PAULA
Me
levanté a atender el teléfono, era mi madre. Una de las tantas
cosas que me dijo era que quería un nieto, pero ¿era el momento?
¿Pedro querría? ¿Yo quería? Además era muy pronto. Yo no sabía
si estaba realmente preparada para ser madre.
Salí al patio y estaba Pedro junto a la piscina, le dije lo que me había dicho mi mamá, sus ojos brillaban, como si hubiera esperado ese momento hacía mucho tiempo. Fue ahí que lo empecé a considerar. Era el momento perfecto, estábamos solos, la noche perfecta, el lugar perfecto, con la persona perfecta.
Me fui acercando a Pedro, tratando de seducirlo, me quede nuevamente a unos centímetros de su rostro y le pregunté qué pensaba al respecto. Él solo me miraba y sonreía.
Luego para animar le di un empujón a Pedro, el resbaló y cayó a la pileta, comencé a reírme.
Pedro salió de la piscina en busca de venganza, yo empecé a correr alrededor de la misma. Él me perseguía riéndose, hasta que al fin me atrapó, me tomó por la cintura, me levantó y me tiró a la pileta, y él luego se tiró detrás de mí.
Cuando llegue a la superficie, abrí los ojos, tenía a Pedro junta a mí, podía sentir su respiración, y su corazón en mi pecho. Nos quedamos algunos segundos mirándonos, sus ojos prendían fuego, se comunicaban con los míos, hasta que me di cuenta lo que estaba pasando... era obvio. Estábamos allí los dos en la pileta, con la luna y las estrellas arriba nuestro y Pedro ya se había quedado con la idea de un hijo. Me deseaba con su mirada, yo estaba entregada a él. Me di cuenta que tenía frío, el agua estaba realmente congelada, pero no iba a arruinar este momento con un capricho, me la banqué. Estaba nerviosa, no sabía si era el momento. Por un lado me parecía demasiado pronto, pero por otro lado pensaba en Pedro y realmente lo que sentía por él era amor verdadero, puro.
Él se acercó a mí, cerré los ojos, aún sentía su respiración, sentía como sus manos rodeaban mi cintura delicadamente. Ahora estaban sus labios en mi cuello dándome besos, él sabía que eso era mi debilidad, mi punto débil. Él agua congelada ya no me preocupaba, no sentía nada, solo sus besos y sus caricias. Nuestros cuerpos se conectaban, me dejé llevar. Pasaban mil cosas por mi cabeza, ¿qué estaba haciendo?, mil preguntas sin respuestas aparecían en mi mente, pero a pesar de eso mi cuerpo seguía respondiendo igual, en ese momento no hubo más besos, no hubo más nada, solo nuestros ojos mirándose nuevamente.
Saqué mi mano de abajo del agua y le acaricié la cara, sin dejar de mirarlo.
Él tomó mi mano y me miró.
-¿Es el momento?-me dice Pedro.
Yo sinceramente no sabía que decirle, pero en realidad ya estaba todo hecho.
Simulé un sí con la cabeza y le regalé una sonrisa, él me miró y me sonrió, comenzó a besarme nuevamente.
Luego de ese momento hermoso, estábamos los dos nuevamente en la reposera, yo arriba de él. Lo miraba, era impresionante cuanto lo amaba, él lo sabía, pero de manera distinta.
-¿Puedo confiar en vos?- me dijo
-Siempre-le dije y lo besé nuevamente.
Salí al patio y estaba Pedro junto a la piscina, le dije lo que me había dicho mi mamá, sus ojos brillaban, como si hubiera esperado ese momento hacía mucho tiempo. Fue ahí que lo empecé a considerar. Era el momento perfecto, estábamos solos, la noche perfecta, el lugar perfecto, con la persona perfecta.
Me fui acercando a Pedro, tratando de seducirlo, me quede nuevamente a unos centímetros de su rostro y le pregunté qué pensaba al respecto. Él solo me miraba y sonreía.
Luego para animar le di un empujón a Pedro, el resbaló y cayó a la pileta, comencé a reírme.
