menos que quería hacer ahora era caminar, hacía un calor
impresionante. Paré en un kiosco
a comprar un Coca-cola.
Cuando abrí la puerta del auto el calor me paralizó y enseguida me
hizo doler la cabeza.
Entré al negocio, tenía
mínimo 5 personas adelante. Y al rato se fueron sumando algunas
detrás de mí. Cada minuto observaba el reloj, nerviosa. Luna había
sido clara, a las dos tenía que estar en el estudio, ya tenía una
cita programada y ahora eran las dos menos cinco. Necesitaba comprar
una bebida, la cabeza me daba vueltas, estaba realmente mareada, noté
como un chico me miraba, seguramente preocupado por mi estado,
enseguida se dio vuelta porque era su turno. Yo estaba detrás de él,
así que me alivié al saber que ya me atenderían. El chico se fue,
serio y con una botella de agua que, al parecer no era de su agrado.
Pedí mi refresco, pagué y salí casi corriendo de allí adentro,
pero cuando llegué a la vereda sentí que estaba a punto de
desmayarme, hasta el punto que tuve que sostenerme de la pared. De
repente sentí como la botella ya abierta se resbalaba de mi mano.La
miré, traté de agarrarla pero fue peor, quedé bañada en
coca-cola. Alguien se
acercó a mí, levanté un poco la cabeza y lo vi a él; el chico que
no estaba a gusto con su agua, me ayudó a sentarme en un banco.
Obviamente le agradecí. Me pareció muy bueno de su parte. Resultó
que el muchacho trabajaba en el estudio fotográfico al que me
dirigía, así que me tranquilicé al saber que no tendría ningún
tipo de problema por mi llegada tarde o, al menos eso pensaba. Me
ofrecí a llevarlo hasta el estudio. Él aceptó ya que no tenía
auto y allí tuve que volver a empezar y analizar cada acción que
hacía para arrancar el auto. Notaba como él me miraba sorprendido,
le conté que para mí era difícil y bromeamos sobre si era seguro
viajar conmigo. Él era agradable, tierno y muy lindo, ¿Qué puedo
decirles? Su mirada prendía fuego, era intensa. Cruzamos miradas
unas veces y enseguida sentí algo en mi interior, algo extraño.Por
fin me dijo su nombre, Pedro Alfonso.
Llegamos al estudio,
bajamos del auto y entramos a una oficina. Estaba todo bastante
ordenado y limpio. Miré a mí alrededor, había muchas fotografías,
tanto de modelos como de objetos, casas, paisajes etc. Un chico se
acercó a mí y me saludó.
-Vos debes ser Paula
Chaves, ¿no?
-Sí-contesté.
-Encantado, soy Lucas,
vení, tomá asiento por acá-me dijo indicándome una mesa larga. Me
senté, seguí mirando esas fotos maravillosas que estaban decorando
todo el lugar. Lucas se fue un minuto de lo oficina y quedé sola con
Pedro. Él me miraba, podía sentirlo, sin embargo yo seguía
contemplando las imágenes.
-¿Te gustan?-me preguntó.
-Son hermosas-dije sin
dejar de observarlas.
Nuestras miradas se
conectaron otra vez, hasta que la puerta se abrió, era Lucas
nuevamente.
-Bueno Paula, hable con
Luna por el book fotográfico que quieren hacer para su marca. Acá
están los presupuestos, dependiendo de la cantidad de fotos que su
empresa quiera-me dijo mostrándome una lista de precios.
-Creo que con 100 fotos
está bien.-dije
-Bueno, ¿quedamos con 100
fotos?- Asentí.
Hablamos un rato de la
campaña de fotos hasta que llegó la hora de irme. Dejé todos mis
datos en la agencia y me fui para mi trabajo. Al llegar estaba Luna
hablando por teléfono, me hizo algunas señas que realmente no
entendí. Ella puso su cara de superada y yo me fui a mi oficina.
Seguía pensando en Pedro, había algo en él que no me dejaba
sacarlo de mis pensamientos, hasta que Luna irrumpió en mi oficina.
-¿Por qué es esa
sonrisa?- me dijo sonriendo.
-Por nada- cambié de tema
totalmente.- Fui a la agencia, ya está todo arreglado.
