IMPORTANTE: Esto es una historia ficticia, cualquier relación o semejanza con la realidad de Pedro y Paula es pura coincidencia.
Aclaro esto por acontecimientos sucedidos anteriormente.
GRACIAS, silvina.

jueves, 25 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA - Capítulo 6 PARTE 1 - Te amaré por siempre

Tras un llanto sonreí. Era padre. Estaba tan feliz. Abrí las puertas de la sala y enseguida vi como media familia se paraba para saludarme y felicitarme. La doctora vino a avisar que ya podían pasar las visitas. Paula estaba en observación, pero por suerte había salido todo bien.
La primera en pasar fue Alejandra, la madre de Paula, que enseguida salió emocionada tras ver a su nieta. Lo tenía que admitir realmente era hermosa y tenía una cara angelical. Después de ella pasé yo, ansioso por ver a mi hija otra vez, abrí la puerta de la habitación 24 y allí estaban ellos. Paula la miraba fijamente, se la veía feliz y en sus brazos Malena dormía plácidamente. Entre nosotros no hubo mucho diálogo, tal vez miradas, sonrisas y algún “te amo” de por medio.
Al rato entró el doctor para decirnos que la alta médica se pasaba para mañana, así que fui para mi casa, me di una ducha rápida, cené y volví al hospital.
Al otro día salimos del hospital a las nueve de la noche, yo fui a buscar el auto y luego pasé buscar a Paula que sostenía a Malena en sus brazos y partimos para la casa.



Al llegar encontraron un sobre en la puerta, Pedro lo agarró y lo ignoró, dejándolo arriba de un mueble.
Pedro ordenaba las cosas, mientras Paula le daba de amamantar a Malena, hasta que la hermosa niña quedó dormida. Pedro aprovechó el momento y se fue a dar una ducha, mientras Paula miraba un poco de televisión esperando a que Pedro saliera del baño para acostarse.
Mientas esperaba se levantó para cerrar unas ventas y la puerta, en ese instante su vista se desvió completamente hacia el mueble. Allí estaba el sobre blanco que Pedro había ignorado anteriormente. Sin embargo Paula no lo dudo ni un poco y lo tomó, lo abrió y comenzó a leer.
“La verdad que me parece totalmente ridículo que hayas tenido un hijo con ese infeliz, no entiendo que le ves, o más bien que es lo que a mí me falta para ser como él. Estoy devastado Paula, pensé que me amabas, pero te quiero dejar bien en claro que no te voy a dejar dormir tranquila ni a vos ni a tu familia, yo a las cosas que quiero no las dejo ir tan rápido. ¿Te pensaste que te habías librado de mí?  Nunca,  hasta que yo pase a ser el padre de esa criatura no te voy a dejar tranquila. Olvidate de Pedro, no sirve para nada, es un pendejo. Me acabo de enterar que estuviste en la sala de parto hace unas horitas, ¿qué te pensas que fue solo tu familia a verte? No, estuve allí, hablé con un médico, pregunté tu estado y el de la criatura, iba a pasar por tu habitación pero preferí darte la sorpresa un día de estos...
Que duermas bien."
Martín.

Ella analizaba cada palabra, cada oración, cada párrafo con su mirada.

PAULA

Estaba agotada, me dolía un poco la panza pero tampoco era tan grave como para llamar al médico. Le di de amamantar a Malena que enseguida quedo dormida. Que hermosa familia que tenemos, pensé. Espere un rato en el living mientras Pedro se bañaba, después me acordé de cerrar bien la puerta y las ventanas. En ese momento fue cuando mi vista se desvió hacia el mueble que estaba ubicado al lado de la puerta de entrada, sobre él había un sobre blanco, sencillo, nada raro, que decía "Paula". Lo tomé sin pensarlo, mientras lo abría caminaba hacia el sillón bostezando.
Me senté, estiré el papel arrugado y comencé a leer.
Cada palabra retumbaba en mi cabeza como un eco, sentía miedo, tristeza e inseguridad. Pero al ver de quien era la carta todos esos sentimientos se multiplicaron al doble. Era de él, de aquel hombre, si se lo podía llamar así, que casi desarma mi vida, aquel que me hizo pasar los peores momentos, Martín.

Sentí un ruido detrás de mí, me di vuelta exaltada, era Pedro secándose el pelo con una toalla, me levanté y lo abracé muy fuerte. Necesitaba su apoyo, necesitaba su manera de tranquilizarme, como solo él sabía hacerlo. Me aparté unos centímetros le puse la carta en sus manos y me fui a sentar en el sillón agarrándome la cabeza con mis manos. La miró, me miró y con su mirada me preguntaba ¿qué es esto? Notó mi cara de preocupación y empezó a leer.
Mientras leía se fue acercando y se sentó al lado mío, yo por otra parte observaba su rostro, sus gestos y como su cara iba cambiando a medida que avanzaba la lectura. Al finalizar la carta, la arrugó toda formando una pelota de papel y la tiro al piso con todas sus fuerzas, se notaba lo furioso que estaba, su cara estaba que hervía, apoyé mi cabeza en su brazo y le dije:
-Quedate tranquilo amor.
-¿Como queres que me quede tranquilo?, me está haciendo la vida imposible, Paula, te juro que si lo agarro lo mato, te juro que lo mato.-dice Pedro.
Me reincorpore en el sillón.
-Pedro vos no vas a matar a nadie, él nos quiere asustar-dice Paula.
-Paula, ¿vos me estás hablando en serio? ¿Vos te pensas que nos quiere asustar? Con el último susto que me dio terminé en el hospital, ¿a vos te parece un susto?
-Bueno, pero no vamos a poder hacer nada.-dice Paula, acariciándole la cabeza.
-Ya se amor que no vamos a poder hacer nada, y encima le da la cara como para ir al hospital, yo la verdad no lo puedo creer.
-¿Vamos a dormir?-dice Paula cambiando de tema para poder tranquilizarlo.
-Si vamos.
 Agarré a Pedro de la mano y nos fuimos al cuarto, nos acostamos y nos quedamos mirándonos un ratito, sus ojos me quemaban, sentía su respiración en mi rostro y sentía que ya todo estaba calmo. Sentía como su mano acariciaba mi rostro, mi cuello y mi pelo.
-Yo no quiero que les pase nada.-dice Pedro.
-No nos va a pasar nada amor, estando con vos yo me siento segura, ¿entendes?-dice Paula.
-No puedo creer como puede arruinar uno de los días más felices de mi vida, no me entra en la cabeza, perdoname.-dice Pedro.
-No importa, no le des importancia a él, somos padres por segunda vez, es lo único que importa.-dice Paula.
-Si es lo único que tiene que estar en mi cabeza ahora.-dice Pedro.
-Gracias por esta familia hermosa, te amo más que a nada.-dice Paula.
-Yo también, te amo mucho.
 Me abrazó, me sentía segura, me sentía plena con él, con esta familia hermosa. Me sentía la mujer más feliz del mundo.

Eran las cuatro de la mañana y un llanto despertó a Pedro. Él se dio vuelta para mirar si Paula se había dado cuenta, pero no, ella seguía durmiendo. El llanto era de Malena, así que Pedro decidió no despertar a Paula e ir él a ver qué pasaba. Cuando salió de su cuarto vio que la luz de la cocina estaba prendida, entonces antes de ir al cuarto de la bebe, que ya se había calmado fue a la cocina y apagó la luz. Al instante miró por la ventana y vio un hombre al otro lado, a unos 4 metros de la ventana mirándolo fijamente. A Pedro le recorrió un frío por todo el cuerpo, realmente se había asustado.
El rostro de esa persona, era familiar, ya lo había visto en otro lado, Pedro corrió la cortina para ver nuevamente su rostro. El hombre seguía allí parado como si supiera que Pedro iba a mirar nuevamente, como si supiera todos sus pasos.
Fue ahí cuando Pedro cayó en la cuenta de que el hombre sospechoso que estaba afuera era Martín. Asustado fue cerró bien la puerta de entrada, la del jardín, las ventanas, fue al cuarto de Malena, la tomó en brazos, se fue para su cuarto donde estaban Paula y cerró la puerta con llave por las dudas.
Cuando se dio vuelta ve que Paula lo estaba mirando.
-¿Que pasa Pedro?-dice Paula con voz de preocupación.
-Nada, estaba llorando Male y la fui a buscar, dormite.-dice Pedro acostando a Malena en su cama.
-Ah claro, ¿y cerras la puerta con llave con miedo a que se escape del cuarto? No soy boba Pedro.-dice Paula un poco enojada.
-No te quiero preocupar, estás cansada, está todo bien.-dice Pedro calmándola.
-¿Donde está Moro?-dice Paula mirando alrededor de la cama.
-Está durmiendo en el living.-dice Pedro.