Pedro salió de la piscina en busca de venganza, yo empecé a correr alrededor de la misma. Él me perseguía riéndose, hasta que al fin me atrapó, me tomó por la cintura, me levantó y me tiró a la pileta, y él luego se tiró detrás de mí.
Cuando llegue a la superficie, abrí los ojos, tenía a Pedro junta a mí, podía sentir su respiración, y su corazón en mi pecho. Nos quedamos algunos segundos mirándonos, sus ojos prendían fuego, se comunicaban con los míos, hasta que me di cuenta lo que estaba pasando... era obvio. Estábamos allí los dos en la pileta, con la luna y las estrellas arriba nuestro y Pedro ya se había quedado con la idea de un hijo. Me deseaba con su mirada, yo estaba entregada a él. Me di cuenta que tenía frío, el agua estaba realmente congelada, pero no iba a arruinar este momento con un capricho, me la banqué. Estaba nerviosa, no sabía si era el momento. Por un lado me parecía demasiado pronto, pero por otro lado pensaba en Pedro y realmente lo que sentía por él era amor verdadero, puro.
Él se acercó a mí, cerré los ojos, aún sentía su respiración, sentía como sus manos rodeaban mi cintura delicadamente. Ahora estaban sus labios en mi cuello dándome besos, él sabía que eso era mi debilidad, mi punto débil. Él agua congelada ya no me preocupaba, no sentía nada, solo sus besos y sus caricias. Nuestros cuerpos se conectaban, me dejé llevar. Pasaban mil cosas por mi cabeza, ¿qué estaba haciendo?, mil preguntas sin respuestas aparecían en mi mente, pero a pesar de eso mi cuerpo seguía respondiendo igual, en ese momento no hubo más besos, no hubo más nada, solo nuestros ojos mirándose nuevamente.
Saqué mi mano de abajo del agua y le acaricié la cara, sin dejar de mirarlo.
Él tomó mi mano y me miró.
-¿Es el momento?-me dice Pedro.
Yo sinceramente no sabía que decirle, pero en realidad ya estaba todo hecho.
Simulé un sí con la cabeza y le regalé una sonrisa, él me miró y me sonrió, comenzó a besarme nuevamente.
Luego de ese momento hermoso, estábamos los dos nuevamente en la reposera, yo arriba de él. Lo miraba, era impresionante cuanto lo amaba, él lo sabía, pero de manera distinta.
-¿Puedo confiar en vos?- me dijo
-Siempre-le dije y lo besé nuevamente.
PEDRO
Otra
vez en Buenos Aires. La ciudad era un caos, yo trataba de conseguir
la mejor joyería, un tema que se iba volviendo complicado. La gente
me empujaba. Algunos que pasaban hablando por celular, otros que te
golpeaban con el portafolio y otros que van igual que vos, luchando
para llegar a destino. Abrí la puerta del comercio, enseguida el
hombre que estaba parado detrás del mostrador me miró.
-¿En
qué te puedo ayudar?-dijo el vendedor.
-Buenas
tardes. Estoy buscando un anillo para pedirle compromiso a mi novia.
No tengo mucho dinero, pero solo me interesa que tenga grabado un “Te
amo” en su interior.
-Bueno,
tengo estos, que son sencillos pero muy lindos-dijo el señor
mostrándome algunos cuantos.
Elegí
uno hermoso. Le pasé la medida, que había logrado tomar a
escondidas hacia nada más que unos días.
-Estará
pronto mañana-dijo el vendedor.
-Mañana
vendré. Gracias-dije.
Llegué
a casa. Ella preocupada me miraba, yo sin entender le pregunté qué
sucedía. Me miró y
sonrió y seguido a eso dejó salir un llanto de emoción, mezclado
con preocupación y felicidad. Levantó el test de embarazo, allí
estaban las dos rayitas que marcaban el positivo. Dejó el objeto
apoyado en la mesa y enseguida vino a abrazarme. Yo todavía estaba
paralizado, no lo podía creer. Ella me besaba riendo, yo respondía
a sus besos, hasta que un trueno interrumpió todo. Paula se aferró
a mí y yo solo reía de felicidad.
