IMPORTANTE: Esto es una historia ficticia, cualquier relación o semejanza con la realidad de Pedro y Paula es pura coincidencia.
Aclaro esto por acontecimientos sucedidos anteriormente.
GRACIAS, silvina.

viernes, 12 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA- Capitulo 4 PARTE 2 -"Algo en mi interior"


PAULA
Noté como algunas gotas de lluvia se deslizaban sobre las ventanas del auto. Estacioné el auto y bajé corriendo para no mojarme.
Dejé algunas bolsas sobre el sillón y me puse el pijama. Era tarde, la fiesta en casa de mis padres había durado mucho y la verdad que estaba muy cansada. Me acosté y quedé dormida al instante.
Al otro día me levanté con un fuerte trueno. La tormenta seguía allí afuera. Me levanté, fui al baño, preparé mi desayuno y me puse a leer una revista.
Llamaron algunos familiares para otra vez desearme un feliz año. Esperaba un año diferente, aunque siempre decía lo mismo y terminaban siendo todos iguales o peores que el anterior. Pero con Pedro ya habíamos empezado bien.
Recibí un mensaje de Pedro, diciendo que tenía una sorpresa para mí. Le dije que viniera a casa cuando quisiera.
A las cuatro de la tarde ya lo estaba esperando con dos café con leche y cuatro tostadas. Lo vi llegar por la ventana, así que abrí la puerta antes de que pudiera tocar timbre.
-¿Me estabas esperando?-dijo sonriendo. Entró a la casa y vio toda la merienda servida y agregó –Veo que sí.
Traía un paquete en sus manos, no pregunté nada y nos sentamos a tomar la merienda.
Entre miradas y sonrisas nos terminamos todo. Quedamos los dos sentados junto la ventana. El día seguía feo y lo único que quedaba por hacer era ver una buena película, acompañada.
Puse una de esas películas románticas, nos sentamos esta vez en el sillón y comenzamos a mirarla. Obviamente yo terminé con lágrimas en los ojos, y él solo me miraba asombrado y se reía.
Giró su cabeza buscando donde había dejado aquel paquete. Lo trajo y me lo entregó.
-¿Qué es esto?-le dije mirándolo sorprendida.
-Tu regalo de navidad, atrasado- me dijo riéndose.
Lo abrí intrigada. Cuando observe su interior quedé sorprendida y lo miré a él.
-Quería que lo tuvieras vos-me dijo.
Me acerqué a él y lo abracé. Y al oído le agradecí.
Seguía contemplando aquel libro que tenía sobre mis manos. Tenía el mismo título, pero era de ediciones anteriores.
-¿Estás seguro que queres dármelo?-dije.
-Sí, estoy seguro-dijo y agregó – Ahora entiendo porque mi padre nunca pudo terminarlo.
Lo miré, sabía de qué hablaba.
-¿Lo leíste todo?-dije. Él simulo un “si” con la cabeza.
-¿Que te pareció?
-Increíble.
Asentí. -Quiero que tengas algo- dije levantándome del sillón.
Fui hasta mi habitación, agarré mi libro que estaba sobre la cama y se lo llevé.
-Me regalaste el libro de tu madre Pedro, ahora quiero que te quedes con el mío-dije entregándoselo.
-¿Estás segura?
-Sí.
Quedamos los dos en el sillón mirando otra película. Yo estaba acostada con mi cabeza en su falda. Enseguida lo miré.
-¿Crees que estamos haciendo lo correcto?-le dije.
-¿Lo qué?-me dijo sin entender.
-Estar juntos.
-¿Vos queres estar acá, conmigo?-me dijo.
-Si
-¿Entonces que puede ser lo incorrecto?
No dije nada, volví a mi posición y seguí mirando la película, mientras él me acomodaba el pelo a su gusto.

