IMPORTANTE: Esto es una historia ficticia, cualquier relación o semejanza con la realidad de Pedro y Paula es pura coincidencia.
Aclaro esto por acontecimientos sucedidos anteriormente.
GRACIAS, silvina.

martes, 9 de junio de 2015

El Poder del Amor RENOVADA - Capitulo 1 "Un mundo irreal"

PAULA

Yo era una de esas personas que se concentran siempre en el pasado, no relacionaba el pasado con el presente. Nunca me había puesto a pensar que mi presente era el resultado de mi pasado, se podía decir que era uno de mis tantos defectos. Me ponía a pensar en las cosas que ahora me faltaban y, que en algún momento lo habían sido todo. Recordaba mi vida como si fuera un álbum de fotos. De mi infancia tenía algunos recuerdos, escasos, pero por suerte solo recordaba los buenos. ¿Mi adolescencia? Normal, ¿qué les puedo decir? nada fuera de lo común, salía a bailar, estaba con mis amigos y era un tanto rebelde.
Tengo 25 años, vivo en Buenos Aires, y aunque a veces lo niego, odio mi ciudad. Odio caminar y que la gente me empuje, odio el olor a nafta y de solo pensar en el caos que se vuelve Buenos Aires a las siete de la tarde cuando la gente sale de trabajar me da dolor de cabeza.
Ahora me encontraba allí, mirando por la ventana, como si lo que estaba viendo me llamara la atención, no, una simple lluvia, una simple tormenta, una lluvia insignificante pero importante para tantos. Seguía observando como las personas pasaban corriendo por la puerta de mi casa, como volaban las hojas de los árboles y yo acá adentro, casi burlándome del exterior.
Cada tanto tomaba un sorbo de café con leche y mordía una tostada algo quemada.Así eran casi todas mis tardes, me sentaba al lado de la ventana con la merienda e imaginaba la vida de las personas que veía pasar.
A veces mi fijaba hasta en los mínimos detalles de la gente que pasaba por la puerta de mi casa.Veía parejas de adolescentes de apenas 14 años agarrados de la mano y dándose besos extremadamente exagerados, algunos que parecían pasar por una crisis amorosa, mirando el mundo como si fuera algo extraño, que si, en parte lo era, pero iban sin rumbo alguno, algo perdidos.
Cada vez me sorprende más la sociedad de la que formamos parte, vivimos en un mundo totalmente injusto, donde lo único que importa es el dinero y sobresalir entre la gente.
Ahora se dice más “te odio” que “te amo”, ahora decimos “te odio”hasta en un tono de broma o para que el otro se enfade. En la época de mis padres estas palabras caían pesadas y no eran para tomárselas en broma, si te las decían tal vez te quedabas toda la noche sin dormir y más si venía de alguien que realmente te importaba.
Volviendo a las crisis amorosas…hay algo que no entiendo, yo salgo a la calle y veo chicos de entre 13 y 15 años de la mano, besándose o hasta diciéndose que son el amor de su vida, ¿amor de su vida? Convivimos entre una sociedad bastante rara, no sé si rara, avanzada, si esa es la palabra AVANZADA. Donde lo único que importa es que alguien te ame, nadie se preocupa por amar, llevan dos días de novios pero se dicen "Te amo", ¿cómo se puede llegar a amar a una persona en dos días? es algo imposible.Pero claro, a medida que pasa el tiempo te vas dando cuenta que en esta vida nada es real, ahora todo cambió, antes a las parejas divorciadas se las miraba mal, ahora es lo más común, que se divorcien, que las personas se case más de una vez, la violencia, la inseguridad, todo parece ser común y el problema es que nos estamos acostumbrando a un mundo totalmente irreal.
Volvamos a mi vida, seguía con mi café con leche y mis tostadas, vivía sola en “Las Cañitas” en una casa chica, pero linda. Vivir sola… uno de mis grandes pasos, dejar la casa de mis padres, independizarme, fue difícil, pero valió la pena. Me fui a los 21 años, necesitaba valerme por mi misma y creí que esto iba a ser lo mejor, y lo fue.
¿Mi estado sentimental? Sola. Nunca había mantenido una relación estable con alguien. De adolescente había tenido un novio, obvio que siempre creí que era el adecuado para formar una familia, pero a medida que pasó el tiempo me di cuenta que estaba encerrada en un burbuja y que el chico me estaba haciendo realmente mal. Hace aproximadamente dos años que no beso a alguien, puede sonar raro, pero no es mi estilo, digo, estar con cualquiera en algún baile y besarlo, no, no era de esas mujeres, he aquí una virtud.
Mis amigas, seguro que eran los mejores, Luna era la típica histérica del grupo, la que salía siempre a bailar, la chistosa y la divertida. Sofía era la inteligente, siempre tenía una respuesta para todo, y tenía una habilidad extraña para tranquilizar a la gente.
¡No les dije mi nombre!, soy Paula… Paula Chaves. Hace dos años que trabajo para una marca de ropa importante de Argentina, junto a Luna. Tenemos un estudio de diseño, por suerte nos está yendo bastante bien, ahora mi sueño es llevar la marca a los desfiles más importantes del país.