PAULA
Estaba
en el baño encerrada. Ya habían pasado casi veinte minutos. Agarré
el test, cerré los ojos por dos segundos y los abrí. Allí estaba,
delante de mis ojos, el resultado. Esas dos rayitas insignificantes
paro tan importantes a la vez, esas dos rayas que marcaban nueve
meses de espera, de tanta felicidad se me cayó una lágrima. Allí
adentro en el baño sola me quede pensando. Me senté en el sillón
esperando a que llegara Pedro. Al verlo me saqué todas las dudas. Él
era el indicado. Algo mojado y despeinado me abrazó fuerte, riendo
de felicidad.
Ahora
tenía que pensar como se lo iba a contar a mi familia. Estaba
nerviosa por el asunto, tenía miedo de lo que podían llegar a
pensar. Me sentía insegura. Enseguida llamé al médico y programé
una cita para la primera ecografía. Me dieron hora para dentro de
una semana, no sé como haría para esperar tanto. Quería estar
completamente segura antes de decirles a mis padres, así que por lo
menos tenía que esperar a esa semana. Se lo comenté a Pedro y él
opinó lo mismo.
Todo
había pasado tan rápido junto a él. A veces parecía un sueño del
cual no podía salir. Por suerte.
Dos
café con leche y cuatro tostadas. Pedro había cambiado mis días.
Ya no me despertaba con el sol, él me había regalado las mejores
cortinas. Ya no me acostaba en el piso para alcanzar mis pantuflas,
me levantaba descalza sin importar nada. Ya no necesitaba analizar e
imaginar la vida de las personas. Vivía la mía día a día.
Esperaba
la semana siguiente con ansias, miedo y curiosidad. Por suerte tenía
al hombre perfecto al lado que me contenía y me colocaba los pies
sobre la tierra.
Pedro
ya hacía unos días que me repetía la misma frase “tengo una
sorpresa para vos” yo intrigada pensaba que podría llegar a ser.
PEDRO
Hacía
unos días que había ido a buscar el anillo. Había quedado hermoso.
Pero no era la única sorpresa que le ocultaba. Estaba terminando de
firmar algunos papeles. Mi padre me había ayudado con un poco de
plata para comprar una casa más grande. Gracias a él y a un
préstamo que me otorgaron pude comprarla. Estaba ansioso por ver su
reacción. Ya estaba decidió se la iba a mostrar luego de la primera
ecografía.
PAULA
Al
fin lunes. Estaba en la sala de espera, con Pedro. Ambos mirábamos
el reloj y la puerta de la sala, esperando que alguien saliera de
allí adentro. Él cada tanto me miraba y me regalaba una sonrisa.
Hasta que el doctor salió de la sala pronunciando nuestros nombres.
Nosotros ansiosos nos paramos de inmediato y entramos a la sala.
-Bueno,
Paula. Vamos a ver si estas embarazada.
El
médico comenzó a hacer la ecografía. Pedro me tomaba de la mano,
atento a todo lo que ocurría en la pantalla.
Salimos
de la sala tomados de la mano. Nos subimos al auto, al auto de Pedro.
Lo había conseguido, por fin. Me tapó los ojos con un pañuelo y yo
sin entender confiaba en él.
Estacionamos
en un lugar. Pedro me ayudó a bajar. Me hizo caminar algunos pasos y
me quitó el pañuelo de los ojos.
-¿Qué
esto Pedro?
-Nuestra
nueva casa-dijo.
Miré
el lugar sin entender.
-¿Estás
hablando en serio?-dije.
-Muy.
Le
sonreí, aún no podía creerlo. Me llevó de la mano, recorrimos el
lugar hasta llegar a lo que parecía ser un comedor.
Allí
me quedó mirando a los ojos. Notaba en él cierto nerviosismo.
-Esto
es hermoso, amor-dije asombrada.
-No
terminó la sorpresa…
Fue
en ese instante cuando Pedro se arrodillo delante de mí. Sacó una
cajita que tenía guardada en la campera y abriéndola dejó salir
las palabras más maravillosas que podían existir.
-¿Te
queres casar conmigo?-dijo.
Otra
vez terminamos enredados en un abrazo y en un beso que parecía sin
fin.-Claro que quiero.