Terminó la película. Después de un rato estábamos los dos junto a la puerta, él se tenía que ir. Nos miramos unos segundos. Se acercó a mí para darme un beso en la mejilla, pero su boca se desvió y quedó enfrentada con la mía. Abrí los ojos, sus ojos me miraban fijamente, le sonreí y enseguida rompió ese poco espacio que nos separaba. Una sensación indescriptible recorría todo mi cuerpo, subía hacía las nubes y volvía a bajar, lo tenía enfrente. Se apartó un poco y me volvió a mirar, me sonrió y yo hice lo mismo, ahora despidiéndolo con un hermoso abrazo. Lo saludé por la ventana, observando sus pasos. Me quedé allí pensando en él. Aquella pregunta que le había hecho se esfumó de mi cabeza rápidamente, creo que estar con él era lo más correcto que había hecho últimamente. Abrí el libro que me había obsequiado Pedro, de solo pensar que había pasado por las manos de su madre me hacía sentir especial. En él había una página marcada con una foto, di vuelta la misma para observarla bien. Era de la familia de Pedro. Podía reconocer a sus hermanos y a su padre, y la mujer hermosa que estaba a su lado que, seguramente era su madre. Di vuelta la foto y en ella había un “Te quiero” escrito, seguido por su nombre, Pedro. Sonreí.

El tiempo se fue convirtiendo en amor. Cada día que pasaba junto a Pedro se volvía maravilloso. Hoy hacía tres meses que lo había conocido, ahora lo tenía a mi lado. Me quería proponer algo, se lo notaba nervioso.
-Bueno, ¿me vas a contar o no?-dije apurándolo.
-Sí, quería hacerte una invitación.
-Decime-le dije sonriendo.
-Quería invitarte a Carlos Paz. Mi padre tiene una casa allí y nos la podría prestar-dijo al fin.
-¿En serio?
-Sí, pero bueno, si no te gusta podemos ir a otro lado.
-No Pedro, es genial la idea, me encanta.
-¿Entonces queres venir?-dijo.
-Sí, claro-dije entusiasmada-¿Cuando vamos?-agregué.
-La semana de turismo, ¿te parece?
Solo le respondí con un abrazo y un beso.
Esa tarde de sábado fue normal. Un día bastante agradable, con Pedro paseamos un poco por la plaza y merendamos dos café con leche y cuatro tostadas, ya se había vuelto habitual.