PEDRO

Enseguida giré mi cabeza hacía la izquierda, noté como mi padre se levantaba del asiento y gritaba “GOL” agitando las manos y aplaudiendo, mi hermanos hacían lo mismo y yo solo sonreía. Un domingo al mes organizábamos un partido con mis amigos del trabajo, ya era una tradición. Todo había surgido después de la muerte de mi madre, yo pasaba por mi peor momento y a mis amigos se les ocurrió organizar algunos partidos para despejarme un poco, funcionó, pero todavía no lo supero.Creo que es algo que no se puede superar ni olvidar, tal vez solo un mal momento que hay que dejar ir.
Hoy por hoy mi familia y el futbol son mi todo, hacía un año que me había ido a vivir solo, a un apartamento en Las Cañitas, hermoso barrio. Mis 3 hermanos ya se habían independizado hace tiempo, así que solo faltaba yo. Tengo 27 años y trabajo en un estudio fotográfico con mi mejor amigo Lucas.
Terminó el partido, ganó mi equipo, la verdad que nunca importabaquién ganaba, solo lo hacíamos por diversión, nunca había peleas, éramos un grupo de amigos bastante unido.
Ahora nos dirigíamos todos hacia la casa de mi hermana Carolina, ella nos preparaba una merienda en su casa y de paso pasaba tiempo con mis dos sobrinos.
Después de un poco de diversión llegó la hora de volver a casa, estaba cansado, transpirado, solo quería llegar, darme una ducha y dormir.
Llegué a casa. Al fin. Dejé todo en el sillón y entré casi corriendo al baño. Me bañe. Ahora ya estaba un poco más relajado. Me senté en el sillón, y por un minuto me puse a pensar en mi vida, o mejor dicho en mi presente, en lo que estaba viviendo. Me sentía solo, miraba a mí alrededor y no tenía nada. A veces extrañaba sentir voces, risas o charlas de mis padres, como pasaba en casa anteriormente. Antes todo era diversión, con mis hermanos éramos muy atrevidos y nos pasábamos el día haciendo bromas y jugando. Después de la partida de mi madre todo cambió, estaba claro. La familia se dividió, cuando en realidad eso tendría que habernos unido. Tristemente esa unión no sucedió, ya no éramos la misma familia de antes. Las navidades en nuestra familia se caracterizaban por las mesas grandes y largas, repletas de gente, ahora me iba dando cuenta de todas las personas que faltaban en esa mesa en las navidades anteriores. Se acercaba Noche Buena y por ahora lo único que deseaba era que ésta fuera mágica, diferente a tantas, y que apareciera algo o alguien en mi vida que fuera la razón de mi sonrisa.
Tomé un vaso de agua y me acosté, quedé dormido al instante.
Al otro día me levanté a las 9:30, típico, mi reloj biológico nunca me dejaba dormir, odiaba eso, si no era por mi mismo era por la señora del piso de arriba que siempre se le ocurría mover los muebles a las ocho de la mañana. Eso es algo que me enfada y me pone de mal humor.A veces estoy acostado, tres y media de la mañana, tendría que estar en el quinto sueño, pero no, siempre está la señora del piso de arriba que decide ablandar los zapatos de taco alto en la madrugada o el señor que abre la ventana cada tres minutos para salir a fumar al balcón. Después las típicas discusiones de pareja, y bueno, después la reconciliación, que seguramente no era la mejor parte, en mi caso, digo... de escuchar, ustedes me entienden. Luego de que pase todo esto, deciden acostarse y dormir. Pero no, vos seguís desvelado gracias a ellos y te dan ganas de ir a buscar la escoba y empezar a golpear el techo en forma de venganza. Luego tomás el control de la televisión dispuesto a encontrar la mejor película, pero no, lo único que hay son esas personas que le tiran las cartas en vivo a la gente ¿qué necesidad de contar los problemas de las personas al aire? Darte cuenta de que son las cuarto de la mañana, apagar el televisor, dejar el control remoto en la cama, girar y dormirte. Seis y media de la mañana, un movimiento brusco en la cama produce que el control remoto salga volando, que las pilas se salgan y que vos quedes con el corazón en la boca por semejante ruido. Típico, ¿acostumbrado a levantarme a las 7.45? sí, creo que repetí cuarto de secundaria como 3 veces, esto provocó que mi reloj biológico se fuera acostumbrando, cosa que detesto, por suerte se ha ido alargando hasta nueve y media.