Al otro día Pedro se levantó primero, abrió la puerta, miró a su alrededor, todo parecía estar normal, fue a la cocina tomó dos tazas e hizo el desayuno, abrió las ventanas y la puerta del jardín..
El día estaba nublado, fresco en pleno diciembre, un día raro, diferente, como si no fuera verano. Pedro le dio de comer a moro y cuando se dio vuelta vio a Paula dirigiéndose a él.
-Hola mi vida-dice Pedro.
-Buen día, ¿todo bien?-dice Paula.
-Si, todo bien, ¿los nenes?-dice Pedro.
-Male está por despertarse , sigue durmiendo, es como vos.-dice Paula mirando a Pedro.
-Mirá entonces tengo un clon-dice Pedro
Paula rió.

DOS AÑOS DESPUÉS


Setiembre del 2013. Los niños estaban enormes, Malena se hablaba todo, era atrevida, pero dentro de todo se portaba bastante bien. Ian había llegado a nuestras vidas hacía un año tenía y con Malena eran la dupla total.
En dos días Paula y Pedro se iban de vacaciones a Carlos Paz, y los niños se quedaban con Alejandra. Ambos se dieron cuenta que tenían que estar un tiempo solos, la relación estaba bien, pero no era la misma de antes, peleaban casi todos los días y dos de cada 5 peleas terminaban con el llanto de Paula, la ida de Pedro o el llanto de los niños.
Así fue que Pedro decidió llevar a Paula unos días a su casa de Carlos Paz.

Hacía aproximadamente un día y medio que Pedro y Paula ni se dirigían la palabra, solo lo básico.
Estaban los dos enojados hasta el punto de que a Paula ya se le había pasado por la cabeza cancelar el viaje a Carlos Paz, pero como ella sabía que esto iba a traer más problemas no dijo nada, además en cierta parte sabía que era una ayuda para mantener la relación.

viernes, 19 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA- Capitulo 5 PARTE 2 - "Dos cafés y cuatro tostadas"

PAULA

Me levanté a atender el teléfono, era mi madre. Una de las tantas cosas que me dijo era que quería un nieto, pero ¿era el momento? ¿Pedro querría? ¿Yo quería? Además era muy pronto. Yo no sabía si estaba realmente preparada para ser madre.
Salí al patio y estaba Pedro junto a la piscina, le dije lo que me había dicho mi mamá, sus ojos brillaban, como si hubiera esperado ese momento hacía mucho tiempo. Fue ahí que lo empecé a considerar. Era el momento perfecto, estábamos solos, la noche perfecta, el lugar perfecto, con la persona perfecta.

Me fui acercando a Pedro, tratando de seducirlo, me quede nuevamente a unos centímetros de su rostro y le pregunté qué pensaba al respecto. Él solo me miraba y sonreía.
Luego para animar le di un empujón a Pedro, el resbaló y cayó a la pileta, comencé a reírme.

Pedro salió de la piscina en busca de venganza, yo empecé a correr alrededor de la misma. Él me perseguía riéndose, hasta que al fin me atrapó, me tomó por la cintura, me levantó y me tiró a la pileta, y él luego se tiró detrás de mí.
Cuando llegue a la superficie, abrí los ojos, tenía a Pedro junta a mí, podía sentir su respiración, y su corazón en mi pecho. Nos quedamos algunos segundos mirándonos, sus ojos prendían fuego, se comunicaban con los míos, hasta que me di cuenta lo que estaba pasando... era obvio. Estábamos allí los dos en la pileta, con la luna y las estrellas arriba nuestro y Pedro ya se había quedado con la idea de un hijo. Me deseaba con su mirada, yo estaba entregada a él. Me di cuenta que tenía frío, el agua estaba realmente congelada, pero no iba a arruinar este momento con un capricho, me la banqué. Estaba nerviosa, no sabía si era el momento. Por un lado me parecía demasiado pronto, pero por otro lado pensaba en Pedro y realmente lo que sentía por él era amor verdadero, puro.
Él se acercó a mí, cerré los ojos, aún sentía su respiración, sentía como sus manos rodeaban mi cintura delicadamente. Ahora estaban sus labios en mi cuello dándome besos, él sabía que eso era mi debilidad, mi punto débil. Él agua congelada ya no me preocupaba, no sentía nada, solo sus besos y sus caricias. Nuestros cuerpos se conectaban, me dejé llevar. Pasaban mil cosas por mi cabeza, ¿qué estaba haciendo?, mil preguntas sin respuestas aparecían en mi mente, pero a pesar de eso mi cuerpo seguía respondiendo igual, en ese momento no hubo más besos, no hubo más nada, solo nuestros ojos mirándose nuevamente.
Saqué mi mano de abajo del agua y le acaricié la cara, sin dejar de mirarlo.
Él tomó mi mano y me miró.
-¿Es el momento?-me dice Pedro.
Yo sinceramente no sabía que decirle, pero en realidad ya estaba todo hecho.
Simulé un sí con la cabeza y le regalé una sonrisa, él me miró y me sonrió, comenzó a besarme nuevamente.
Luego de ese momento hermoso, estábamos los dos nuevamente en la reposera, yo arriba de él. Lo miraba, era impresionante cuanto lo amaba, él lo sabía, pero de manera distinta.

-¿Puedo confiar en vos?- me dijo
-Siempre-le dije y lo besé nuevamente.

PEDRO
Otra vez en Buenos Aires. La ciudad era un caos, yo trataba de conseguir la mejor joyería, un tema que se iba volviendo complicado. La gente me empujaba. Algunos que pasaban hablando por celular, otros que te golpeaban con el portafolio y otros que van igual que vos, luchando para llegar a destino. Abrí la puerta del comercio, enseguida el hombre que estaba parado detrás del mostrador me miró.
-¿En qué te puedo ayudar?-dijo el vendedor.
-Buenas tardes. Estoy buscando un anillo para pedirle compromiso a mi novia. No tengo mucho dinero, pero solo me interesa que tenga grabado un “Te amo” en su interior.
-Bueno, tengo estos, que son sencillos pero muy lindos-dijo el señor mostrándome algunos cuantos.
Elegí uno hermoso. Le pasé la medida, que había logrado tomar a escondidas hacia nada más que unos días.
-Estará pronto mañana-dijo el vendedor.
-Mañana vendré. Gracias-dije.
Llegué a casa. Ella preocupada me miraba, yo sin entender le pregunté qué sucedía. Me miró y sonrió y seguido a eso dejó salir un llanto de emoción, mezclado con preocupación y felicidad. Levantó el test de embarazo, allí estaban las dos rayitas que marcaban el positivo. Dejó el objeto apoyado en la mesa y enseguida vino a abrazarme. Yo todavía estaba paralizado, no lo podía creer. Ella me besaba riendo, yo respondía a sus besos, hasta que un trueno interrumpió todo. Paula se aferró a mí y yo solo reía de felicidad.

PAULA
Estaba en el baño encerrada. Ya habían pasado casi veinte minutos. Agarré el test, cerré los ojos por dos segundos y los abrí. Allí estaba, delante de mis ojos, el resultado. Esas dos rayitas insignificantes paro tan importantes a la vez, esas dos rayas que marcaban nueve meses de espera, de tanta felicidad se me cayó una lágrima. Allí adentro en el baño sola me quede pensando. Me senté en el sillón esperando a que llegara Pedro. Al verlo me saqué todas las dudas. Él era el indicado. Algo mojado y despeinado me abrazó fuerte, riendo de felicidad.
Ahora tenía que pensar como se lo iba a contar a mi familia. Estaba nerviosa por el asunto, tenía miedo de lo que podían llegar a pensar. Me sentía insegura. Enseguida llamé al médico y programé una cita para la primera ecografía. Me dieron hora para dentro de una semana, no sé como haría para esperar tanto. Quería estar completamente segura antes de decirles a mis padres, así que por lo menos tenía que esperar a esa semana. Se lo comenté a Pedro y él opinó lo mismo.
Todo había pasado tan rápido junto a él. A veces parecía un sueño del cual no podía salir. Por suerte.
Dos café con leche y cuatro tostadas. Pedro había cambiado mis días. Ya no me despertaba con el sol, él me había regalado las mejores cortinas. Ya no me acostaba en el piso para alcanzar mis pantuflas, me levantaba descalza sin importar nada. Ya no necesitaba analizar e imaginar la vida de las personas. Vivía la mía día a día.
Esperaba la semana siguiente con ansias, miedo y curiosidad. Por suerte tenía al hombre perfecto al lado que me contenía y me colocaba los pies sobre la tierra.
Pedro ya hacía unos días que me repetía la misma frase “tengo una sorpresa para vos” yo intrigada pensaba que podría llegar a ser.




PEDRO
Hacía unos días que había ido a buscar el anillo. Había quedado hermoso. Pero no era la única sorpresa que le ocultaba. Estaba terminando de firmar algunos papeles. Mi padre me había ayudado con un poco de plata para comprar una casa más grande. Gracias a él y a un préstamo que me otorgaron pude comprarla. Estaba ansioso por ver su reacción. Ya estaba decidió se la iba a mostrar luego de la primera ecografía.

