IMPORTANTE: Esto es una historia ficticia, cualquier relación o semejanza con la realidad de Pedro y Paula es pura coincidencia.
Aclaro esto por acontecimientos sucedidos anteriormente.
GRACIAS, silvina.

viernes, 19 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA- Capitulo 5 PARTE 2 - "Dos cafés y cuatro tostadas"

PAULA

Me levanté a atender el teléfono, era mi madre. Una de las tantas cosas que me dijo era que quería un nieto, pero ¿era el momento? ¿Pedro querría? ¿Yo quería? Además era muy pronto. Yo no sabía si estaba realmente preparada para ser madre.
Salí al patio y estaba Pedro junto a la piscina, le dije lo que me había dicho mi mamá, sus ojos brillaban, como si hubiera esperado ese momento hacía mucho tiempo. Fue ahí que lo empecé a considerar. Era el momento perfecto, estábamos solos, la noche perfecta, el lugar perfecto, con la persona perfecta.

Me fui acercando a Pedro, tratando de seducirlo, me quede nuevamente a unos centímetros de su rostro y le pregunté qué pensaba al respecto. Él solo me miraba y sonreía.
Luego para animar le di un empujón a Pedro, el resbaló y cayó a la pileta, comencé a reírme.

Pedro salió de la piscina en busca de venganza, yo empecé a correr alrededor de la misma. Él me perseguía riéndose, hasta que al fin me atrapó, me tomó por la cintura, me levantó y me tiró a la pileta, y él luego se tiró detrás de mí.
Cuando llegue a la superficie, abrí los ojos, tenía a Pedro junta a mí, podía sentir su respiración, y su corazón en mi pecho. Nos quedamos algunos segundos mirándonos, sus ojos prendían fuego, se comunicaban con los míos, hasta que me di cuenta lo que estaba pasando... era obvio. Estábamos allí los dos en la pileta, con la luna y las estrellas arriba nuestro y Pedro ya se había quedado con la idea de un hijo. Me deseaba con su mirada, yo estaba entregada a él. Me di cuenta que tenía frío, el agua estaba realmente congelada, pero no iba a arruinar este momento con un capricho, me la banqué. Estaba nerviosa, no sabía si era el momento. Por un lado me parecía demasiado pronto, pero por otro lado pensaba en Pedro y realmente lo que sentía por él era amor verdadero, puro.
Él se acercó a mí, cerré los ojos, aún sentía su respiración, sentía como sus manos rodeaban mi cintura delicadamente. Ahora estaban sus labios en mi cuello dándome besos, él sabía que eso era mi debilidad, mi punto débil. Él agua congelada ya no me preocupaba, no sentía nada, solo sus besos y sus caricias. Nuestros cuerpos se conectaban, me dejé llevar. Pasaban mil cosas por mi cabeza, ¿qué estaba haciendo?, mil preguntas sin respuestas aparecían en mi mente, pero a pesar de eso mi cuerpo seguía respondiendo igual, en ese momento no hubo más besos, no hubo más nada, solo nuestros ojos mirándose nuevamente.
Saqué mi mano de abajo del agua y le acaricié la cara, sin dejar de mirarlo.
Él tomó mi mano y me miró.
-¿Es el momento?-me dice Pedro.
Yo sinceramente no sabía que decirle, pero en realidad ya estaba todo hecho.
Simulé un sí con la cabeza y le regalé una sonrisa, él me miró y me sonrió, comenzó a besarme nuevamente.
Luego de ese momento hermoso, estábamos los dos nuevamente en la reposera, yo arriba de él. Lo miraba, era impresionante cuanto lo amaba, él lo sabía, pero de manera distinta.

-¿Puedo confiar en vos?- me dijo
-Siempre-le dije y lo besé nuevamente.