Luna sonrió y me dejó
sola nuevamente.
Prendí la computadora.
Enseguida me topé con la foto que tenía de fondo de pantalla, toda
mi familia unida, mis abuelos, mis tíos, todos. Como extrañaba
estar así, todos juntos y felices sin importar nada, con una sonrisa
en el rostro aunque estuviéramos pasando el peor momento.
Empecé a diseñar algunos
vestidos, nada fuera de lo normal. En este momento tenía cero
inspiración.
Estaba arrepentida,
arrepentida de no haberle pedido el celular a ese chico.Quería
volver a verlo.
Por suerte el día se hizo
corto, salí del trabajo a las cinco y cuarto. Pasé por el
supermercado, hice algunas compras para la casa y me fui. Al llegar,
preparé mi clásica merienda de siempre y me senté al lado de la
ventana, otra vez a ver la gente pasar; esta vez con un ventilador al
lado. No pasaba mucha gente, solo algunas personas paseando a sus
perros, pero casi ni resistían el sol, todos con sombreros, con
botellas de agua o con abanicos. Tomé mi primer sorbo de café con
leche, nada mal, mordí una tostada y seguí con mi análisis. De
repente lo vi pasar, era él, Pedro, pero ¿qué hacía pasando por
acá? Dejé la taza y las tostadas en la mesa y salí a la puerta.
-¿Pedro?-dije. Al
instante el giró la cabeza y sonrió, si era él.Se acercó a mí y
me saludó con un beso en la mejilla.- ¿Qué haces por acá?-dije
sorprendida.
-Vivo acá a la vuelta,
¿esta es tu casa?-dijo observándola.
-Sí, ¿queres pasar?
–dije sonriendo.
-¿No es mucha molestia?
–agregó.
-No, tranquilo, vení,
pasá.
Noté como el observaba la
casa, cada rincón, no puedo negar que me sentí un poco incómoda en
ese momento, pero bueno, no lo iba a echar por mis caprichos. Tomó
asiento en el sillón, yo hice lo mismo y le ofrecí algo para tomar,
a lo que me respondió:
-No, no te preocupes,
estoy bien.
Continué tomando mi café
con leche y mis tostadas, él me contó algunos detalles de su vida y
yo de la mía.Me sorprendió que tuviéramos tantas cosas en común.
Me contó sobre el fallecimiento de su madre y lo que le estaba
costando superarlo. Pedro era una persona diferente, casi ni lo
conocía, pero me daba cuenta de que él era especial, tenía una
mirada profunda, poderosa y yo lo analizaba como lo hacía con esas
personas que veía pasar por la calle, pero de una manera diferente.
Su vida parecía complicada, se sentía solo, se notaba una cierta
tristeza en su rostro y por un momento me di cuenta que yo me sentía
igual que él. Sola.
PEDRO
Estaba sentado en el
living de Paula, en su casa, en su sillón. Todavía no sabía cómo
había llegado hasta aquí.Solo sabía que la tenía frente a mí,
hablándome de su vida como si yo fuera su amigo de siempre. Ella me
escuchaba, me prestaba atención, se interesaba por mí. Luego de una
charla intensa miré el reloj que estaba ubicado en un mueble. Ella
se levantó para llevar su taza de café con leche a la cocina y
algunas miguitas de tostadas que había dejado caer sobre el mantel.
Yo me levanté detrás de ella y me quedé mirando las fotografías
que adornaban el ambiente. Tomé una que, especialmente me llamó la
atención. Era una fotografía perfecta, tal vez la que siempre
imaginé o soñé capturar. Sentí su respiración detrás de mí,
noté su presencia.
-¿Quiénes son?- le dije
sin sacar la vista de la foto.
-Es toda mi familia, creo
que es la única foto que tengo con todos ellos-respondió.
-Es preciosa-dije. Noté
como ella bajaba su cabeza.- ¿Pasa algo?
-Nada, la foto… la
situación, todo… extraño esos momentos.
-Perdóname, no sabía que
te pondría así.
-No te preocupes.