PAULA
Al fin lunes. Estaba en la sala de espera, con Pedro. Ambos mirábamos el reloj y la puerta de la sala, esperando que alguien saliera de allí adentro. Él cada tanto me miraba y me regalaba una sonrisa. Hasta que el doctor salió de la sala pronunciando nuestros nombres. Nosotros ansiosos nos paramos de inmediato y entramos a la sala.
-Bueno, Paula. Vamos a ver si estas embarazada.
El médico comenzó a hacer la ecografía. Pedro me tomaba de la mano, atento a todo lo que ocurría en la pantalla.
Salimos de la sala tomados de la mano. Nos subimos al auto, al auto de Pedro. Lo había conseguido, por fin. Me tapó los ojos con un pañuelo y yo sin entender confiaba en él.
Estacionamos en un lugar. Pedro me ayudó a bajar. Me hizo caminar algunos pasos y me quitó el pañuelo de los ojos.
-¿Qué esto Pedro?
-Nuestra nueva casa-dijo.
Miré el lugar sin entender.
-¿Estás hablando en serio?-dije.
-Muy.
Le sonreí, aún no podía creerlo. Me llevó de la mano, recorrimos el lugar hasta llegar a lo que parecía ser un comedor.
Allí me quedó mirando a los ojos. Notaba en él cierto nerviosismo.
-Esto es hermoso, amor-dije asombrada.
-No terminó la sorpresa…
Fue en ese instante cuando Pedro se arrodillo delante de mí. Sacó una cajita que tenía guardada en la campera y abriéndola dejó salir las palabras más maravillosas que podían existir.
-¿Te queres casar conmigo?-dijo.
Otra vez terminamos enredados en un abrazo y en un beso que parecía sin fin.-Claro que quiero.
Eran demasiadas noticias para un solo día. Demasiadas buenas noticias. Estaba esperando un hijo, me había comprometido y ahora teníamos una casa hermosa.
No pude decirle más que –Gracias, gracias por hacerme tan feliz. Ya hacía un año y medio que estaba con Pedro. Y no me arrepentía de nada, en absoluto.

Todo parecía estar bien. Algo extraño en mi vida sucedió. Martín. Seguía con la estúpida idea de recuperarme. Miércoles por la noche. Un ruido me despertó, Moro ladraba. No lo dudé ni un segundo y desperté a Pedro. Me quedé en la habitación esperándolo, salió a ver si había algo extraño. Al ver que demoraba salí del cuarto. Miré a mi alrededor todo parecía estar bien, hasta que llegué a la cocina. Pedro estaba en el piso, a su lado un charco de sangre rodeaba su abdomen. No sabía qué hacer. Enseguida llamé a la ambulancia mientras buscaba a alguien en la casa. No había rastros algunos. Ya en la ambulancia lo único que hacía era acariciar su rostro y repitiendo aquellas palabras de siempre “Todo va a estar bien”. Llamé a su padre para avisarle de lo sucedido, quien rápidamente se preocupó y me llenó de preguntas. Llamé a mis padres que reaccionaron de la misma manera, ambos sin entender.
Llegamos al hospital, a él se lo llevaron en una camilla rápidamente. Yo preguntaba por su estado, llorando y suplicando por alguien que me supiera explicar.
Al rato las puertas del hospital se abrieron. Yo solo buscaba unos brazos donde dejar caer mis lágrimas. Allí apareció mi madre, ya con los brazos abiertos para poder contenerme. Caí en sus brazos, la tristeza y preocupación abundaba en este momento.
Saqué aquel viejo rosario, mientras las lágrimas recorrían mi rostro pensaba en mi hijo y rezaba para que todo estuviera bien. Cerré los ojos, me quedé dormida, apoyada en el hombro de mi madre, que me acariciaba la cabeza. Algunas luces me encandilaron, tal cual lo hacía el sol por la mañana hace unos años. Pensé en buscar mis pantuflas debajo de la cama. Pero volví a mi realidad nuevamente. Abrí los ojos, médicos que pasaban apurados e iban de una sala a otra. El médico salió, enseguida me levanté.
-Familiares de Pedro Alfonso-dijo.
Todos los presentes lo mirábamos esperando respuestas.
-Está estable-dijo. Todos dejamos salir un suspiro que teníamos guardado desde hacía un rato.-Recibió una fuerte puñalada en el lado izquierdo del abdomen. Tenemos que hacer algunos estudios para ver que esté todo bien a nivel orgánico.
Solo se me ocurrió preguntar si lo podía pasar a ver. Al notar mi estado, los médicos me lo permitieron. Entré a la sala. Él parecía estar dormido, con sus ojos cerrados, sin fuerza alguna, tan débil. Me senté a su lado y tomé su mano. Él abrió los ojos lentamente. Yo solo dejaba caer unas lágrimas mientras le sonreía.
-¿Cómo estás?-dije rápidamente. Acariciando su rostro.
-Bien
Él sin entender bien su situación trató de recordar lo que había sucedido. Pero entre sus palabras, la única que se repetía constantemente era su nombre, Martín.
Los estudios por suerte dieron bien. Ya tenía el alta médica para mañana a la tarde. Me quedé con él el resto de la noche, hasta el otro día. Abrió los ojos nuevamente y esta vez cuando me vio sonrió, yo hice lo mismo al verlo. Entró el médico para traerle el desayuno, lo ayude a acomodarse en la cama.
-¿Cómo está mi hijo?-dijo mirándome la panza.
-Te extraña y dice que te ama mucho.
-Yo también. Y a vos también te amo.

Me acerqué y lo besé. A los días fuimos enseguida a hacer la denuncia. Tal vez pensando que la justicia por una vez en la vida podría funcionar.

domingo, 14 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA - Capitulo 5 PARTE 1 - Dos cafés y cuatro tostadas.

PAULA
Observaba como Pedro ordenaba algunas de sus cosas en mi casa. Me daba ternura como trataba de no desacomodar nada.
-Es tu casa ahora Pedro, podes hacer lo que quieras-dije riendo.
Él sentado en la mesa tomaba su café con leche y comía sus dos tostadas. Yo sin embargo hacía lo mismo pero en el sillón, con mi apreciado libro en las manos. Pedro se acercó a mí.
-Lee en voz alta. Quiero escuchar-dijo.
Lo miré y volví a enfocar mis ojos en aquellas páginas blancas.
Lo tenía junto a mí, después de tanto tiempo. Él acariciaba mi rostro y yo solo lo observaba, contemplándolo. No tenía precio el amor que me brindaba en cada una de sus acciones. Cerraba los ojos para sentir sus besos con más profundidad. El sabor más rico de todos. Sus ojos que alumbraban mi vida día a día.”
Pedro cerró el libro y yo me lo quedé mirando.
-Estaba leyendo-dije.
Se acercó a mí y me calló con un hermoso beso.
-Te amo-dijo.
Cayó una foto del libro. Pedro la tomó y la observó. Yo miraba su rostro, tratando de descubrir que le transmitía aquella fotografía. Enseguida tomó un bolígrafo, dio vuelta la foto, tachó el “te quiero” que él había escrito ahí y puso “Te amo”. Miré esa simple frase que significaba tanto para mí. Le sonreí y lo besé. Dejé el libro sobre la mesa dispuesta a ordenar un poco la casa. Todavía quedaba traer algunas cosas de la casa de Pedro, pero solo algunas pocas.



PEDRO

-Es que no sé si es lo correcto, prefiero esperar un poco-le dije a Lucas que me escuchaba atentamente.
-Pedro, la verdad que esto que te está pasando a vos es maravilloso. Está bien que esperes, creo que es lo ideal. Por lo menos al año y medio-dijo.
-Sí, el casamiento puede esperar-dije ya decidido.-Lo más probable es que la lleve a Carlos Paz unos días, para relajarnos un poco.
-Andá tranquilo Pedro. Aprovechá que no hay tanto trabajo ahora.
-Creo que va a ser lo mejor.
Le propuse a Paula ir otra vez a Carlos Paz. Ella obviamente aceptó enseguida. Sin pensarlo ya estábamos allá los dos juntos, a la luz de la luna. Habíamos llegado hacía dos días y por suerte la estábamos pasando bien.
El celular de Paula sonó. Ella enseguida se levantó en busca de su móvil. Demoró unos minutos en volver y se volvió a sentar tal como estaba antes.
-¿Quién era?-dije.
-Equivocado-agregó.
Noté tristeza y preocupación en su rostro. Pero confiaba en ella así que no pregunté más nada.
-Me voy a bañar-dijo levantándose del asiento otra vez. Yo en cambio me levanté a preparar la cena. El teléfono de la casa comenzó a sonar, lo tomé rápidamente y atendí.
-¿Hola?-dije.
-Vos debes ser la pareja de Paula-dijo una voz desconocida.
-¿Quién habla?
-Soy Martín, el ex novio de Paula.
-¿Qué es lo que necesitas?-dije algo cansado.
-No confíes tanto en ella.
-¿Qué decís?-dije ya enojado.
-Mira sus mensajes en el celular.
Él cortó la llamada. Me quedé pensando en sus últimas palabras. Miré hacia ambos lados tratando de que ella no me viera, por suerte no había salido de baño todavía.
Tomé su celular y leí sus últimos mensajes recibidos. Uno de ellos era de Martín. No parecía haber ninguno equivocado, como ella lo había dicho.