PEDRO
Otra vez en Buenos Aires. La ciudad era un caos, yo trataba de conseguir la mejor joyería, un tema que se iba volviendo complicado. La gente me empujaba. Algunos que pasaban hablando por celular, otros que te golpeaban con el portafolio y otros que van igual que vos, luchando para llegar a destino. Abrí la puerta del comercio, enseguida el hombre que estaba parado detrás del mostrador me miró.
-¿En qué te puedo ayudar?-dijo el vendedor.
-Buenas tardes. Estoy buscando un anillo para pedirle compromiso a mi novia. No tengo mucho dinero, pero solo me interesa que tenga grabado un “Te amo” en su interior.
-Bueno, tengo estos, que son sencillos pero muy lindos-dijo el señor mostrándome algunos cuantos.
Elegí uno hermoso. Le pasé la medida, que había logrado tomar a escondidas hacia nada más que unos días.
-Estará pronto mañana-dijo el vendedor.
-Mañana vendré. Gracias-dije.
Llegué a casa. Ella preocupada me miraba, yo sin entender le pregunté qué sucedía. Me miró y sonrió y seguido a eso dejó salir un llanto de emoción, mezclado con preocupación y felicidad. Levantó el test de embarazo, allí estaban las dos rayitas que marcaban el positivo. Dejó el objeto apoyado en la mesa y enseguida vino a abrazarme. Yo todavía estaba paralizado, no lo podía creer. Ella me besaba riendo, yo respondía a sus besos, hasta que un trueno interrumpió todo. Paula se aferró a mí y yo solo reía de felicidad.

PAULA
Estaba en el baño encerrada. Ya habían pasado casi veinte minutos. Agarré el test, cerré los ojos por dos segundos y los abrí. Allí estaba, delante de mis ojos, el resultado. Esas dos rayitas insignificantes paro tan importantes a la vez, esas dos rayas que marcaban nueve meses de espera, de tanta felicidad se me cayó una lágrima. Allí adentro en el baño sola me quede pensando. Me senté en el sillón esperando a que llegara Pedro. Al verlo me saqué todas las dudas. Él era el indicado. Algo mojado y despeinado me abrazó fuerte, riendo de felicidad.
Ahora tenía que pensar como se lo iba a contar a mi familia. Estaba nerviosa por el asunto, tenía miedo de lo que podían llegar a pensar. Me sentía insegura. Enseguida llamé al médico y programé una cita para la primera ecografía. Me dieron hora para dentro de una semana, no sé como haría para esperar tanto. Quería estar completamente segura antes de decirles a mis padres, así que por lo menos tenía que esperar a esa semana. Se lo comenté a Pedro y él opinó lo mismo.
Todo había pasado tan rápido junto a él. A veces parecía un sueño del cual no podía salir. Por suerte.
Dos café con leche y cuatro tostadas. Pedro había cambiado mis días. Ya no me despertaba con el sol, él me había regalado las mejores cortinas. Ya no me acostaba en el piso para alcanzar mis pantuflas, me levantaba descalza sin importar nada. Ya no necesitaba analizar e imaginar la vida de las personas. Vivía la mía día a día.
Esperaba la semana siguiente con ansias, miedo y curiosidad. Por suerte tenía al hombre perfecto al lado que me contenía y me colocaba los pies sobre la tierra.
Pedro ya hacía unos días que me repetía la misma frase “tengo una sorpresa para vos” yo intrigada pensaba que podría llegar a ser.




PEDRO
Hacía unos días que había ido a buscar el anillo. Había quedado hermoso. Pero no era la única sorpresa que le ocultaba. Estaba terminando de firmar algunos papeles. Mi padre me había ayudado con un poco de plata para comprar una casa más grande. Gracias a él y a un préstamo que me otorgaron pude comprarla. Estaba ansioso por ver su reacción. Ya estaba decidió se la iba a mostrar luego de la primera ecografía.

PAULA
Al fin lunes. Estaba en la sala de espera, con Pedro. Ambos mirábamos el reloj y la puerta de la sala, esperando que alguien saliera de allí adentro. Él cada tanto me miraba y me regalaba una sonrisa. Hasta que el doctor salió de la sala pronunciando nuestros nombres. Nosotros ansiosos nos paramos de inmediato y entramos a la sala.
-Bueno, Paula. Vamos a ver si estas embarazada.
El médico comenzó a hacer la ecografía. Pedro me tomaba de la mano, atento a todo lo que ocurría en la pantalla.
Salimos de la sala tomados de la mano. Nos subimos al auto, al auto de Pedro. Lo había conseguido, por fin. Me tapó los ojos con un pañuelo y yo sin entender confiaba en él.
Estacionamos en un lugar. Pedro me ayudó a bajar. Me hizo caminar algunos pasos y me quitó el pañuelo de los ojos.
-¿Qué esto Pedro?
-Nuestra nueva casa-dijo.
Miré el lugar sin entender.
-¿Estás hablando en serio?-dije.
-Muy.
Le sonreí, aún no podía creerlo. Me llevó de la mano, recorrimos el lugar hasta llegar a lo que parecía ser un comedor.
Allí me quedó mirando a los ojos. Notaba en él cierto nerviosismo.
-Esto es hermoso, amor-dije asombrada.
-No terminó la sorpresa…
Fue en ese instante cuando Pedro se arrodillo delante de mí. Sacó una cajita que tenía guardada en la campera y abriéndola dejó salir las palabras más maravillosas que podían existir.
-¿Te queres casar conmigo?-dijo.
Otra vez terminamos enredados en un abrazo y en un beso que parecía sin fin.-Claro que quiero.
Eran demasiadas noticias para un solo día. Demasiadas buenas noticias. Estaba esperando un hijo, me había comprometido y ahora teníamos una casa hermosa.
No pude decirle más que –Gracias, gracias por hacerme tan feliz. Ya hacía un año y medio que estaba con Pedro. Y no me arrepentía de nada, en absoluto.