Sonó el timbre. Eran ocho
y media de la noche. Ella se acercó a la ventana para ver quién
era.Noté cierta preocupación en su rostro. Me miró, señaló la
cocina y me dijo que la esperara unos minutos allí, si no me
molestaba. Le hice caso y me dirigí hacia la misma. Me
quedé pensando en ella, en lo hermosa que era, hasta que estos
pensamientos se interrumpieron al escucharque dos personas discutían
eufóricamente. Me quedé escuchando, era la voz de Paula y de un
hombre. Obviamente no iba a salir a ver qué pasaba, iba a quedar
como un desubicado. En ese momento el hombre empezó a subir el tono
de voz y sentí como Paula le pedía casi a gritos que la soltara.No
pude evitar salir inmediatamente de la cocina para ver lo que
ocurría, enseguida me encontré con una situación totalmente
diferente a la que estaba viviendo hacía unos minutos.Miré a mí
alrededor buscando a aquel hombre, pero ya no estaba. Solo estaba
ella, sentada en el piso, llorando.
-Paula,
¿qué pasó?-le dije arrodillándome a su lado.
Ella no contestó, solo bajó la cabeza.
-Vení, sentémonos en el sillón.
-Estoy bien-dijo secándose las lágrimas.
-No Paula, no estás bien...perdón, no quise escuchar la discusión, pero fue inevitable. Sentí a un hombre que te gritaba y no pude soportar la idea de que te podría estar haciendo daño.
-Está bien, gracias-me dijo.
-¿Queres hablar?-le dije cuando ya estaba un poco más tranquila.
Ella no contestó, solo bajó la cabeza.
-Vení, sentémonos en el sillón.
-Estoy bien-dijo secándose las lágrimas.
-No Paula, no estás bien...perdón, no quise escuchar la discusión, pero fue inevitable. Sentí a un hombre que te gritaba y no pude soportar la idea de que te podría estar haciendo daño.
-Está bien, gracias-me dijo.
-¿Queres hablar?-le dije cuando ya estaba un poco más tranquila.
Ella
asintió y retomo la charla.
-Era mi ex novio-me dijo.
-Ah
-Es violento, no sé como hice para enamorarme de él.
-¿Te pegó?
-No.Ahora no, solo me agarró fuerte del brazo, pero antes...
La miré esperando que terminara la frase.
-Antes si, me pegaba. Hice la denuncia pero en este país nadie hace nada.
-No lo puedo creer. Ella asintió.
-Sos hermosa hasta llorando-dije.
Me miró y sonrió.
-Gracias, gracias por esto, lo valoro mucho-me dijo.
-No tenés nada que agradecer. Contá conmigo ¿sí?
-Si-me dijo sonriendo.-Bueno, me voy, ¿segura que vas a estar bien?-le dije.
-Si, quedate tranquilo.
-Era mi ex novio-me dijo.
-Ah
-Es violento, no sé como hice para enamorarme de él.
-¿Te pegó?
-No.Ahora no, solo me agarró fuerte del brazo, pero antes...
La miré esperando que terminara la frase.
-Antes si, me pegaba. Hice la denuncia pero en este país nadie hace nada.
-No lo puedo creer. Ella asintió.
-Sos hermosa hasta llorando-dije.
Me miró y sonrió.
-Gracias, gracias por esto, lo valoro mucho-me dijo.
-No tenés nada que agradecer. Contá conmigo ¿sí?
-Si-me dijo sonriendo.-Bueno, me voy, ¿segura que vas a estar bien?-le dije.
-Si, quedate tranquilo.
Me
acompañó hasta la puerta, me dio un beso en la mejilla,
nos sonreímos y me fui para mi apartamento.
Otra
vez rodeado de esa soledad,que ya había vuelto habitual, odiaba mi
vida.
Tomé el folleto del
delivery y pedí una pizza. Al poco rato ya me encontraba en la mesa
comiendo y mirando una serie en la televisión. Mi cabeza estaba en
otro lado. Mis pensamientos iban y venían una y otra vez, pero se
resumían en uno solo. En Paula.¿Qué
estaba pasando? No podía dejar de pensar en su sonrisa, en su mirada
intensa y profunda, en su perfume que quedó impregnado en mi ropa y
en sus gestos al hablar, que demostraban la intensidad de sus
sentimientos y emociones. Su cercanía provocaba en mi cierta
intranquilidad y nerviosismo que no podía comprender.