PAULA
Desde aquel mensaje me había quedado nerviosa y preocupada. Sus palabras daban vueltas en mi cabeza y me asustaban cada vez más.
"La verdad que no se qué te gusta de esa casa, no le veo nada lindo. Me parece que tu novio no tiene muy buen gusto, conmigo sería todo distinto, que lástima que no me quieras, igual no te extraño, te tengo muy cerca." Martín.
¿Cómo sabía él donde estaba yo? Sus últimas cuatro palabras eran escalofriantes "Te tengo muy cerca". Opté por no decirle nada a Pedro, no quería ponerlo nervioso, quería que estos días sean perfectos.
Salí del baño, Pedro me estaba esperando sentado en el sillón. Su cara ya no me transmitía paz, se lo veía enfadado. Me ignoraba con la mirada, y tampoco me decía nada.
-¿Qué te pasa?-dije cepillándome el pelo
-Sabes bien de lo que hablo, Paula. ¿Por qué no me contás las cosas? Pensé que confiabas en mi-dijo yéndose hacia afuera y sentándose en una reposera al lado de la pileta.
Me acerque lentamente y me senté en otra raposera de madera que estaba junto a él. Pedro no dijo nada, ni siquiera giró la cabeza para mirarme.
Yo tampoco le hablé, solo lo miraba, trataba de descubrir en su rostro lo que le pasaba, pero en él solo había tristeza.
Odiaba que él no me hablara, odiaba que él no estuviera conmigo y odiaba no saber que le pasaba. Tanto de eso que se me cayó una lágrima. Fue ahí cuando Pedro me miró. Yo con la cabeza hacia abajo, con mi cabello tapándome la cara vi que una mano se acercaba a mi rostro, era de Pedro que me acariciaba secándome algunas lágrimas.
Enseguida levante la cabeza, él me miraba sin producir ni un gesto con su cara, solo me miraba fijamente.

No sabía qué hacer, no sabía si seguir llorando, o si bien hablar. Al instante un impulso recorrió todo mi cuerpo, me senté arriba de él rápidamente y lo abracé con todas mis fuerzas. No entendía por qué lo abrazaba, ni si quiera sabía por qué estaba enojado, pero solo con abrazarlo me sentía pura. Él respondió con un abrazo, enseguida sentí sus manos rodear mi cintura y me tranquilicé.

PEDRO


Vi a Paula acercarse lentamente hacia mí. Se sentó en una reposera de madera que estaba a mi lado y me miró, yo en cambió no hice lo mismo, seguí mirando el cielo, contemplándolo.
En ese instante noté que algo en Paula andaba mal, algunas lágrimas brotaban de sus ojos, ella bajó la cabeza llorando.
Acerque mi mano, le corrí el pelo de la cara y le hice una caricia en su rostro.
Ella enseguida me miró y en menos de un segundo estaba sentada en mi falda, abrazándome. Su abrazo era tan fuerte pero tan suave a la vez, era puro, era como decirme perdón de manera distinta. Fue por eso que no rechacé el abrazo.





Paula levantó la cabeza y se quedó mirando a Pedro a los ojos.
-¿Que es lo que pasa Pedro? ¿Qué te hice? -dice Paula confundida.
Él la miró y le secó unas lágrimas con su mano.
-Paula, odio que me ocultes las cosas-dice Pedro.
-¿Ocultarte qué?-dice Paula aún más confundida.
- Me llamó Martín, diciendo que no tenía que confiar en vos y que me habías ocultado un mensaje que te mandó, y era verdad, tenías un mensaje de él y no me dijiste nada.

Pedro se levantó de la silla, y se fue para adentro, antes Paula trató de detenerlo.
-Pedro... pará...-dice Paula.
-No Paula, ya me doy cuenta como son las cosas-dice Pedro.
-¿Que queres decir?
-Quiero decir que ya no sé si voy a confiar en vos.
-¿Qué es lo que decís Pedro?
-Me ocultas las cosas Paula, es lo que más detesto.

Pedro se dio vuelta, caminó algunos pasos y enseguida sintió una mano que lo tomaba del brazo. Al darse vuelta tenía a Paula a unos pocos centímetros de su rostro.

-¿En serio no confías en mi?-dice Paula llorando.
-No se...-dice Pedro.
-Perdoname Pedro... lo que pasa es que…
-¿Que pasa Paula? no te entiendo. Si no me contás las cosas vos que sos mi novia, ¿quién me las va a contar?- dice Pedro enojado.

Paula le agarra la cara a Pedro con sus manos suavemente.
-¿No entendes que trato que estos días sean los mejores?, ¿no entendes que no quiero preocuparte?, no quiero arruinarlos.
-Ya los arruinaste Paula-dice Pedro.
-No seas así conmigo...-dice Paula.
-Demostrame que puedo confiar en vos.-dice Pedro.

Paula lo miró aún con lágrimas en los ojos, rodeo su cuellos con sus brazos y lo besó, quería demostrarle que aún podía confiar en ella.



PAULA
Pedro me pidió que le demostrara que aun podía confiar en mí, enseguida lo besé demostrándole todo mi amor incondicional, no podía demostrárselo de otra manera. Pedro respondía al beso, sentía como nuestros labios se conectaban, era perfecto.

Después de unos minutos, me aparté de él, lo miré a los ojos y le dije:
-Hice mal en no decirte, pero yo sé cómo funciona esto, íbamos a estar preocupados los dos, asustados y yo quiero que estés tranquilo, ahora más que nunca, necesito este tiempo para estar con vos, felices, tranquilos, amándonos y sin preocupaciones, ¿sí?

-Si, te entiendo...-dice Pedro.
-Perdoname-dice Paula.
-Te perdono si me prometes que nunca más me vas a ocultar las cosas…
-Si te lo prometo.

Sonreí.




Los dos estaban abrazados, Paula abrazaba a Pedro por el cuello y él lo hacía por la cintura, besándose fueron caminando hasta la reposera donde estaba sentada Paula anteriormente.

La noche estaba hermosa, estaba todo tranquilo, solo se veían las sombras de los árboles y de las sierras. La única luz que estaba prendida era la del patio, donde ellos estaban.

Quedaron los dos acostados en la reposera, mirando las estrellas, Paula apoyada en el torso de Pedro y él acariciándole el pelo a Paula.

Sonó el teléfono Paula se levantó y fue a atender...

CONTINUARÁ...

viernes, 12 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA- Capitulo 4 PARTE 2 -"Algo en mi interior"


PAULA
Noté como algunas gotas de lluvia se deslizaban sobre las ventanas del auto. Estacioné el auto y bajé corriendo para no mojarme.
Dejé algunas bolsas sobre el sillón y me puse el pijama. Era tarde, la fiesta en casa de mis padres había durado mucho y la verdad que estaba muy cansada. Me acosté y quedé dormida al instante.
Al otro día me levanté con un fuerte trueno. La tormenta seguía allí afuera. Me levanté, fui al baño, preparé mi desayuno y me puse a leer una revista.
Llamaron algunos familiares para otra vez desearme un feliz año. Esperaba un año diferente, aunque siempre decía lo mismo y terminaban siendo todos iguales o peores que el anterior. Pero con Pedro ya habíamos empezado bien.
Recibí un mensaje de Pedro, diciendo que tenía una sorpresa para mí. Le dije que viniera a casa cuando quisiera.
A las cuatro de la tarde ya lo estaba esperando con dos café con leche y cuatro tostadas. Lo vi llegar por la ventana, así que abrí la puerta antes de que pudiera tocar timbre.
-¿Me estabas esperando?-dijo sonriendo. Entró a la casa y vio toda la merienda servida y agregó –Veo que sí.
Traía un paquete en sus manos, no pregunté nada y nos sentamos a tomar la merienda.
Entre miradas y sonrisas nos terminamos todo. Quedamos los dos sentados junto la ventana. El día seguía feo y lo único que quedaba por hacer era ver una buena película, acompañada.
Puse una de esas películas románticas, nos sentamos esta vez en el sillón y comenzamos a mirarla. Obviamente yo terminé con lágrimas en los ojos, y él solo me miraba asombrado y se reía.
Giró su cabeza buscando donde había dejado aquel paquete. Lo trajo y me lo entregó.
-¿Qué es esto?-le dije mirándolo sorprendida.
-Tu regalo de navidad, atrasado- me dijo riéndose.
Lo abrí intrigada. Cuando observe su interior quedé sorprendida y lo miré a él.
-Quería que lo tuvieras vos-me dijo.
Me acerqué a él y lo abracé. Y al oído le agradecí.
Seguía contemplando aquel libro que tenía sobre mis manos. Tenía el mismo título, pero era de ediciones anteriores.
-¿Estás seguro que queres dármelo?-dije.
-Sí, estoy seguro-dijo y agregó – Ahora entiendo porque mi padre nunca pudo terminarlo.
Lo miré, sabía de qué hablaba.
-¿Lo leíste todo?-dije. Él simulo un “si” con la cabeza.
-¿Que te pareció?
-Increíble.
Asentí. -Quiero que tengas algo- dije levantándome del sillón.
Fui hasta mi habitación, agarré mi libro que estaba sobre la cama y se lo llevé.
-Me regalaste el libro de tu madre Pedro, ahora quiero que te quedes con el mío-dije entregándoselo.
-¿Estás segura?
-Sí.
Quedamos los dos en el sillón mirando otra película. Yo estaba acostada con mi cabeza en su falda. Enseguida lo miré.
-¿Crees que estamos haciendo lo correcto?-le dije.
-¿Lo qué?-me dijo sin entender.
-Estar juntos.
-¿Vos queres estar acá, conmigo?-me dijo.
-Si
-¿Entonces que puede ser lo incorrecto?
No dije nada, volví a mi posición y seguí mirando la película, mientras él me acomodaba el pelo a su gusto.

