PAULA
Noté como algunas gotas
de lluvia se deslizaban sobre las ventanas del auto. Estacioné el
auto y bajé corriendo para no mojarme.
Dejé algunas bolsas sobre
el sillón y me puse el pijama. Era tarde, la fiesta en casa de mis
padres había durado mucho y la verdad que estaba muy cansada. Me
acosté y quedé dormida al instante.
Al otro día me levanté
con un fuerte trueno. La tormenta seguía allí afuera. Me levanté,
fui al baño, preparé mi desayuno y me puse a leer una revista.
Llamaron algunos
familiares para otra vez desearme un feliz año. Esperaba un año
diferente, aunque siempre decía lo mismo y terminaban siendo todos
iguales o peores que el anterior. Pero con Pedro ya habíamos
empezado bien.
Recibí un mensaje de
Pedro, diciendo que tenía una sorpresa para mí. Le dije que viniera
a casa cuando quisiera.
A las cuatro de la tarde
ya lo estaba esperando con dos café con leche y cuatro tostadas. Lo
vi llegar por la ventana, así que abrí la puerta antes de que
pudiera tocar timbre.
-¿Me estabas
esperando?-dijo sonriendo. Entró a la casa y vio toda la merienda
servida y agregó –Veo que sí.
Traía un paquete en sus
manos, no pregunté nada y nos sentamos a tomar la merienda.
Entre miradas y sonrisas
nos terminamos todo. Quedamos los dos sentados junto la ventana. El
día seguía feo y lo único que quedaba por hacer era ver una buena
película, acompañada.
Puse una de esas películas
románticas, nos sentamos esta vez en el sillón y comenzamos a
mirarla. Obviamente yo terminé con lágrimas en los ojos, y él solo
me miraba asombrado y se reía.
Giró su cabeza buscando
donde había dejado aquel paquete. Lo trajo y me lo entregó.
-¿Qué es esto?-le dije
mirándolo sorprendida.
-Tu regalo de navidad,
atrasado- me dijo riéndose.
Lo abrí intrigada. Cuando
observe su interior quedé sorprendida y lo miré a él.
-Quería que lo tuvieras
vos-me dijo.
Me acerqué a él y lo
abracé. Y al oído le agradecí.
Seguía contemplando aquel
libro que tenía sobre mis manos. Tenía el mismo título, pero era
de ediciones anteriores.
-¿Estás seguro que
queres dármelo?-dije.
-Sí, estoy seguro-dijo y
agregó – Ahora entiendo porque mi padre nunca pudo terminarlo.
Lo miré, sabía de qué
hablaba.
-¿Lo leíste todo?-dije.
Él simulo un “si” con la cabeza.
-¿Que te pareció?
-Increíble.
Asentí. -Quiero que
tengas algo- dije levantándome del sillón.
Fui hasta mi habitación,
agarré mi libro que estaba sobre la cama y se lo llevé.
-Me regalaste el libro de
tu madre Pedro, ahora quiero que te quedes con el mío-dije
entregándoselo.
-¿Estás segura?
-Sí.
Quedamos los dos en el
sillón mirando otra película. Yo estaba acostada con mi cabeza en
su falda. Enseguida lo miré.
-¿Crees que estamos
haciendo lo correcto?-le dije.
-¿Lo qué?-me dijo sin
entender.
-Estar juntos.
-¿Vos queres estar acá,
conmigo?-me dijo.
-Si
-¿Entonces que puede ser
lo incorrecto?
No dije nada, volví a mi
posición y seguí mirando la película, mientras él me acomodaba el
pelo a su gusto.
Terminó la película.