PAULA
Qué
situación, incómoda y hasta rara a la vez. Me quedé pensando en
él, en Pedro, su forma de hablar, su sonrisa, pero aún seguía sin
conocerlo. Me sentí acompañada y contenida, algo que hacía tiempo
no sentía.
El
tema con Martín, mi ex novio, era complicado. Viví situaciones
totalmente desagradables junto a él. Después de dos años de
noviazgo él empezó a querer controlarme. No me dejaba estar con
amigas, no me dejaba salir de casa y siempre me amenazaba con golpes
e insultos. Luego de estos hechos decidí separarme. La relación no
era saludable y tampoco me hacía feliz. Por suerte hacía mucho
tiempo que no lo veía. Creí que lo había entendido hasta que me
enteré que había aparecido dos veces en la casa de mis padres
buscándome, y hoy lo había vuelto a hacer. Me sequé las últimas
lágrimas, no valía la pena llorar por un fracasado, me levanté del
sillón, fui al baño, me lavé la cara, los dientes y me acosté. No
tenía ganas de comer, no tenía ganas de hacer nada. Despabilada
pensaba en todo lo que había sucedido durante el día, miraba el
techo y me imaginaba mi vida dentro de unos años, con el hombre
perfecto a mi lado, hijos, dos perros, una casa enorme y feliz. Amaba
quedarme imaginando entre la oscuridad pero odiaba estar sola,
extrañaba los gritos de mis hermanos en casa o las peleas de papá y
mamá, extrañaba sentir la presencia de alguien, pero sabía que
vivir sola era un paso muy importante para mi vida, necesitaba
hacerlo, necesitaba avanzar.
Él
seguía entre mis pensamientos, era una sensación rara la que
sentía, algo difícil de explicar.
PEDRO
Ya habían pasado unas
semanas desde que había conocido a Paula, y después de ir a su casa
nunca más nos habíamos comunicado. Ahora me encontraba en un
restaurante solo. Vino el mozo y me trajo la carta para ordenar el
pedido. Algo en ella me llamó la atención, una simple frase que me
hizo recapacitar “Empanadas al mejor precio”. El mismo folleto
con el que se abanicaba Paula aquel día en el kiosco.
Tal vez el destino me avisaba que tenía que ir con ella. Estaba
confundido; algo en mi decía que tenía que llamarla, pero había
otra parte que me decía que era mejor no molestar.
Traté de comer tranquilo,
aunque mi vista siempre estuvo en ese insignificante folleto. Lo
miraba, pero en mi cabeza solo aparecía un nombre… Paula.
Tomé mi celular y marqué
su número telefónico. Su dulce voz apareció del otro lado del
teléfono. Confundida y sin identificar mi voz preguntó quien
hablaba. Le conté casi todo lo que habíamos pasado en el kiosco
para hacerla recordar, ella siempre supo desde el principio quien
era, pero por otra parte yo seguía contándole. Ella se veía
interesada en recordar todo ese día, mientras yo le contaba, notaba
como ella se reía y pronunciaba “ya sé que sos Pedro”. Ambos
quedamos en silencio unos segundos, no encontraba las palabras
adecuadas para decirle que la quería ver. Ella retomó la
conversación preguntando cómo estaba.-Suspiré, tal vez tendría un
poco más de tiempo para pensar como invitarla a salir. Respondí a
su pregunta, seguimos hablando, de que habíamos hecho estos días,
sobre el estado del tiempo y sobre como seguía llevando el tema de
conducir. Hasta que me di cuenta que ya era momento. No lo pensé,
dejé que las palabras fluyeran de mi boca como un manantial que se
desborda.
-Me preguntaba si querrías
hacer algo esta noche…-dije.
Sus palabras retumbaron en
mi cabeza “Perdón, no puedo”. Ahora realmente no sabía que
decirle.
-Mis padres me invitaron a
comer-dijo algo desconforme.
-Está bien, podemos
dejarlo para otro día.
Ella quedó en silencio,
yo no dije nada, no quería interrumpir sus ocurrencias.
-Podes acompañarme si
querés…-dijo al fin.
-¿A lo de tus
padres?-dije sorprendido.
-Sí, ¿Qué problema hay?
-No, ninguno, pero si
querés lo dejamos para otro día Paula, está bien.