El viaje me tenía algo nerviosa. Es decir iba a ser la primera vez que íbamos a estar realmente solos tanto tiempo, y como para sumarle a todo, durmiendo juntos. Hacía tres meses que lo conocía y casi dos que estábamos de novios, o algo así. Confiaba en él plenamente y estaba segura de que estaba enamorada, pero igual la situación me ponía nerviosa y ansiosa.
Pedro ya me había llevado a comer con su familia, eran todos muy agradables, solidarios y de buen corazón. El padre de Pedro era una persona increíble. Puedo recordar que al verme llegar le dio unos golpecitos a Pedro en el hombro diciéndole que estaba orgulloso de él.
Faltaban dos días para partir hacia Carlos Paz. Tenía mucha curiosidad por saber lo que me esperaba junto a él.
Preparaba las valijas para una semana, pero creo que me llevaba hasta la cortina de la ducha. Obviamente tenía que llevar a Moro conmigo, así que tuve que preparar todo para él también. A Pedro le entregaban el auto en abril, así que de todas formas tendríamos que ir en mi auto.
Esa noche fui a cenar a lo de mis padres. Todo parecía transcurrir normal y creo que desde navidad nunca más se habían peleado. Les conté que me iría una semana a Carlos Paz con Pedro, ellos encantados se pusieron felices por mí. Luego ayudé a mi madre a lavar los platos, mientras conversábamos un poco.
-Ese chico, Pedro, ¿cómo es contigo?-dijo mi madre mientras secaba un plato.
-Es muy buena persona mamá.
-Sí, me imaginé. Lo noté desde la primera vez que lo trajiste a casa.
-Es especial.
-Me gusta verte feliz.
-Lo estoy-dije mirándola.
Ella me sonrió dejando un plato sobre la mesa y tomando otro.
Esa noche llamé a Pedro para ver cómo iba todo. Mientras hablaba con él, encontré sobre el mueble el libro que me había regalado, lo guardé en la valija.
El día siguiente se pasó rapidísimo, y por fin ya era martes, el día que nos íbamos.
Subí todo el equipaje al auto, levanté a Moro y pasé a buscar a Pedro. Bajé del auto para abrir la valija del auto. Él me saludó con un beso. Ya estábamos prontos para partir.
-Me vas a tener que dejar manejar un poco después-dijo.
-Me imagino que tenes libreta.
Sacó la libreta de su bolsillo y agregó – Por supuesto.
Y así comenzó el viaje que duró aproximadamente nueve horas. Pedro quiso manejar casi todo pero obviamente no lo dejé, se lo veía cansado. Salimos a las 8 de la mañana y llegamos cinco y media de la tarde.
Paramos en una casa hermosa, asombrada le pregunté si era acá el lugar donde nos quedaríamos, él respondió que sí.
Bajamos del auto. La cabeza se me despejó al instante. Aroma a naturaleza, a las sierras, todo parecía perfecto.
-Es hermoso Pedro-dije mirando el lugar.
-Sabía que te iba a gustar. Sonreí.
Bajé a Moro del auto, enseguida salió a correr por todo el lugar.
-Vení, vas a ver lo que es vida- me dijo llevándome de la mano hacía el campo que había detrás de la casa.
Cada rincón que me mostraba Pedro me asombraba más. –Gracias por traerme, creo que nunca en mi vida vi algo tan hermoso como esto-dije.
Luego de esa hermosa caminata, nos sentamos a comer algo, no comíamos nada desde la mañana y teníamos muchísima hambre. El celular de Pedro sonó, él leía el mensaje preocupado y enseguida dejó caer el celular sobre el sillón.
-¿Pasa algo?-dije.
-No, nada.
-¿Qué pasa Pedro, quien era?
-Mi ex, nada importante.
-¿Tu ex? ¿Qué quiere?
-No sé, a veces se le da por mandarme mensajes. Me tiene harto.
Estaba confundida, me levanté de la mesa y salí a las afueras de la casa. Noté como Pedro venía detrás de mí. Me senté a las orillas del arroyo que había detrás de la casa. Él hizo lo mismo a mi lado.
-¿Te enojaste?-dijo mirándome.
-No-dije.
-Sabes que si en verdad me importara esa chica estaría con ella ahora. Pero estoy con vos, vos me importas-dijo.
Lo miré.
-¿Viniste acá con ella?-dije.
-No-me dijo desviando su vista hacia el arroyo. –Nunca traje a nadie acá. Este lugar es especial para mí, y si vengo con alguien esa persona también tiene que serlo.
-¿Yo soy especial?-dije.
-Desde que te vi nerviosa y preocupada en aquel kiosco supe que eras especial.
Me acerqué a él y lo besé, él se me quedó mirando con su dulce mirada. Me tomo de la mano y agregó –Vení, te tengo que mostrar algo.
Caminamos un poco hasta llegar a una pequeña huerta, que por cierto estaba un poco descuidada.
-¿Qué esto? ¿Cultivabas?-dije riéndome.
-No es gracioso-dijo él también riéndose.- Acá el que ponía las semillas era yo, y el que las cuidaba también era yo. Esta huerta era prácticamente mía.
-No te tenía con ese perfil. Falta que me digas que saber montar un caballo-dije riéndome.
-No, por ahora no sé.
Descansamos un rato. Pedro estaba en el sillón y yo en la hamaca paraguaya leyendo una revista. Ambos quedamos completamente dormidos. Me desperté después de una hora, estaba todo oscuro así que supuse que Pedro seguiría durmiendo. Me levanté de la hamaca muy despacio para no hacer ruido. Fui hasta el comedor y prendí la luz del patio. Me senté allí un rato hasta que sentí su presencia a mi lado.
-Hola-me dijo.
-Hola-dije levantando la mirada.
-Que hermosa noche-dijo sentándose a mi lado.
Asentí.
-Tengo una idea-dijo.
-Contame-dije acomodándome en el asiento.
-¿Hacemos una fogata?
-¿Una fogata?-dije sorprendida.
-Si Paula, es fácil, mi padre me enseñó cuando era chico.
-¿Estás seguro? No quiero que salga nadie lastimado-dije riéndose.
Dejé a Pedro haciendo la fogata afuera mientras me daba una ducha rápida. Cuando salí él ya estaba sentado alrededor de la misma, esperándome.
-¿Qué te parece?-dijo.
-Genial.
Me senté a su lado, él me rodeo con sus brazos y me sonrió.
-¿Tenes frío?-me preguntó.
-Ahora no-dije. Me estiré algunos centímetros para besarlo y él hizo lo mismo.