Después de un rato estábamos los dos junto a la puerta, él se
tenía que ir. Nos miramos unos segundos. Se acercó a mí para darme
un beso en la mejilla, pero su boca se desvió y quedó enfrentada
con la mía. Abrí los ojos, sus ojos me miraban fijamente, le sonreí
y enseguida rompió ese poco espacio que nos separaba. Una sensación
indescriptible recorría todo mi cuerpo, subía hacía las nubes y
volvía a bajar, lo tenía enfrente. Se apartó un poco y me volvió
a mirar, me sonrió y yo hice lo mismo, ahora despidiéndolo con un
hermoso abrazo. Lo saludé por la ventana, observando sus pasos. Me
quedé allí pensando en él. Aquella pregunta que le había hecho se
esfumó de mi cabeza rápidamente, creo que estar con él era lo más
correcto que había hecho últimamente. Abrí el libro que me había
obsequiado Pedro, de solo pensar que había pasado por las manos de
su madre me hacía sentir especial. En él había una página marcada
con una foto, di vuelta la misma para observarla bien. Era de la
familia de Pedro. Podía reconocer a sus hermanos y a su padre, y la
mujer hermosa que estaba a su lado que, seguramente era su madre. Di
vuelta la foto y en ella había un “Te quiero” escrito, seguido
por su nombre, Pedro. Sonreí.
El tiempo se fue
convirtiendo en amor. Cada día que pasaba junto a Pedro se volvía
maravilloso. Hoy hacía tres meses que lo había conocido, ahora lo
tenía a mi lado. Me quería proponer algo, se lo notaba nervioso.
-Bueno, ¿me vas a contar
o no?-dije apurándolo.
-Sí, quería hacerte una
invitación.
-Decime-le dije sonriendo.
-Quería invitarte a
Carlos Paz. Mi padre tiene una casa allí y nos la podría
prestar-dijo al fin.
-¿En serio?
-Sí, pero bueno, si no te
gusta podemos ir a otro lado.
-No Pedro, es genial la
idea, me encanta.
-¿Entonces queres
venir?-dijo.
-Sí, claro-dije
entusiasmada-¿Cuando vamos?-agregué.
-La semana de turismo, ¿te
parece?
Solo le respondí con un
abrazo y un beso.
Esa tarde de sábado fue
normal. Un día bastante agradable, con Pedro paseamos un poco por la
plaza y merendamos dos café con leche y cuatro tostadas, ya se había
vuelto habitual.
El viaje me tenía algo
nerviosa. Es decir iba a ser la primera vez que íbamos a estar
realmente solos tanto tiempo, y como para sumarle a todo, durmiendo
juntos. Hacía tres meses que lo conocía y casi dos que estábamos
de novios, o algo así. Confiaba en él plenamente y estaba segura de
que estaba enamorada, pero igual la situación me ponía nerviosa y
ansiosa.
Pedro ya me había llevado
a comer con su familia, eran todos muy agradables, solidarios y de
buen corazón. El padre de Pedro era una persona increíble. Puedo
recordar que al verme llegar le dio unos golpecitos a Pedro en el
hombro diciéndole que estaba orgulloso de él.
Faltaban dos días para
partir hacia Carlos Paz. Tenía mucha curiosidad por saber lo que me
esperaba junto a él.
Preparaba las valijas para
una semana, pero creo que me llevaba hasta la cortina de la ducha.
Obviamente tenía que llevar a Moro conmigo, así que tuve que
preparar todo para él también. A Pedro le entregaban el auto en
abril, así que de todas formas tendríamos que ir en mi auto.
Esa noche fui a cenar a lo
de mis padres. Todo parecía transcurrir normal y creo que desde
navidad nunca más se habían peleado. Les conté que me iría una
semana a Carlos Paz con Pedro, ellos encantados se pusieron felices
por mí. Luego ayudé a mi madre a lavar los platos, mientras
conversábamos un poco.
-Ese chico, Pedro, ¿cómo
es contigo?-dijo mi madre mientras secaba un plato.
-Es muy buena persona
mamá.
-Sí, me imaginé. Lo noté
desde la primera vez que lo trajiste a casa.
-Es especial.
-Me gusta verte feliz.
-Lo estoy-dije mirándola.
Ella me sonrió dejando un
plato sobre la mesa y tomando otro.
Esa noche llamé a Pedro
para ver cómo iba todo. Mientras hablaba con él, encontré sobre el
mueble el libro que me había regalado, lo guardé en la valija.
El día siguiente se pasó
rapidísimo, y por fin ya era martes, el día que nos íbamos.
Subí todo el equipaje al
auto, levanté a Moro y pasé a buscar a Pedro. Bajé del auto para
abrir la valija del auto. Él me saludó con un beso. Ya estábamos
prontos para partir.