Terminó la película. Después de un rato estábamos los dos junto a la puerta, él se tenía que ir. Nos miramos unos segundos. Se acercó a mí para darme un beso en la mejilla, pero su boca se desvió y quedó enfrentada con la mía. Abrí los ojos, sus ojos me miraban fijamente, le sonreí y enseguida rompió ese poco espacio que nos separaba. Una sensación indescriptible recorría todo mi cuerpo, subía hacía las nubes y volvía a bajar, lo tenía enfrente. Se apartó un poco y me volvió a mirar, me sonrió y yo hice lo mismo, ahora despidiéndolo con un hermoso abrazo. Lo saludé por la ventana, observando sus pasos. Me quedé allí pensando en él. Aquella pregunta que le había hecho se esfumó de mi cabeza rápidamente, creo que estar con él era lo más correcto que había hecho últimamente. Abrí el libro que me había obsequiado Pedro, de solo pensar que había pasado por las manos de su madre me hacía sentir especial. En él había una página marcada con una foto, di vuelta la misma para observarla bien. Era de la familia de Pedro. Podía reconocer a sus hermanos y a su padre, y la mujer hermosa que estaba a su lado que, seguramente era su madre. Di vuelta la foto y en ella había un “Te quiero” escrito, seguido por su nombre, Pedro. Sonreí.

El tiempo se fue convirtiendo en amor. Cada día que pasaba junto a Pedro se volvía maravilloso. Hoy hacía tres meses que lo había conocido, ahora lo tenía a mi lado. Me quería proponer algo, se lo notaba nervioso.
-Bueno, ¿me vas a contar o no?-dije apurándolo.
-Sí, quería hacerte una invitación.
-Decime-le dije sonriendo.
-Quería invitarte a Carlos Paz. Mi padre tiene una casa allí y nos la podría prestar-dijo al fin.
-¿En serio?
-Sí, pero bueno, si no te gusta podemos ir a otro lado.
-No Pedro, es genial la idea, me encanta.
-¿Entonces queres venir?-dijo.
-Sí, claro-dije entusiasmada-¿Cuando vamos?-agregué.
-La semana de turismo, ¿te parece?
Solo le respondí con un abrazo y un beso.
Esa tarde de sábado fue normal. Un día bastante agradable, con Pedro paseamos un poco por la plaza y merendamos dos café con leche y cuatro tostadas, ya se había vuelto habitual.

El viaje me tenía algo nerviosa. Es decir iba a ser la primera vez que íbamos a estar realmente solos tanto tiempo, y como para sumarle a todo, durmiendo juntos. Hacía tres meses que lo conocía y casi dos que estábamos de novios, o algo así. Confiaba en él plenamente y estaba segura de que estaba enamorada, pero igual la situación me ponía nerviosa y ansiosa.
Pedro ya me había llevado a comer con su familia, eran todos muy agradables, solidarios y de buen corazón. El padre de Pedro era una persona increíble. Puedo recordar que al verme llegar le dio unos golpecitos a Pedro en el hombro diciéndole que estaba orgulloso de él.
Faltaban dos días para partir hacia Carlos Paz. Tenía mucha curiosidad por saber lo que me esperaba junto a él.
Preparaba las valijas para una semana, pero creo que me llevaba hasta la cortina de la ducha. Obviamente tenía que llevar a Moro conmigo, así que tuve que preparar todo para él también. A Pedro le entregaban el auto en abril, así que de todas formas tendríamos que ir en mi auto.
Esa noche fui a cenar a lo de mis padres. Todo parecía transcurrir normal y creo que desde navidad nunca más se habían peleado. Les conté que me iría una semana a Carlos Paz con Pedro, ellos encantados se pusieron felices por mí. Luego ayudé a mi madre a lavar los platos, mientras conversábamos un poco.
-Ese chico, Pedro, ¿cómo es contigo?-dijo mi madre mientras secaba un plato.
-Es muy buena persona mamá.
-Sí, me imaginé. Lo noté desde la primera vez que lo trajiste a casa.
-Es especial.
-Me gusta verte feliz.
-Lo estoy-dije mirándola.
Ella me sonrió dejando un plato sobre la mesa y tomando otro.
Esa noche llamé a Pedro para ver cómo iba todo. Mientras hablaba con él, encontré sobre el mueble el libro que me había regalado, lo guardé en la valija.
El día siguiente se pasó rapidísimo, y por fin ya era martes, el día que nos íbamos.
Subí todo el equipaje al auto, levanté a Moro y pasé a buscar a Pedro. Bajé del auto para abrir la valija del auto. Él me saludó con un beso. Ya estábamos prontos para partir.
-Me vas a tener que dejar manejar un poco después-dijo.
-Me imagino que tenes libreta.
Sacó la libreta de su bolsillo y agregó – Por supuesto.
Y así comenzó el viaje que duró aproximadamente nueve horas. Pedro quiso manejar casi todo pero obviamente no lo dejé, se lo veía cansado. Salimos a las 8 de la mañana y llegamos cinco y media de la tarde.
Paramos en una casa hermosa, asombrada le pregunté si era acá el lugar donde nos quedaríamos, él respondió que sí.
Bajamos del auto. La cabeza se me despejó al instante. Aroma a naturaleza, a las sierras, todo parecía perfecto.
-Es hermoso Pedro-dije mirando el lugar.
-Sabía que te iba a gustar. Sonreí.
Bajé a Moro del auto, enseguida salió a correr por todo el lugar.
-Vení, vas a ver lo que es vida- me dijo llevándome de la mano hacía el campo que había detrás de la casa.
Cada rincón que me mostraba Pedro me asombraba más. –Gracias por traerme, creo que nunca en mi vida vi algo tan hermoso como esto-dije.
Luego de esa hermosa caminata, nos sentamos a comer algo, no comíamos nada desde la mañana y teníamos muchísima hambre. El celular de Pedro sonó, él leía el mensaje preocupado y enseguida dejó caer el celular sobre el sillón.
-¿Pasa algo?-dije.
-No, nada.
-¿Qué pasa Pedro, quien era?
-Mi ex, nada importante.
-¿Tu ex? ¿Qué quiere?
-No sé, a veces se le da por mandarme mensajes. Me tiene harto.
Estaba confundida, me levanté de la mesa y salí a las afueras de la casa. Noté como Pedro venía detrás de mí. Me senté a las orillas del arroyo que había detrás de la casa. Él hizo lo mismo a mi lado.
-¿Te enojaste?-dijo mirándome.
-No-dije.
-Sabes que si en verdad me importara esa chica estaría con ella ahora. Pero estoy con vos, vos me importas-dijo.
Lo miré.
-¿Viniste acá con ella?-dije.
-No-me dijo desviando su vista hacia el arroyo. –Nunca traje a nadie acá. Este lugar es especial para mí, y si vengo con alguien esa persona también tiene que serlo.
-¿Yo soy especial?-dije.
-Desde que te vi nerviosa y preocupada en aquel kiosco supe que eras especial.
Me acerqué a él y lo besé, él se me quedó mirando con su dulce mirada. Me tomo de la mano y agregó –Vení, te tengo que mostrar algo.
Caminamos un poco hasta llegar a una pequeña huerta, que por cierto estaba un poco descuidada.
-¿Qué esto? ¿Cultivabas?-dije riéndome.
-No es gracioso-dijo él también riéndose.- Acá el que ponía las semillas era yo, y el que las cuidaba también era yo. Esta huerta era prácticamente mía.
-No te tenía con ese perfil. Falta que me digas que saber montar un caballo-dije riéndome.
-No, por ahora no sé.
Descansamos un rato. Pedro estaba en el sillón y yo en la hamaca paraguaya leyendo una revista. Ambos quedamos completamente dormidos. Me desperté después de una hora, estaba todo oscuro así que supuse que Pedro seguiría durmiendo. Me levanté de la hamaca muy despacio para no hacer ruido. Fui hasta el comedor y prendí la luz del patio. Me senté allí un rato hasta que sentí su presencia a mi lado.
-Hola-me dijo.
-Hola-dije levantando la mirada.
-Que hermosa noche-dijo sentándose a mi lado.
Asentí.
-Tengo una idea-dijo.
-Contame-dije acomodándome en el asiento.
-¿Hacemos una fogata?
-¿Una fogata?-dije sorprendida.
-Si Paula, es fácil, mi padre me enseñó cuando era chico.
-¿Estás seguro? No quiero que salga nadie lastimado-dije riéndose.
Dejé a Pedro haciendo la fogata afuera mientras me daba una ducha rápida. Cuando salí él ya estaba sentado alrededor de la misma, esperándome.
-¿Qué te parece?-dijo.
-Genial.
Me senté a su lado, él me rodeo con sus brazos y me sonrió.
-¿Tenes frío?-me preguntó.
-Ahora no-dije. Me estiré algunos centímetros para besarlo y él hizo lo mismo.