PEDRO
Comimos unas empanadas junto a la fogata y nos quedamos hablando un rato. Estábamos cansados por el viaje así que decidimos ir a dormir. Paula entró a la casa mientras yo trataba de apagar el fuego. Entré a los diez minutos, vi a Paula parada en la puerta de la habitación mirando la cama de dos plazas. Me acerqué a ella y la abracé por atrás, sin embargo ella seguía mirando la cama.
-Si queres duermo en el sillón-dije.
Ella no contestó.
-No me molesta dormir en el sofá-dije otra vez.
-Soy una tonta-dijo.
-Está bien, te entiendo-dije dándole un beso en la mejilla.
Paula se acostó en la cama y yo me quedé en el sillón. Sinceramente no me molestaba dormir allí. La casa ya estaba oscura, trataba de encontrar la mejor posición para dormir, se estaba volviendo complicado. Una luz se prendió, levanté la cabeza. La vi a ella parada junto a la puerta. Me senté en el sillón.
-¿Pasó algo?-dije.
-Pensé que iba a estar mejor sola, pero me di cuenta que te quiero allá conmigo-dijo estirando su mano para que la tomara.
Me levanté del sillón, agarré la almohada y me dirigí al cuarto detrás de ella. Ya acostados me la quede mirando.
-¿Estás segura?-dije. Ella asintió, me estiré para besarla. Sonrió.
Los días siguientes transcurrieron normales, nada fuera de lo normal. Nos divertíamos juntos y podíamos pasar todo el rato hablando sin preocupaciones. Llamé a mi padre para avisar que todo estaba bien, ella hizo lo mismo con los suyos.

Así pasaron algunos meses junto a ella. Cada día me enamoraba más, cada día la volvía a elegir. Ahora estábamos en la cama de su casa, mirándonos. Ella me acariciaba el rostro y yo solo sonreía. Fue ahí cuando unas hermosas palabras que nunca había escuchado de su parte salieron de su boca, -Te amo-dijo aún mirándome. Me acerqué lentamente a ella y comencé a besar su cuello. Ella con una sonrisa trataba de apartarme. Seguí por su boca, sus ojos se cerraban, llegué a su odio y solo le respondí.
-También yo.
Una noche diferente, distinta a tantas. Podía sentir como nuestros cuerpos se conectaban como si fueran compatibles. Nuestra conexión era perfecta, casi imposible de describir. En cada acción sentía que la amaba aún más que antes.












PAULA
Veía su rostro. Y solo pensaba en cuanto había cambiado mi vida. Ya faltaba poco para que hiciera un año desde que nos conocimos. Algunos pensamientos pasaban por mi cabeza. Sentía su respiración, sus manos acariciándome y sus besos en mi boca. Al rato quedamos los dos dormidos. Yo sobre su pecho dormía tranquila. Moro que de vez en cuando se subía a la cama tratando de molestar.
Ya no tenía sentido. Pedro vivía a cuatro cuadras, pero ya prácticamente vivía en casa. Estaba conmigo todo el día y hasta a veces se quedaba a dormir. No necesitaba pensarlo más, quería tenerlo conmigo siempre. Ya había tomado la decisión.
-¿Vos estás segura de lo que decís Paula?-respondió Pedro al respecto.
-Si Pedro, se que va a ser complicado convivir, pero creo que lo podemos intentar ¿no?
-No se Paula, yo no quiero que te sientas presionada ni nada. No quiero que cambies tu vida de un día para otro.
-Ya cambiaste mi vida, Pedro.
Él sonrió y me besó.

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