PAULA

Me senté en el sillón, sin nada que hacer. Miraba ese estúpido e insignificante televisor, sin razón alguna, lo miraba pero mi cabeza estaba completamente en otra cosa.Seguía comiendo tostadas y cada tanto tomaba un sorbo del café con leche, ya frío y sin gusto alguno. Me levanté otra vez, estaba en esos días, en los que no tenés ganas de hacer nada, nada te importa, estás histérica, sensible y hasta malhumorada. Decidí ir a arreglarme un poco, la verdad que mi estado era deplorable, me miraba al espejo dos veces para confirmar que lo que estaba viendo era realmente mi rostro. Traté de sacarme los nudos que tenía en el pelo cinchando con el peine.Luego fui hasta el baño, me lavé la cara para refrescarme, agarré un short de jean, una remera un poco suelta, unas zapatillas y salí a caminar un poco por la zona. La gente del barrio siempre parecía ser amable, igual nunca faltaba el tarado que se hacía el distraído, pero que sabía bien que su vista estaba enfocada en una parte de mi cuerpo, si. Pasar por la puerta de la panadería y sentir ese olorcito a pan casero, y enseguida ver como salen las señoras con las bolsas llenas de bizcochos para preparar la merienda. Sigo caminando, me cruzo con los chicos que van a rendir exámenes, si, obvio, te das cuenta, 20 de noviembre y con uniforme, caras de estrés total, algunos con la sonrisa plasmada en el rostro y otros que hablan nerviosos por teléfono. Las notas o calificaciones, como quieran llamarlas, aquellas que impedían un buen clima en casa, a mi por suerte me iba bastante bien en el colegio, pero a mi hermano le iba muy mal. Era llegar con el boletín en la mano y papá y mamá lo sentaban en el sillón con sus respectivos discursos. Seguía mi camino hacía quien sabe dónde, la gente que paseaba al perro, parejas caminando de la mano y yo sola, sola con el mundo, sin tener a quien tomar de la mano, sin tener con quién hablar o tal vez sin tener con quien reírme un rato, no esperaba mucho, creo que lo esperaba únicamente era a alguien a quien amar.
Luego de esa vuelta o paseo por el barrio llegué a casa, eran cerca de las ocho de la noche, necesitaba darme un baño y relajarme un poco. Luego de una ducha preparé la cena, obvio, para mi sola, todavía no me acostumbraba a esta soledad permanente.
Me senté en el sillón y apoyé el plato en la mesa ratona, lo miré, nada mal, sándwiches calientes, algo sencillo, típico de mi.
Miraba las típicas novelas argentinas de las nueve de la noche, aquellas donde siempre está la pareja perfecta, la loca histérica, el galán, el rico, el pobre que termina rico, el que parece bueno pero es malo, y el amor, el amor que parece imposible entre los protagonistas. Todos sabemos que esas cosas no suceden en la vida real, si fuera así las cosas serían un poco más fáciles.
Sería más fácil que el hombre indicado tocara la puerta de tu casa y te dijera “Hola, soy el amor de tu vida”, si, sería genial, pero si lo analizamos bien sería aburrido. No existe algo mejor y más lindo que los primeros meses de relación, las típicas charlas sin sentido, los besos robados, los abrazos contenedores y lo mejor de todo el apoyo en la pareja.
Terminé de comer, dejé el plato en la cocina, sinceramente no tenía ganas de ponerme a lavarlo, estaba cansada. Me quedé un rato leyendo mi libro favorito “El poder del Amor”. No podía haber libro más sentido y profundo que este. Estaba segura que el libro había pasado por las manos de todas mis amigas y, por un lado me asombraba saber que estaba en mis manos nuevamente. Era triste y feliz a la vez. Se trataba de dos chicos que se conocieron de adolescentes, cada uno estaba perdidamente enamorado del otro, pero por circunstancia de la vida se separaron. Ambos crecieron y se volvieron a encontrar y, por fin pudieron formar una familia, todo iba bien, hasta que uno de ellos falleció por una enfermedad y la vida los volvió a separar. El libro habla del verdadero poder del amor, aunque la persona indicada no esté presente.