Eran
demasiadas noticias para un solo día. Demasiadas buenas noticias.
Estaba esperando un hijo, me había comprometido y ahora teníamos
una casa hermosa.
No
pude decirle más que –Gracias, gracias por hacerme tan feliz. Ya
hacía un año y medio que estaba con Pedro. Y no me arrepentía de
nada, en absoluto.
Todo
parecía estar bien. Algo extraño en mi vida sucedió. Martín.
Seguía con la estúpida idea de recuperarme. Miércoles por la
noche. Un ruido me despertó, Moro ladraba. No lo dudé ni un segundo
y desperté a Pedro. Me quedé en la habitación esperándolo, salió
a ver si había algo extraño. Al ver que demoraba salí del cuarto.
Miré a mi alrededor todo parecía estar bien, hasta que llegué a la
cocina. Pedro estaba en el piso, a su lado un charco de sangre
rodeaba su abdomen. No sabía qué hacer. Enseguida llamé a la
ambulancia mientras buscaba a alguien en la casa. No había rastros
algunos. Ya en la ambulancia lo único que hacía era acariciar su
rostro y repitiendo aquellas palabras de siempre “Todo va a estar
bien”. Llamé a su padre para avisarle de lo sucedido, quien
rápidamente se preocupó y me llenó de preguntas. Llamé a mis
padres que reaccionaron de la misma manera, ambos sin entender.
Llegamos
al hospital, a él se lo llevaron en una camilla rápidamente. Yo
preguntaba por su estado, llorando y suplicando por alguien que me
supiera explicar.
Al
rato las puertas del hospital se abrieron. Yo solo buscaba unos
brazos donde dejar caer mis lágrimas. Allí apareció mi madre, ya
con los brazos abiertos para poder contenerme. Caí en sus brazos, la
tristeza y preocupación abundaba en este momento.
Saqué
aquel viejo rosario, mientras las lágrimas recorrían mi rostro
pensaba en mi hijo y rezaba para que todo estuviera bien. Cerré los
ojos, me quedé dormida, apoyada en el hombro de mi madre, que me
acariciaba la cabeza. Algunas luces me encandilaron, tal cual lo
hacía el sol por la mañana hace unos años. Pensé en buscar mis
pantuflas debajo de la cama. Pero volví a mi realidad nuevamente.
Abrí los ojos, médicos que pasaban apurados e iban de una sala a
otra. El médico salió, enseguida me levanté.
-Familiares
de Pedro Alfonso-dijo.
Todos
los presentes lo mirábamos esperando respuestas.
-Está
estable-dijo. Todos dejamos salir un suspiro que teníamos guardado
desde hacía un rato.-Recibió una fuerte puñalada en el lado
izquierdo del abdomen. Tenemos que hacer algunos estudios para ver
que esté todo bien a nivel orgánico.
Solo
se me ocurrió preguntar si lo podía pasar a ver. Al notar mi
estado, los médicos me lo permitieron. Entré a la sala. Él parecía
estar dormido, con sus ojos cerrados, sin fuerza alguna, tan débil.
Me senté a su lado y tomé su mano. Él abrió los ojos lentamente.
Yo solo dejaba caer unas lágrimas mientras le sonreía.
-¿Cómo
estás?-dije rápidamente. Acariciando su rostro.
-Bien
Él
sin entender bien su situación trató de recordar lo que había
sucedido. Pero entre sus palabras, la única que se repetía
constantemente era su nombre, Martín.
Los
estudios por suerte dieron bien. Ya tenía el alta médica para
mañana a la tarde. Me quedé con él el resto de la noche, hasta el
otro día. Abrió los ojos nuevamente y esta vez cuando me vio
sonrió, yo hice lo mismo al verlo. Entró el médico para traerle el
desayuno, lo ayude a acomodarse en la cama.
-¿Cómo
está mi hijo?-dijo mirándome la panza.
-Te
extraña y dice que te ama mucho.
-Yo
también. Y a vos también te amo.
Me
acerqué y lo besé. A los días fuimos enseguida a hacer la
denuncia. Tal vez pensando que la justicia por una vez en la vida
podría funcionar.
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