-En serio Pedro, vení
conmigo-dijo insistiendo.
-Bueno, ¿pero no molesto?
-No, no te preocupes.
El silencio apareció de
nuevo. El paso siguiente sería que la pasaría a buscar, ¿pero con
qué? Enseguida se me ocurrió un taxi, pero ella interrumpió
diciendo:
-Te paso a buscar a las
nueve, ¿sí?
Suspire y dije que sí.
Me sorprendió que Paula
fuera así, es decir, no es normal invitar a un desconocido a la casa
de tus padres, y como para colmo a cenar. Tenía que pensar todo
bastante rápido. No la conocía bien a ella, pero por sus palabras
parecía que su familia era agradable. Le pasé la dirección de mi
casa a Paula y luego corté la llamada. Otra vez enfoqué mi vista en
ese insignificante folleto, lo tomé, lo doble y me lo guardé en el
bolsillo. Llamé al mozo para que me trajera la cuenta, pagué y me
fui para casa.
Al llegar, lo primero que
hice fue ir hasta mi cuarto y abrir el armario. Saqué un papel
arrugado del bolsillo de una campera y lo leí. Era la cuenta del
banco.
Seis mil dólares. Me
quedé pensando cuando había sido la primera vez que había dejado
caer un billete dentro de aquel sobre. Creo que fue a los 7 años,
siempre fui ahorrativo y ahora se veía el buen resultado. Pensé en
el auto, tal vez lo podría comprar en cuotas, pero ese tema lo iba a
resolver mañana. Ahora tenía que concentrarme en la cena de la
noche. Realmente estaba nervioso, llegue a un punto de
arrepentimiento, estaba arrepentido de haberla llamado, pero después
analizaba todo y me daba cuenta que esto podría llegar a ser un buen
comienzo. No sabía que ponerme, eran las cuatro de la tarde pero las
manos ya me sudaban. Guardé la cuenta del banco en un cajón y me
quedé unos segundos pensando que iba a hacer primero, opté por
bañarme. Al salir me miré al espejo, trataba nuevamente de
encontrar las palabras para cuando la viera. Igual sabía que todo lo
que estaba diciéndole al espejo ahora después me iba a jugar en
contra, me iba a olvidar de la letra y se iban a complicar más las
cosas. Me dejé de tonterías y traté de tranquilizarme un poco.
Abrí el ropero. Mis ojos lo recorrían todo buscando la mejor
vestimenta. Saqué una camisa celeste y un jean, los apoyé sobre la
cama y me quedé contemplándolos. ¿Realmente estaba así por ir a
la casa de sus padres? ¿O estaba así porque la iba a ver a ella?
Creo que era por ambas cosas. Cada unos minutos miraba el reloj,
esperando que las agujas se movieran un poco más lento. Me acosté
en el sillón, mi pelo aún un poco húmedo mojaba el almohadón
donde tenía apoyada la cabeza. No tuve peor idea que cerrar los
ojos.
PAULA
Preferí no comentarles a
mis padres que iba a ir acompañada. Si les avisaba iban a empezar
con su típico cuestionario, yo me enojaría y se terminaría
cancelando todo. Me senté en el sillón dispuesta a mirar mi novela,
fue ahí cuando me di cuenta de que hoy era sábado. En la televisión
solo pasaban esas típicas películas de acción y violencia. Pensé
en Pedro, enseguida sentí como una sonrisa se dibujaba en mi rostro.
Estaba sintiendo algo distinto. No lo conocía, sabía cómo era pero
solo por sus palabras. Me dirigí al baño dispuesta a bañarme.
Pensaba en mi familia, si le iban a agradar a Pedro, tenía
vergüenza, aunque era mayor el miedo. Mis padres discutían siempre
y de lo que menos tenía ganas era de hacerle pasar un mal e incómodo
momento. No sé cómo había llegado al punto de invitarlo a la casa
de mis padres, fueron palabras que no las pensé, salieron de mi
boca. Luego de una ducha caminaba por el living, peinándome, me
detuve en el mueble de madera que estaba enfrente a la estufa a leña.