Apagué la luz, dispuesta a dormir, pero como siempre me quedé mirando el techo mínimo 20 minutos, pensando cómo era mi vida hacía 5 años.Era perfecta, tenía todo lo que podía y tal vez todo lo que quería, tenía la familia ideal, éramos todos felices, pero pasó el tiempo y se fueron borrando personas de la foto.Mi padres empezaron a discutir, las notas de mis hermanos empezaron a empeorar, a mi hermana menor, Lucía, la tuvieron que llevar al doctor unas cuantas veces, por un dolor de panza seguido, obviamente era producido por los nervios que tenía, mis padres estaban a punto del divorcio y creo que si aún no lo hicieron es por mi hermanos.  Mi madre por su parte es histérica, siempre hay que hacer lo que ella quiere, es la jefa de la casa, en cambio papá es totalmente distinto, es tranquilo y hace lo que le piden, se deja llevar, son personalidades muy diferentes, pero que en algún punto se complementan. Quedé completamente dormida, pensar en mi pasado y en la vida que soñaba tener siempre me ayudaba a dormir, tal vez era porque me cansaba de imaginar todo lo que quería o todo lo que deseaba, pero por un lado sabía que solo necesitaba una cosa, a alguien.
Al otro día el despertador sonó diez y media de la mañana, abrí los ojos. Enseguida quedé encandilada por la luz del sol. Todas las mañanas pensaba lo mismo “debo comprar mejores cortinas” pero solo se ha vuelto un pensamiento, tal vez porque me olvido de comprarlas o por el simple hecho de que ya me he acostumbrado a despertarme con la luz del sol en la cara.
Aún con los ojos entrecerrados me senté en la cama, me quedé unos segundos así y luego empecé a buscar mis pantuflas que como siempre terminaban debajo de la cama, lo que llevaba a que tuviera que acostarme en el piso y estirar mi brazo lo más que pudiera hasta alcanzarlas. Si, esto también ya se había vuelto habitual. Luego de este procedimiento seguíamos con el siguiente paso, preparar el desayuno. Este es el momento en el día en el que me arrepiento de no haber lavado los platos la noche anterior. Tal vez en algunos sentidos era un poco bipolar; odiaba arreglar, pero odiaba ver la casa desarreglada.
Tomé dos rebanadas de pan y las coloqué en la tostadora, mientras preparaba mi infaltable café con leche, por cierto con cuatro cucharaditas de azúcar. He aquí un buen dato, siempre cuatro, ni más ni menos. Luego ponía la taza en el microondas aproximadamente un minuto y quince segundos. Si, esos quince segundos eran importantísimos. Desde chica mi madre me preparaba el café con leche y lo calentaba en el microondas por un minuto y quince segundos. Ella siempre decía que esos segundos eran esenciales, ¿Quién sabe?
Luego de unos minutos notaba como las tostadas salían volando de la tostadora, cosa que detestaba, por suerte siempre caían arriba de la mesada, nunca en el piso. Abrí la heladera, tomé la manteca y la mermelada, luego llevé el desayuno a la mesa y me quedé mirando otra vez el televisor apagado. Me tentaba prenderlo.Creo que era al único artefacto de la casa al que no le daba tanto uso, es decir si, estaba todo el día prendido, pero solo por elhecho de escuchar voces y no sentirme tan sola.
Tomé el desayuno y me digné a lavar los platos, al fin. Entraba una y media a trabajar, antes tenía que bañarme, arreglarme, cambiarme y todo eso que hacen las mujeres antes de salir a la calle.
Al rato ya estaba sentada en el auto, había aprendido a manejar hacía poco, digamos que no salía mucho a manejar simplemente por los nervios que me agarraba. Me costaba mucho, más la primera parte, la que consiste en poner el cambio en punto muerto, prender el auto, otra vez el embrague para poner primera y luego apretar un poquito (fundamental) el acelerador para no salir disparado. Luego hacer un balance con el embrague y el acelerador hasta que el auto arranca. Claro, parece muy fácil, pero no, creo que arrancar es la peor parte, después ya está, si sabes frenar y esquivar a los dementes que hacer bobadas en la calle ya está.