-Me vas a tener que dejar
manejar un poco después-dijo.
-Me imagino que tenes
libreta.
Sacó la libreta de su
bolsillo y agregó – Por supuesto.
Y así comenzó el viaje
que duró aproximadamente nueve horas. Pedro quiso manejar casi todo
pero obviamente no lo dejé, se lo veía cansado. Salimos a las 8 de
la mañana y llegamos cinco y media de la tarde.
Paramos en una casa
hermosa, asombrada le pregunté si era acá el lugar donde nos
quedaríamos, él respondió que sí.
Bajamos del auto. La
cabeza se me despejó al instante. Aroma a naturaleza, a las sierras,
todo parecía perfecto.
-Es hermoso Pedro-dije
mirando el lugar.
-Sabía que te iba a
gustar. Sonreí.
Bajé a Moro del auto,
enseguida salió a correr por todo el lugar.
-Vení, vas a ver lo que
es vida- me dijo llevándome de la mano hacía el campo que había
detrás de la casa.
Cada rincón que me
mostraba Pedro me asombraba más. –Gracias por traerme, creo que
nunca en mi vida vi algo tan hermoso como esto-dije.
Luego de esa hermosa
caminata, nos sentamos a comer algo, no comíamos nada desde la
mañana y teníamos muchísima hambre. El celular de Pedro sonó, él
leía el mensaje preocupado y enseguida dejó caer el celular sobre
el sillón.
-¿Pasa algo?-dije.
-No, nada.
-¿Qué pasa Pedro, quien
era?
-Mi ex, nada importante.
-¿Tu ex? ¿Qué quiere?
-No sé, a veces se le da
por mandarme mensajes. Me tiene harto.
Estaba confundida, me
levanté de la mesa y salí a las afueras de la casa. Noté como
Pedro venía detrás de mí. Me senté a las orillas del arroyo que
había detrás de la casa. Él hizo lo mismo a mi lado.
-¿Te enojaste?-dijo
mirándome.
-No-dije.
-Sabes que si en verdad me
importara esa chica estaría con ella ahora. Pero estoy con vos, vos
me importas-dijo.
Lo miré.
-¿Viniste acá con
ella?-dije.
-No-me dijo desviando su
vista hacia el arroyo. –Nunca traje a nadie acá. Este lugar es
especial para mí, y si vengo con alguien esa persona también tiene
que serlo.
-¿Yo soy especial?-dije.
-Desde que te vi nerviosa
y preocupada en aquel kiosco supe
que eras especial.
Me acerqué a él y lo
besé, él se me quedó mirando con su dulce mirada. Me tomo de la
mano y agregó –Vení, te tengo que mostrar algo.
Caminamos un poco hasta
llegar a una pequeña huerta, que por cierto estaba un poco
descuidada.
-¿Qué esto?
¿Cultivabas?-dije riéndome.
-No es gracioso-dijo él
también riéndose.- Acá el que ponía las semillas era yo, y el que
las cuidaba también era yo. Esta huerta era prácticamente mía.
-No te tenía con ese
perfil. Falta que me digas que saber montar un caballo-dije riéndome.
-No, por ahora no sé.
Descansamos un rato. Pedro
estaba en el sillón y yo en la hamaca paraguaya leyendo una
revista. Ambos quedamos completamente dormidos. Me desperté después
de una hora, estaba todo oscuro así que supuse que Pedro seguiría
durmiendo. Me levanté de la hamaca muy despacio para no hacer ruido.
Fui hasta el comedor y prendí la luz del patio. Me senté allí un
rato hasta que sentí su presencia a mi lado.
-Hola-me dijo.
-Hola-dije levantando la
mirada.
-Que hermosa noche-dijo
sentándose a mi lado.
Asentí.
-Tengo una idea-dijo.
-Contame-dije acomodándome
en el asiento.
-¿Hacemos una fogata?
-¿Una fogata?-dije
sorprendida.
-Si Paula, es fácil, mi
padre me enseñó cuando era chico.
-¿Estás seguro? No
quiero que salga nadie lastimado-dije riéndose.