Esa foto, tan especial, la tomé, observaba el rostro de cada uno de
mis familiares, como todos sonreían. Aún podía recordar a mi tío
gritando “whisky” detrás de la cámara, a mi abuela empujando a
mis primos y al perro que se colocaba delante de la foto y tapaba a
mis hermanos. Yo jugaba con las pulseras de mi madre, acomodándolas
a mi gusto. La foto se volvía una película para mis ojos, sentía
como los recuerdos volvían a mi cabeza. Esa navidad era una de las
pocas que recordaba, y aún pensaba que algo podía llegar a pasar
para que la próxima fuera tan especial como aquélla.
Ordené un poco la casa.
Preparé mis dos tostadas, el café con leche y me senté al lado de
la ventana. Otra vez veía la gente pasar. Por suerte ya no hacía
tanto calor, había bajado la temperatura y creo que era por eso que
las personas ya caminaban un poco más felices. Giré mi cabeza para
tomar la taza y enseguida vi mi libro sobre la mesa. Lo tomé
dispuesta a leerlo. Página 187. Capítulo 10. Comencé mi lectura.
“Siempre el mismo
problema
Es que a veces me
preguntaba cómo me había enamorado de aquel hombre. Trataba volver
25 años atrás y recordar que fue lo primero que le dije. Fue allí
cuando me di cuenta que nunca le había hablado, tan solo nuestras
miradas se cruzaron algunas veces, y creo que eso fue lo que llevó a
enamorarme. Entendí que a veces no hacen falta palabras para
demostrar amor o sentimientos, una mirada y una sonrisa dicen más
que mil palabras. Ahora estaba tratando de escribir el último
capítulo de mi novela. No encontraba las palabras justas para poder
finalizar esta historia. Estaba dando comienzo a otra etapa en mi
vida. Tenía al hombre que siempre había soñado, y aunque él ahora
no esté conmigo se que siempre lo está, en mi corazón. Miro al
cielo y solo pido que me escuche y que sepa perdonarme. Perdonarme
por todos los errores que cometí y por hacer que la relación no sea
la mejor. A veces soñaba con él, me abrazaba y me decía que todo
iba a estar bien. Y lo sé, se que todo va a estar bien, aunque
también se que para que todo esté bien tengo que estar entre sus
brazos, soñando y riendo como solía hacerlo. Recuerdo el 23 de
marzo de 1987 me decías “Te amo” y yo solo sonreía. Aún no
sabía si te amaba, por eso no decía nada. Te fuiste y ahora
gritaría que siempre te amé y aunque muy pocas veces te lo dije
siempre lo hice. Fuiste la persona más importante, en la única que
podía confiar. Y todavía me arrepiento de todos aquellos paseos
juntos que dejamos para otro día, de todas las charlas sin sentido,
de todas las peleas, de todas las tristezas. Cierro los ojos e
imagino tu presencia, imagino tu voz, aunque ya casi no la recuerde.
Siento tus manos en mi espalda, y tus palabras siempre tan adecuadas.
Hay momentos en los que miras atrás, y no sabes bien que sucedió.
Solo sabes que, desde que pasó, nada volvió a ser lo mismo. Y
aunque sea difícil aceptarlo se que siempre estas detrás de mí,
vigilando cada paso en falso, cada caída y cada momento de mi vida.
Siempre. Porque es el poder de nuestro amor el que siempre nos
permite estar juntos a pesar de todo.”
Cerré el libro, podía
sentir como mis ojos se humedecían. Con cada libro que leía me
sentía identificada, pero con este era todo distinto. Sentía las
cosas de otra manera. Era profundo y causaba en mi algo inexplicable.
Era la tercera vez que lo leía. Pero cada una de las lecturas era
distinta, siempre encontraba algo diferente y creo que era eso lo que
lo hacía especial.
Dejé el libro sobre la
mesa otra vez. Podía ver como ya nadie pasaba por la puerta de mi
casa. El sol ya había bajado, y la noche ya se estaba asomando por
la ventana. Me levanté, llevé mi taza ya vacía a la cocina y la
lavé. Miré el reloj, eran las siete y cuarto.
Hoy diecinueve de
diciembre, cinco días para noche buena y yo aún no sabía que iba a
hacer.