PEDRO
Comimos unas empanadas junto a la fogata y nos quedamos hablando un rato. Estábamos cansados por el viaje así que decidimos ir a dormir. Paula entró a la casa mientras yo trataba de apagar el fuego. Entré a los diez minutos, vi a Paula parada en la puerta de la habitación mirando la cama de dos plazas. Me acerqué a ella y la abracé por atrás, sin embargo ella seguía mirando la cama.
-Si queres duermo en el sillón-dije.
Ella no contestó.
-No me molesta dormir en el sofá-dije otra vez.
-Soy una tonta-dijo.
-Está bien, te entiendo-dije dándole un beso en la mejilla.
Paula se acostó en la cama y yo me quedé en el sillón. Sinceramente no me molestaba dormir allí. La casa ya estaba oscura, trataba de encontrar la mejor posición para dormir, se estaba volviendo complicado. Una luz se prendió, levanté la cabeza. La vi a ella parada junto a la puerta. Me senté en el sillón.
-¿Pasó algo?-dije.
-Pensé que iba a estar mejor sola, pero me di cuenta que te quiero allá conmigo-dijo estirando su mano para que la tomara.
Me levanté del sillón, agarré la almohada y me dirigí al cuarto detrás de ella. Ya acostados me la quede mirando.
-¿Estás segura?-dije. Ella asintió, me estiré para besarla. Sonrió.
Los días siguientes transcurrieron normales, nada fuera de lo normal. Nos divertíamos juntos y podíamos pasar todo el rato hablando sin preocupaciones. Llamé a mi padre para avisar que todo estaba bien, ella hizo lo mismo con los suyos.

Así pasaron algunos meses junto a ella. Cada día me enamoraba más, cada día la volvía a elegir. Ahora estábamos en la cama de su casa, mirándonos. Ella me acariciaba el rostro y yo solo sonreía. Fue ahí cuando unas hermosas palabras que nunca había escuchado de su parte salieron de su boca, -Te amo-dijo aún mirándome. Me acerqué lentamente a ella y comencé a besar su cuello. Ella con una sonrisa trataba de apartarme. Seguí por su boca, sus ojos se cerraban, llegué a su odio y solo le respondí.
-También yo.
Una noche diferente, distinta a tantas. Podía sentir como nuestros cuerpos se conectaban como si fueran compatibles. Nuestra conexión era perfecta, casi imposible de describir. En cada acción sentía que la amaba aún más que antes.












PAULA
Veía su rostro. Y solo pensaba en cuanto había cambiado mi vida. Ya faltaba poco para que hiciera un año desde que nos conocimos. Algunos pensamientos pasaban por mi cabeza. Sentía su respiración, sus manos acariciándome y sus besos en mi boca. Al rato quedamos los dos dormidos. Yo sobre su pecho dormía tranquila. Moro que de vez en cuando se subía a la cama tratando de molestar.
Ya no tenía sentido. Pedro vivía a cuatro cuadras, pero ya prácticamente vivía en casa. Estaba conmigo todo el día y hasta a veces se quedaba a dormir. No necesitaba pensarlo más, quería tenerlo conmigo siempre. Ya había tomado la decisión.
-¿Vos estás segura de lo que decís Paula?-respondió Pedro al respecto.
-Si Pedro, se que va a ser complicado convivir, pero creo que lo podemos intentar ¿no?
-No se Paula, yo no quiero que te sientas presionada ni nada. No quiero que cambies tu vida de un día para otro.
-Ya cambiaste mi vida, Pedro.
Él sonrió y me besó.

El poder del amor RENOVADA - Capitulo 4 - Todo va a estar bien PARTE 1


PAULA
Llegué a casa a las dos de la mañana. Aún sin sueño prendí el equipo de música y puse uno de mis temas preferidos. “Upward Over the mountain”. Me senté en el sillón y me puse a leer otra vez mi libro. Lo abrí sin mirar. Página 98. Capítulo 9.
Lo tenía frente a mí. Las lágrimas abundaban en mi rostro. Mi madre trataba de calmarme pero yo solo la apartaba enojada. Lo único que podía hacer ahora era despedirme, pero esta vez iba a ser para siempre. No quedaba que decirle, le había entregado mi vida, mi corazón, mi mundo. Otra vez recordaba mi vida junto a él, todo lo que habíamos sufrido. Todo había pasado demasiado rápido. Rezaba con mi rosario en la mano, y le pedía a Dios que te cuidara. Repetía tu frase tan usual “Todo va a estar bien”. Nuestros hijos estaban a mi lado. Aún sin entender dejaban caer algunas lágrimas y me tomaban de la mano. A veces me preguntaba porqué la vida era tan injusta con las personas que solo se dedicaban a hacer el bien. Trataba de mostrarme lo mejor posible delante de mis hijos. Era la peor situación que me había tocado vivir, a pesar de tantas. Miraba a mí alrededor, todo podría haber sido distinto. Sé que estás detrás de mí viendo como lloro por ti. Sé que estas recordando todo lo que hemos hecho juntos como si fuera un álbum de fotos. Y también se que estés donde estés me estás diciendo “todo va a estar bien”.
Ahora estaba en mi habitación sola, como en aquellos tiempos. Una canción diferente sonaba en la radio con poca señal. Una canción que iba de la mano con mi estado de ánimo. Profunda y sentida.
Recuerdo tus palabras tan insensatas, pero que me calmaban y me hacían reír igual.
Sabía que de una u otra forma iba a lograr comunicarme contigo. Porque si hay amor no hace falta nada más.
Cerré el libro y me quedé observando cómo Moro comía. Me dirigí a la ventana, algunos fuegos artificiales seguían iluminando el cielo. Pensaba si existían historias como la de este libro, reales, y de solo pensarlo un escalofrío me recorría el cuerpo.
No había sido la mejor navidad de todas, pero por lo menos la mayor parte del tiempo la pasé bien. Me dejaba mal discutir con mis padres, pero no me quedaba otra, todo lo que les había dicho lo sentía y sabía que podría llegar a ser lo mejor para todos.
Mi celular sonó nuevamente, era Pedro que me preguntaba donde estaba. Le respondí que estaba en casa a lo que me preguntó si quería que pasara por acá, no lo pensé y le respondí que sí.
Mientras seguía mirando por la ventana lo vi llegar, con sus dos manos en los bolsillos, mirando hacia abajo, algo despeinado. Me vio por la ventana y enseguida sacó una mano para saludarme. Fui hasta la puerta y le abrí, lo hice pasar. Nos sentamos en el sillón.
-¿Cómo pasaste con tu familia?-le dije.
-Bien por suerte, ¿vos?
-Bien, hasta que mis padres empezaron a discutir.
No dijo nada, tampoco esperaba que dijera algo, con todo lo que me había dicho aquella noche era suficiente.


PEDRO
Otra vez estaba sentado en el living de su casa, hablando de la vida. Me ofreció un café que acepté con gusto. Vi un libro sobre el sillón, lo tomé y enseguida me preguntó si lo conocía. Le dije que no, pero su tapa me parecía familiar.
-Podrías leerlo-me dijo sonriendo.
-No leo mucho.
-Siempre se empieza con algo.
Volví a leer su título que me parecía tan conocido; “El Poder del Amor”. Algunos recuerdos volvieron a mi cabeza rápidamente, Paula lo notó.
-¿Pasó algo?
-El libro, mi madre lo leía.
-¿En serio?
Enseguida di vuelta el libro para leer su contratapa. Recordaba las cenas en casa, cuando mi madre se sentaba en la punta de la mesa y le contaba a papá sobre el libro, y él sorprendido siempre le pedía para leerlo. Yo escuchaba su historia, parecía triste. A veces me levantaba a buscar un vaso de agua por la noche y la veía a ella con el libro en las manos, en el comedor, llorando. Otras veces sonriendo. Hasta que el libro quedó solo, nadie lo sostenía. Fui allí cuando mi padre lo tomó por primera vez. Y por razones que desconozco nunca pudo terminarlo, siempre trató, pero se hizo imposible.
-Debe estar en la casa de mi padre, mañana lo voy a ir a buscar-agregue.
Ella me sonrió.
Ya eran las tres y media de la mañana, me despedí con un beso en la mejilla. Me daba mucha vergüenza besarla, nunca sabía si era el momento adecuado o como podría llegar a reaccionar. Me fui a casa caminando, todavía seguía en mi cabeza la idea de comprar el auto, pero no encontraba ninguno demasiado barato.
Llegué a casa, me quedé pensando en aquel libro. Quería saber que era lo tan especial que tenía. Quería ir a buscarlo ya.