Dejé a Pedro haciendo la
fogata afuera mientras me daba una ducha rápida. Cuando salí él
ya estaba sentado alrededor de la misma, esperándome.
-¿Qué te parece?-dijo.
-Genial.
Me senté a su lado, él
me rodeo con sus brazos y me sonrió.
-¿Tenes frío?-me
preguntó.
-Ahora no-dije. Me estiré
algunos centímetros para besarlo y él hizo lo mismo.
PEDRO
Comimos unas empanadas
junto a la fogata y nos quedamos hablando un rato. Estábamos
cansados por el viaje así que decidimos ir a dormir. Paula entró a
la casa mientras yo trataba de apagar el fuego. Entré a los diez
minutos, vi a Paula parada en la puerta de la habitación mirando la
cama de dos plazas. Me acerqué a ella y la abracé por atrás, sin
embargo ella seguía mirando la cama.
-Si queres duermo en el
sillón-dije.
Ella no contestó.
-No me molesta dormir en
el sofá-dije otra vez.
-Soy una tonta-dijo.
-Está bien, te
entiendo-dije dándole un beso en la mejilla.
Paula se acostó en la
cama y yo me quedé en el sillón. Sinceramente no me molestaba
dormir allí. La casa ya estaba oscura, trataba de encontrar la mejor
posición para dormir, se estaba volviendo complicado. Una luz se
prendió, levanté la cabeza. La vi a ella parada junto a la puerta.
Me senté en el sillón.
-¿Pasó algo?-dije.
-Pensé que iba a estar
mejor sola, pero me di cuenta que te quiero allá conmigo-dijo
estirando su mano para que la tomara.
Me levanté del sillón,
agarré la almohada y me dirigí al cuarto detrás de ella. Ya
acostados me la quede mirando.
-¿Estás segura?-dije.
Ella asintió, me estiré para besarla. Sonrió.
Los días siguientes
transcurrieron normales, nada fuera de lo normal. Nos divertíamos
juntos y podíamos pasar todo el rato hablando sin preocupaciones.
Llamé a mi padre para avisar que todo estaba bien, ella hizo lo
mismo con los suyos.
Así pasaron algunos meses
junto a ella. Cada día me enamoraba más, cada día la volvía a
elegir. Ahora estábamos en la cama de su casa, mirándonos. Ella me
acariciaba el rostro y yo solo sonreía. Fue ahí cuando unas
hermosas palabras que nunca había escuchado de su parte salieron de
su boca, -Te amo-dijo aún mirándome. Me acerqué lentamente a ella
y comencé a besar su cuello. Ella con una sonrisa trataba de
apartarme. Seguí por su boca, sus ojos se cerraban, llegué a su
odio y solo le respondí.
-También yo.
Una noche diferente,
distinta a tantas. Podía sentir como nuestros cuerpos se conectaban
como si fueran compatibles. Nuestra conexión era perfecta, casi
imposible de describir. En cada acción sentía que la amaba aún más
que antes.
PAULA
Veía su rostro. Y solo
pensaba en cuanto había cambiado mi vida. Ya faltaba poco para que
hiciera un año desde que nos conocimos. Algunos pensamientos pasaban
por mi cabeza. Sentía su respiración, sus manos acariciándome y
sus besos en mi boca. Al rato quedamos los dos dormidos. Yo sobre su
pecho dormía tranquila. Moro que de vez en cuando se subía a la
cama tratando de molestar.
Ya no tenía sentido.
Pedro vivía a cuatro cuadras, pero ya prácticamente vivía en casa.
Estaba conmigo todo el día y hasta a veces se quedaba a dormir. No
necesitaba pensarlo más, quería tenerlo conmigo siempre. Ya había
tomado la decisión.
-¿Vos estás segura de lo
que decís Paula?-respondió Pedro al respecto.
-Si Pedro, se que va a ser
complicado convivir, pero creo que lo podemos intentar ¿no?
-No se Paula, yo no quiero
que te sientas presionada ni nada. No quiero que cambies tu vida de
un día para otro.
-Ya cambiaste mi vida,
Pedro.
Él sonrió y me besó.
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