PEDRO
Me levanté exaltado por
el semejante ruido que había afuera. Sin saber que sucedía miré el
reloj. Siete y cuarto. Suspiré al saber que no era tarde, pero
tampoco era temprano. Sacudí un poco la cabeza y noté lo empapado
que estaba el almohadón debajo de mí. Prendí la televisión por el
simple hecho de sentir una voz. El nerviosismo volvió, otra vez. Me
dirigí a mi habitación y analicé otra vez la ropa que había
elegido anteriormente. Volví al armario para buscar los zapatos, los
tomé y los dejé junto a la cama. Fui al baño, me cepillé los
dientes, volví a la habitación y me cambié. Me miré en el espejo,
nada mal. Tomé el peine, cepillé mi pelo aún húmedo y me puse
perfume. Ya estaba pronto, ahora eran las ocho. Quedaba una hora para
que pasara Paula a buscarme. Creo que me había adelantado un poco,
pero bueno, por lo menos ya estaba pronto si decidía pasar un poco
antes.
Me senté otra vez en el
sillón, por suerte había empezado una película, así la espera se
haría más corta.
PAULA
Fui hasta mi habitación,
dispuesta a ver qué ropa me ponía. Abrí mi ropero, enseguida
cayeron algunas cajas que estaban en el mueble, lo que causo un
fuerte golpe en mi cabeza. Las ordené nuevamente, en una de ellas
había unos zapatos blancos hermosos, eran de mi madre, cuando se
había casado. Sonreí y los volví a guardar. Miraba cada prenda
buscando la adecuada, opté por un jean, una remera y unas chatitas,
algo normal. Me cambié, me cepillé los dientes, me peiné y me
senté a ver un poco de televisión. Miraba el reloj de mi muñeca
cada dos minutos, quería ser puntual, y por otro lado estaba muy
ansiosa.
Después de observar mi
reloj por décima vez se hicieron las nueve menos veinte. Me levanté,
agarré un abrigo, las llaves del auto y me fui. Al entrar al auto
revisé el bolsillo de mi pantalón, saqué un papel arrugado y leí
la dirección de Pedro. Era verdad vivía a nada más que 4 cuadras
de mi casa. Prendí el auto y partí para su casa. Al llegar tomé mi
celular y le mandé un mensaje, “estoy abajo”. El respondió con
un “bajo”. Espere unos minutos allí, hasta que lo vi abriendo la
puerta del edificio. Sonreí, él hizo lo mismo a penas me vio. Lo
notaba nervioso, tenso. Al subir al auto me saludó con un beso en la
mejilla. Le pregunté como estaba, a lo que cambió de tema
completamente.
-¿Estás segura que no
molesto?-dijo preocupado.
-Quedate tranquilo, está
bien.
-No sé cómo se tomaron
tus padres esto, digo cuando les dijiste que ibas a llevar a un
desconocido a su casa- dijo riendo.
-Es que todavía no les
dije-dije ya prendiendo el auto.
Pedro me miró
sorprendido, noté como su nerviosismo se multiplicaba al doble.
Ambos quedamos en
silencio, creo que también lo sorprendió el hecho de que ya no
prendía el auto por etapas. Reí por adentro.
-¿Y donde viven tus
padres?-dijo rompiendo el silencio.
-En Mármol.
Él asintió.
Otra vez quedamos en
silencio, paré en el semáforo que ahora estaba en rojo. Notaba como
pasaba sus manos por el pantalón tratando de calmarse.
-¿Estas nervioso?-dije
sonriendo.
-No-me dijo
inmediatamente.
-Tranquilo no nos vamos a
casar-dije irónicamente.
-Todavía no-me dijo
riendo.
Doble en la esquina y a
mitad de cuadra estacioné el auto. Él me miró dudoso y abrió la
puerta del auto. Noté como observaba la casa, mientras yo bajaba
algunas bolsas del coche.
-¿Todo en orden?-dije
riendo.
-Todo-contesto.
Toqué timbre y enseguida
vino mi hermana a abrir. Me saludó a mí y a Pedro, aún sin
preguntar quién era, supongo que por vergüenza. Enseguida se
acercaron mis padres a saludar, a penas vieron a la visita me
quedaron mirando con cara de preocupación. Tenía que presentarlo.
-Mamá, papá, él es
Pedro, un amigo. Pedro ellos son Alejandra, Miguel y mi hermana
Lucía-dije.
Ellos sonrieron.