Todo parecía estar bien. Algo extraño en mi vida sucedió. Martín. Seguía con la estúpida idea de recuperarme. Miércoles por la noche. Un ruido me despertó, Moro ladraba. No lo dudé ni un segundo y desperté a Pedro. Me quedé en la habitación esperándolo, salió a ver si había algo extraño. Al ver que demoraba salí del cuarto. Miré a mi alrededor todo parecía estar bien, hasta que llegué a la cocina. Pedro estaba en el piso, a su lado un charco de sangre rodeaba su abdomen. No sabía qué hacer. Enseguida llamé a la ambulancia mientras buscaba a alguien en la casa. No había rastros algunos. Ya en la ambulancia lo único que hacía era acariciar su rostro y repitiendo aquellas palabras de siempre “Todo va a estar bien”. Llamé a su padre para avisarle de lo sucedido, quien rápidamente se preocupó y me llenó de preguntas. Llamé a mis padres que reaccionaron de la misma manera, ambos sin entender.
Llegamos al hospital, a él se lo llevaron en una camilla rápidamente. Yo preguntaba por su estado, llorando y suplicando por alguien que me supiera explicar.
Al rato las puertas del hospital se abrieron. Yo solo buscaba unos brazos donde dejar caer mis lágrimas. Allí apareció mi madre, ya con los brazos abiertos para poder contenerme. Caí en sus brazos, la tristeza y preocupación abundaba en este momento.
Saqué aquel viejo rosario, mientras las lágrimas recorrían mi rostro pensaba en mi hijo y rezaba para que todo estuviera bien. Cerré los ojos, me quedé dormida, apoyada en el hombro de mi madre, que me acariciaba la cabeza. Algunas luces me encandilaron, tal cual lo hacía el sol por la mañana hace unos años. Pensé en buscar mis pantuflas debajo de la cama. Pero volví a mi realidad nuevamente. Abrí los ojos, médicos que pasaban apurados e iban de una sala a otra. El médico salió, enseguida me levanté.
-Familiares de Pedro Alfonso-dijo.
Todos los presentes lo mirábamos esperando respuestas.
-Está estable-dijo. Todos dejamos salir un suspiro que teníamos guardado desde hacía un rato.-Recibió una fuerte puñalada en el lado izquierdo del abdomen. Tenemos que hacer algunos estudios para ver que esté todo bien a nivel orgánico.
Solo se me ocurrió preguntar si lo podía pasar a ver. Al notar mi estado, los médicos me lo permitieron. Entré a la sala. Él parecía estar dormido, con sus ojos cerrados, sin fuerza alguna, tan débil. Me senté a su lado y tomé su mano. Él abrió los ojos lentamente. Yo solo dejaba caer unas lágrimas mientras le sonreía.
-¿Cómo estás?-dije rápidamente. Acariciando su rostro.
-Bien
Él sin entender bien su situación trató de recordar lo que había sucedido. Pero entre sus palabras, la única que se repetía constantemente era su nombre, Martín.
Los estudios por suerte dieron bien. Ya tenía el alta médica para mañana a la tarde. Me quedé con él el resto de la noche, hasta el otro día. Abrió los ojos nuevamente y esta vez cuando me vio sonrió, yo hice lo mismo al verlo. Entró el médico para traerle el desayuno, lo ayude a acomodarse en la cama.
-¿Cómo está mi hijo?-dijo mirándome la panza.
-Te extraña y dice que te ama mucho.
-Yo también. Y a vos también te amo.

Me acerqué y lo besé. A los días fuimos enseguida a hacer la denuncia. Tal vez pensando que la justicia por una vez en la vida podría funcionar.

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