Pasaron los días, por suerte había conseguido el libro, algo viejo y desarmado, pero al fin y al cabo lo tenía en mis manos. Cada día junto a Paula se iba volviendo más interesante. Creo que ambos estábamos enamorados, pero después de aquellos dos besos nunca más la había besado.
Comencé el libro el primero de diciembre. Ya había terminado la gran fiesta y ahora estaba en casa solo. Las primeras páginas parecían ser normales, una historia que te atrapaba capítulo a capítulo. Se hicieron las 3 de la mañana y estaba seguro que más de una sonrisa se había dibujado en mi rostro.
Recibí un mensaje que decía “Apaga la luz” era de Paula, pero ¿Cómo sabía que estaba despierto? Miré por el balcón y vi su auto abajo. Ella me saludó desde allí y siguió su camino.

Al instante le mandé un mensaje “Feliz Año, te quiero”. A lo que respondió “Es el primer te quiero del año” le respondí “Yo diría el primero de muchos”. Unas ganas de abrazarla me recorrieron todo el cuerpo. 

jueves, 11 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA - Capítulo 3 "Totalmente diferente"

PEDRO
Sus palabras tan profundas y ciertas eran las que yo también sentía hace mucho tiempo. Estaba igual que ella. Todavía no podía creer que estuviera abrazándome y contándome sus problemas. Veía en ella algo especial, totalmente diferente.
-Quizás deberías comenzar por dejar esa enorme carga que traes en los hombros. Piensa que tú no eres la responsable de esos problemas. Tal vez las cosas mejores y cambien. Pero tienes que ser paciente. Hay que darle tiempo al tiempo- agregué.
-Tenes razón, soy una tonta- dijo secándose unas lágrimas y desvalorizándose.
-No digas eso, vos no sos ninguna tonta. Vos sos… vos sos especial- Enseguida noté como ella levantaba la cabeza y me regalaba una sonrisa.
-Por cierto, mi cumpleaños es el 6 de septiembre-me dijo sonriendo.
Luego de algunas otras palabras, me despedí, agradecí y me bajé del auto. Entré a mi apartamento oscuro, prendí la luz, otra vez solo.

PAULA
Llegué a casa, estaba con la autoestima baja, así que tomé mi libro y me acosté. Lo abrí en cualquier página. Página 50. Capitulo 5. Comencé a leer.
Totalmente diferente.
Seguía pensando en el chico que había conocido en aquel baile. Su nombre todavía daba vueltas en mi cabeza. Saqué una servilleta arrugada del bolsillo de mi campera. Su número estaba anotado allí. Pensé en llamarlo pero la vergüenza no me dejaba hacerlo. Dejé la servilleta arrugada sobre la mesa del living. Observaba como mi madre pasaba la escoba y se secaba algunas lágrimas. Me acerqué a ella preocupada, levantó su rostro y se lo tapó enseguida con una mano. Yo intrigada y asustada aparté su mano. Un frío me recorrió todo el cuerpo. Y solo algunas palabras salieron de mi boca.- ¿Quién te hizo esto? Ella solo lloraba y se tapaba la cara. Busqué a mi padre esperando explicaciones. Entré a su despacho y allí lo encontré, llorando. Era la primera vez que veía a mi padre llorar. Me senté frente a él y me lo quedé mirando.
-¿Que has hecho?-dije triste.
Él no contestaba solo repetía una y otra vez la misma palabra “Perdón”. Corrí a mi cuarto y me encerré en el mismo. Me acosté en mi cama, observaba ese techo de chapa como si fuera la mejor película. Quería correr y no volver jamás. Las cosas se habían vuelto totalmente diferentes a cómo eran antes. No podía olvidar su beso tan sentido y sus palabras “si me necesitas no dudes en llamarme”. Lo necesitaba más que nada en este momento. Con un rosario en mi mano solo le pedía a Dios que las cosas en mi familia mejoraran pronto. Por favor. Alguien gritaba mi nombre, miré por la ventana, era él. Salí casi corriendo y lo abracé con todas mis fuerzas, llorando, más que nunca. Él sin entender trataba de calmarme, acariciando mi espalda y pronunciando sus palabras de siempre “Todo va a estar bien”. Lo tomé de la mano, caminamos unas cuadras hasta llegar a las orillas de un lago. Nos quedamos los dos sentados mirándonos sin pronunciar ninguna palabra.
-¿Crees que es correcto que esté aquí, contigo?-dije.
-¿Es correcto que tu padre le pegue a tu madre?-me dijo él.
No dije nada, solo lo abracé otra vez.
-Quiero irme contigo-dije.
-Sabes que yo también quiero eso, pero no puedes.
-Es que no quiero perderte.
-No lo harás.
Otra vez mi lágrimas recorrían mi rostro y aún si poder pensarlo lo besé, como la primera vez, un beso que tal vez podía ser el último.
Cerré el libro, apagué la luz y quedé completamente dormida.
Al otro día me desperté a las diez de la mañana. Me levanté, esta vez sin el sol despertador. El día estaba nublado y creo que por primera vez no tuve que acostarme en el piso y estirar mi brazo para alcanzar las pantuflas. Preparé mi desayuno, lo tomé y en menos de media hora ya me encontraba paseando por el barrio. Algunos niños jugaban en la plaza con sus padres y yo solo pensaba en aquellas palabras tan sentidas de Pedro. El tiempo parecía transcurrir lento, pasé por la puerta de su edificio. Lo observé. Retomé mi camino sin rumbo alguno.
Giré mi vista, una veterinaria. Me acerqué para observar a las mascotas. Una me llamó la atención, era un bulldog francés, negro. Entré, pregunté cuando salía. Me enamoré al instante de aquel perro. Fui hasta mi casa, tomé un sobre con plata y me dirigí otra vez a la veterinaria. Firmé algunos papeles, me dieron las vacunas que estaban al día, compré alimento, algunas cosas más y me llevé a Moro conmigo. Moro, así le puse.
Al llegar a casa me quedé contemplándolo. Ahora él era mi nueva compañía, realmente era hermoso, y además era el perro que siempre había soñado de pequeña.

PEDRO
Me levanté a las once la mañana, mi teléfono sonaba. Me levanté algo apurado y contesté lo más rápido que pude. Era mi hermana que llorando trataba de explicarme lo que sucedía. Mientras ella me pasaba la información me vestía. Me lavé la cara y me cepillé los dientes. Salí a la calle y tomé un taxi. Al llegar estaban todos mis hermanos llorando y tapándose la cara con sus manos. Ellos corrieron a mí y me recibieron con un fuerte abrazo y yo solo pronunciaba estas palabras:
-Él es fuerte, va a salir adelante.-Con un nudo en el pecho me senté al lado de mi hermana Carolina que no paraba de llorar.
-No quiero que se vaya- me dijo apoyando su cabeza en mi hombro.
-No lo hará-dije.
A medida que pasaba el tiempo trataba de entender bien lo que había sucedido. Lo único que ahora podía entender era que mi padre estaba grave y que había sufrido un infarto por la mañana. Quedé solo en el pasillo del hospital, pensé en mi madre. Algunas lágrimas salieron de mi rostro. ¿Cómo era posible que pasaran tantas cosas malas en mi vida? No podía perder las esperanzas, tenía que ser fuerte, rezar lo más que pudiera. Mi hermano Federico se acercó a mí ofreciéndome un vaso con agua.
Un doctor salió con novedades, todos nos paramos esperando respuestas. “Estamos haciendo todo lo posible” las mismas palabras que habían dichos los doctores horas antes que falleciera mi madre. Mi vida se desplomó otra vez. Mi celular sonó, atendí.
-¿Hola?-dije tratando de ocultar la angustia.
-Pedro, ¿estás bien?-me dijo.
-¿Paula?
-Sí, ¿Qué pasa?-me dijo notando mi voz.
-Mi padre está grave en el hospital.
-¿En qué hospital está?
Me sorprendí al ver que Paula a los quince minutos estaba entrando por la puerta del hospital. Ella me buscaba con su mirada, yo me levanté para que me viera. Quedamos los dos enfrentados, ella se acercó a mí y me abrazó.
-Gracias, por venir-dije.
Nos sentamos juntos, ella me miraba sin entender.
-¿Qué pasó?
-Tuvo un infarto por la mañana.
-¿No tuvieron más novedades?-dijo mostrándose preocupada.
-Hasta el momento solo nos dijeron que están haciendo todo lo posible.
-Va a estar todo bien-me dijo sonriendo.
-No entiendo cómo me pueden pasar tantas cosas malas a mí, nunca le hice nada malo a nadie-dije casi llorando.
-Son cosas de la vida Pedro, estoy segura de que tu padre es fuerte como vos y que va a lograr salir adelante, no te va a dejar solo. Estoy con vos.
-Sos lo mejor que me ha pasado en estos últimos años-le fui sincero.
Ella me sonrió, y con lágrimas en los ojos se fue acercando a mí. Rompiendo aquel espacio entre nosotros. Podía sentir su respiración en mi rostro. Sus labios se chocaron con los míos, terminado en un hermoso beso. Ella apoyó su frente en la mía y mirándome a los ojos me repitió otra vez:
-Todo va a estar bien.