PEDRO


Suspiré, lo mejor de despertarme temprano era que por la mañana no me arrepentía, siempre me daba el tiempo para hacer de todo y hasta para descansar un rato antes de ir a trabajar. Igual cuando llegaba del trabajo siempre venía bien esa siestita para reponer energías.
Estaba caminando, como todos los días, estaba juntando plata para comprarme un auto sencillo, lo necesitaba mucho. Llegué al trabajo, allí ya estaba Lucas haciéndole un book de fotos a una modelo. Dejé que siguiera su trabajo y me dirigí a mi oficina. Inmediatamente busqué en la heladera una botella de agua, no tuve tanta suerte, estaba completamente vacía y yo tenía una sed infernal. Le avise a Lucas que bajaría al kioscoa comprar agua, el simuló un “si” con la cabeza y siguió en lo suyo. Tomé las llaves, dinero y bajé. Veinte de noviembre, la calle parecía que se derretía, hacía muchísimo calor, miraba al cielo y lo único que se me ocurría pedir era lluvia y una botella de agua. Como era de esperarse el kiosco estaba lleno de gente, todos con cara de agotamiento físico, algunos que se remangaban la camisa, otros que luchaban con el uniforme del trabajo que llevaban puesto y otros que disimuladamente aguantaban el calor sofocante que hacía allí adentro. Como de costumbre solo había una chica que atendía y que demoraba dos horas en dar el cambio, detrás de mí la fila se iba alargando más, y cada vez que volteaba la cabeza por lo menos 3 personas se iban agregando. A mis espaldas tenía a una chica morocha, de un metro ochenta aproximadamente, me la quedé mirando sin que ella lo notara, observaba su cara de preocupación y nerviosismo cada vez que miraba el reloj que llevaba en su muñeca. Cada tanto se tocaba la frente, supongo que tratando de contener el calor y se abanicaba con un folleto que decía “Empanadas al mejor precio”, sonreí.
En ese momento siento que me tocan el hombro y junto a esto unas palabras que provenían del final de la fila “Dale amigo, te toca, apúrate”. La chica morocha me miró, supongo que se sentía observada, nuestras miradas se cruzaron y por un segundo sentí como un escalofrío me recorría todo el cuerpo. Giré mi cabeza y la muchacha que atendía en el kiosco me miraba con cara de “¿Qué vas a llevar?”.
-Un agua, por favor-dije algo nervioso aún. La muchacha me acercó un agua, la tomé, hervía. –Disculpe, ¿no tendrá una más fría? – dije tratando de ser amable, aunque la situación ya me estaba superando, sentía como me sudaban las manos y como todo daba vueltas, estaba mareado.
-No hay agua fría, ¿la vas a llevar igual?-me dijo. Inmediatamente noté como la fila se iba achicando, seguramente todos querrían agua fría, se fueron como 6 personas del kiosco y solo quedamos la chica morocha, una señora y yo. Seguía notando el nerviosismo y el apuro que tenía la chica que estaba detrás de mí. Tomé el agua rápidamente, pagué y la dejé pasar. Ella me miró y dejó salir una pequeña sonrisa.