-Nos tendrías que haber
avisado, hubiéramos arreglado un poco la casa-dijo mi madre
riéndose.
-Por mi está bien, no se
preocupe-dijo Pedro.
Nos sentamos en el sillón.
Mi hermano se había ido de viaje con la novia hacia 4 días, así
que en casa estaban mi madre, mi padre y mi hermana solos.
Entre charlas y anécdotas
se hicieron las diez de la noche. Pasamos a la mesa y mi madre
comenzó a servir la cena. La química entre mi padre y Pedro era
inexplicable. Hablaban de futbol, de política, de fotografía y de
cualquier cosa que pasara por sus cabezas en ese momento. Me agradaba
Pedro, su forma de ser. Mi madre, mi hermana y yo hablábamos de la
novela de la tarde, riéndonos y comiendo un poco de arroz entre cada
frase. Por un momento volví a mi pasado, mi familia feliz, sin
peleas y sonriendo. Al finalizar la cena nos sentamos en el patio un
rato. Mi madre lavaba los platos, mi hermana estaba en la computadora
y mi padre en el baño. Estábamos los dos solos en el fondo de la
casa. La noche era espectacular, el cielo estaba repleto de estrellas
y había un lindo clima afuera.
-Tu familia es genial-me
dijo mirando el cielo.
Sonreí.-Gracias.
-¿Por qué haces esto?-me
dijo ahora mirándome a los ojos.
-¿Lo qué?-dije sin
entender.
-Me invitas a la casa de
tus padres y aún no sé ni el día de tu cumpleaños.
-Me pareces buena persona,
es eso.
-¿Nada más?-dijo
intrigado.
Iba a contestar a su
pregunta, pero mi hermana interrumpió la charla. Nos mostró unas
fotos de sus vacaciones, nosotros las mirábamos. Pedro analizaba
cada fotografía, cada detalle de las mismas, claro, él era
fotógrafo.
Después de un rato, le
ofrecí a Pedro llevarlo a la casa. No me costaba nada, me quedaba de
pasada. Ya en el auto Pedro volvió a repetir lo grandiosa que era mi
familia. No tenía ni idea de sus mil defectos, a simple vista
parecía la mejor familia del mundo, pero sin embargo por dentro
estaban pasando el peor momento. Al llegar a su casa nos quedamos
mirando unos segundos.
-Gracias-dije.
-¿Por qué?
-Por venir. No te das una
idea de cuánto hacía que no veía a mi familia unida, riendo y
hablando de todo un poco.
Él me sonrió otra vez.
–Tenes una familia hermosa Paula. Me recuerda a la mía hace unos
años atrás- me dijo.
Yo solo bajé la cabeza,
tenía un nudo en el pecho que no me permitía contestarle. Tampoco
encontraba las palabras justas para hablarle.
-Paula, aprovecha tu
familia al máximo. Tienes a tu papá y a tu mamá, yo daría la vida
para poder tenerla a mi madre conmigo.
A pesar de las diferencias de cada uno,
todos tienen muchas cualidades positivas-dijo.
Solo me acerqué a él y
lo abracé, él respondió a mi abrazo.
-Tranquila, se que todo va
a estar bien-dijo.
Me sequé algunas lágrimas
que estaban empezando a salir de mis ojos. Respiré profundo.
-No te das una idea de lo
que estoy sufriendo. A veces pienso en tirar todas las fotos que
tengo que casa, porque al final me logran ponen peor. No sé cuando
fue que pasó todo esto, mi familia se desarmó completamente. Cierro
los ojos y lo único que se me ocurre pedirle a Dios es a alguien que
me ame. Ya no siento el mismo amor de mi familia, ya no siento nada.
Y hoy, la verdad que fue especial Pedro. Volví a aquellas cenas
familiares que me hacían tan feliz.
Me detuve, por un minuto
me puse a pensar que hacía allí. Hablando con alguien que casi ni
conocía, abrazándolo y contándole mis problemas. Pero mi historia
se parecía mucho a la de él. Pedro ya no era un desconocido, había
algo más entre nosotros, algo distinto y diferente, algo especial.
Lo podía sentir, sus ojos me transmitían paz y tranquilidad. Con él
yo era distinta, cuando estaba con él todo se volvía mejor.
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