PAULA
Abrí los ojos. Lo tenía a centímetros de mi rostro. Podía sentir su cara húmeda, veía sus ojos llorosos y su cara de preocupación y miedo. Escuchar de su boca que yo era lo mejor que le había pasado en los últimos años me dejó paralizada. Me sentía especial, me ponía feliz saber que para alguien en el mundo yo era algo.
Giré mi cabeza y noté como un médico salía de una sala. Le avisé a Pedro que rápidamente se paró con sus hermanos esperando novedades.
Yo observaba la situación de lejos. Miraba las caras de cada uno. La tristeza en sus rostros, preocupación, miedo, inseguridad. Observaba el hospital, a mi lado otra familia lloraba desconsoladamente. Detrás de mí, una ventana enorme, detrás de ella una fuente sin agua, sin vida alguna, gris. Fue allí cuando las palabras que me había dicho Pedro la noche anterior volvieron a aparecer en mi cabeza, Tienes a tu papá y a tu mamá, yo daría la vida para poder tenerla a mi madre conmigo.” Tomé el rosario que tenía guardado en mi cartera y comencé a rezar por su padre, para que todo saliera bien. Cerré los ojos por unos segundos. Cuando los abrí noté como Pedro se acercaba a mí con una hermosa sonrisa.
-Está bien, fuera de peligro-me dijo abrazándome.
-Te dije que todo iba a estar bien.
Sus hermanos se abrazaban, felices y por un momento me sentí parte de esa familia que aún ni conocía. Se me cayó una lágrima de felicidad. Supuse que era la situación la que me ponía sensible.
Me quedé en el pasillo mientras él y sus hermanos pasaban a ver a su padre, cada uno salía sonriendo, lo que me llevaba a pensar que estaba todo más que bien. Se hicieron las dos de la tarde. Pedro fue el último en salir de la sala, y yo aún lo seguía esperando allí afuera.
-No era necesario que esperaras-me dijo.
-Quería hacerlo.
-Gracias, no sabes lo mucho que lo valoro.
-Está bien.
Fuimos a comer algo a la cantina del hospital y charlamos un poco. Él decidió ir a su casa para darse una ducha y obviamente yo me ofrecí a llevarlo, él se resistió pero terminé convenciéndolo.
Ya debajo de su edificio, en el auto, no sabía cómo hablarle del tema.
-Con respecto al beso… quería decirte que…- Pedro me interrumpió. Acercándose rápidamente a mí, como yo lo había hecho anteriormente. Otra vez nuestros labios se encontraron. Cerré los ojos, una sensación hermosa recorría todo mi cuerpo.
-No tenes nada que decir-me dijo aparándose unos centímetros de mi.-Gracias- me dijo nuevamente.
Yo solo sonreí y me quedé pensando en lo sucedido. Realmente me estaba enamorando de ese chico.
Llegué a casa asombrada, seguía recordando esos besos como si fueran fotos. Una sonrisa se dibujaba en mi rostro cada vez que pensaba en él.
Me senté en el sillón con Moro, que seguía durmiendo. Y fue así que me quedé dormida en el sillón.

Veinticuatro de diciembre; estaba en la casa mis padres. Una mesa larga cruzaba todo el patio. Algunos chicos corrían con pelotas y muñecas. Mi hermana me arreglaba el vestido. Mi padre aprontaba los fuegos artificiales. Mi madre preparaba el postre. Mis abuelos hablaban con mis tíos. Todo iba genial. Una noche increíble. Se hicieron las doce de la noche. Todos mirábamos hacia el cielo, esperando que empezara ese hermoso espectáculo. Todos se saludaban con un “feliz navidad”, yo sonreía, emocionada tomé mi celular que sonaba. Un mensaje de él. “Feliz navidad, te quiero mucho”. Pedro. Sonreí otra vez. Miraba a mí alrededor y todos parecían estar pasando bien. Por un momento pensé que todo había vuelto a ser como antes. Miré a mi familia, pero allí faltaban mis padres. Mis ojos recorrieron todo el patio buscándolos. Entré a casa y enseguida pude sentir algunos gritos. Era increíble cómo podía llegar a arruinar todo en un instante. Entré a la casa enfadada, buscándolos. Cuando llegué a la cocina mi madre estaba llorando y mi padre solo callaba. Sus ojos se desviaron, ambos notaron mi presencia y quedaron callados. Yo solo los miraba, indignada.
-¿No es posible que podamos tener una navidad tranquila?-dije casi gritando.
-Paula, este no es asunto tuyo-dijo mi madre tratando de que me fuera.
-Sí, es asunto mío. Se encargan de arruinar mí día a día con sus estúpidas peleas. ¿Por qué no se separan de una vez? Me tienen harta.
-¿Qué decís Paula?-dije mi padre acercándose a mí.
-Digo que lo mejor va a ser que se separen, por el bien de Lucia y Gonzalo.
-Ellos no tienen nada que ver…-dijo mi madre
-Ellos son los que más sufren.
Nadie dijo nada.
-Pensé que por una vez en la vida podíamos tener una navidad normal, felices. Pero siempre llego a la misma conclusión, con ustedes juntos no se puede hacer nada. No pido que lo hagan por mí, por lo menos háganlo por mis hermanos. ¿No pueden darles una navidad sin peleas y gritos? Cada vez me sorprenden más-dije simulando un “no” con la cabeza.
Me fui de la cocina tan rápido como pude. Aún no entendía cómo podían ser capaces de esto.
Me senté en un banco que había en el frente de la casa, estaba sola, necesitaba estarlo. Marqué su número.
-¿Hola?
-Hola Pedro, soy Paula.
-Feliz navidad
-Feliz navidad-dije.
-Te noto triste, ¿está todo bien?-me dijo.
-Sí, mis padres y sus típicas peleas de siempre, solo eso.
-Te extraño-me dijo.
-También yo.
Ambos quedamos en silencio por unos segundos.
-¿Vas a estar bien?-continuó.
-Eso creo.
-Te quiero.
-Yo también.
Me quedé con sus últimas palabras, que eran, por ahora las únicas que me habían hecho sonreír después del mal momento.


PEDRO
Hacía tiempo que no tenía una verdadera razón por la cual sonreír. Ahora veía a mi padre feliz, hablando con mis hermanos y lo único que se me ocurría hacer era agradecerle a Dios. Por otro lado había aparecido Paula en mi vida, y ella era otra de las razones por la que hoy estaba tan feliz. Observaba los fuegos artificiales allí arriba mientras tomaba un sorbo de coca cola. Mis sobrinos asustados corrían hacia el interior de la casa y mis primos trataban de colocar los regalos sin que nadie los viera. Miré detrás de mí, su rostro en un cuadro enorme me miraba, y hoy más que nunca la sentía presente. Mi padre había mandando a hacer una fotografía grande de mi madre y la había colocado en el comedor. Los fuegos artificiales terminaron, todos nos saludamos con un “Feliz navidad” y entramos a la casa. Alrededor del árbol de navidad había mínimo 30 regalos, cada uno con el nombre correspondiente. Mis sobrinos intrigados buscaban sus nombres en los paquetes. Yo solo capturaba este momento con mis ojos, mientras algún familiar se me acercaba para alcanzarme algunos regalos.
Salí al balcón, aún con mi vaso de coca cola. Miré al cielo recordándola. No había palabras para describir la falta que me hacía en estos momentos. Mi celular sonó, era ella. Noté su voz triste, quería tenerla conmigo ahora, la extrañaba. Sabía lo importante que era para ella esta navidad y cuando me dijo que sus padres estaban discutiendo se me partió el corazón. No sabía que decirle, opté por un “te extraño” es que era lo que realmente sentía.
Corté la llamada y enseguida me puse a pensar como me podía haber enamorado tan rápido de alguien. La había conocido hacía nada más que unas semanas. Pero la miraba a los ojos y esas semanas se volvían oro y agradecía por haberla conocido. Su humildad, su belleza, era distinta a tanas. Se preocupaba por mí y eso me ponía feliz, sus sonrisas y palabras sinceras hacían que la quisiera aún más. La quería y todavía me llamaba la atención cuanto. Dejé el vaso ahora vacío, sobre la mesa. Buscaba donde sentarme para abrir los obsequios. Los contemplé uno por uno. Uno de ellos era un dibujo de mi infancia. Mi padre lo había guardado, era hermoso. Lo miraba y lo analizaba, cada detalle. Parecía toda mi familia en un gran parque, un momento en el que todo parecía ser amor y felicidad. Lo guardé emocionado, me acerque a mi padre y lo abracé muy fuerte.

-Gracias-le dije.