Salí del kiosco tratando de respirar aire, por lo menos templado, pero no, el aire era realmente caluroso, la gente caminaba rápido, no había mucho movimiento, las hojas de los árboles ni se movían. Abrí la botella de agua que, por cierto ni gas tenía, pensé en devolverla, pero ya no valía la pena. Tomé un sorbo, que por un lado me sacó la sed y por otro me dio más calor, el agua estaba caliente.
La puerta del negocio se abrió, la chica morocha salió y enseguida apoyó una mano en la pared y dejó caer una botella de Coca-colaque le ensució toda la ropa. Enseguida me acerqué a ella para ver si estaba todo bien.
-¿Estás bien?-le dije. Ella tenía los ojos cerrados, se notaba que estaba mareada, la ayudé a sentarse en un banco que estaba a mitad de cuadra.
-Gracias-me dijo sonriendo.- No puedo creer, ¡me ensucié toda!-dijo tapándose el rostro con las manos.
-Tranquila, ¿te sentís bien?-le dije y enseguida le ofrecí un poco de mi agua que, por cierto ella aceptó. Mientras bebía noté su cara de desagrado y antes de que dijera algo le dije –lo sé, está caliente- y reí. Ella sonrió, era hermosa, su sonrisa, sus ojos. Era perfecta.
Volvió a mirar su reloj y otra vez apareció su cara de nerviosismo y preocupación.
-¿Pasa algo?-dije intrigado.
-Sí, tengo una cita en un estudio de fotografía a las dos de la tarde, y estoy llegando tarde. “Paso Producciones” ¿lo conoces? Me dijeron que queda cerca de aquí.
-Si claro, yo trabajo allí-dije sorprendido y noté como ella también lo estaba.
-Entonces supongo que me vas a perdonar por llegar tarde-dijo sonriendo.
-Seguramente-dije irónicamente.
-Bueno, ¿tú vas para el estudio?-me dijo interesada.
-Sí, queda a unas cuadras- dije levantándome, ya dispuesto a caminar esas 5 cuadras.
-¿No tenes auto?- Simulé un “no” con la cabeza. A lo que ella agregó- Yo te llevo.
Nos subimos al auto, prendió el aire acondicionado y en un momento creo que suspiramos los dos a la vez. Me daba gracia la situación, ella parecía confusa y miraba los pedales con asombro y con duda. Notaba como prendía el auto delicadamente, hacía todo como en etapas y prestaba atención en cada acción. En ese momento ella me miró y notó como yo la observaba.
-Hace poco que aprendí a manejar, me cuesta-me dijo riendo.
-¿Me tengo que preocupar?-dije poniéndome el cinturón. Ella solo siguió riendo.
-¿Tienes libreta de conducir no? Dije en tono de broma, esperaba que me dijera si, y por suerte lo hizo.
Llegamos al estudio, me desabroché el cinturón y le dije mi nombre, ya que todavía no se lo había mencionado, ella hizo lo mismo.

-Soy Paula, Paula Chaves-dijo. Sonreí.

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