IMPORTANTE: Esto es una historia ficticia, cualquier relación o semejanza con la realidad de Pedro y Paula es pura coincidencia.
Aclaro esto por acontecimientos sucedidos anteriormente.
GRACIAS, silvina.

miércoles, 10 de junio de 2015

El poder del amor RENOVADA - Capítulo 2 "Algo en mi interior"

PAULA

No hay nada peor que un llamado telefónico cuando estas manejando, claro, ustedes deben pensar que es una bobada atender el celular, pero no, para mí no. Últimamente todo se estaba poniendo difícil con respecto al problemita este “conducir con precaución”. Estábamos llegando al punto de que temía por mi vida y por la vida de las personas que pasaban cerca de mi auto. Fue ahí cuando hice una maniobra rápida que por suerte salió bien y atendí el celular. Era Luna, que exactamente quería que pasara por un estudio fotográfico para solicitar unos presupuestos. Acepté, claro, era trabajo, pero digamos que lo menos que quería hacer ahora era caminar, hacía un calor impresionante. Paré en un kiosco a comprar un Coca-cola. Cuando abrí la puerta del auto el calor me paralizó y enseguida me hizo doler la cabeza.
Entré al negocio, tenía mínimo 5 personas adelante. Y al rato se fueron sumando algunas detrás de mí. Cada minuto observaba el reloj, nerviosa. Luna había sido clara, a las dos tenía que estar en el estudio, ya tenía una cita programada y ahora eran las dos menos cinco. Necesitaba comprar una bebida, la cabeza me daba vueltas, estaba realmente mareada, noté como un chico me miraba, seguramente preocupado por mi estado, enseguida se dio vuelta porque era su turno. Yo estaba detrás de él, así que me alivié al saber que ya me atenderían. El chico se fue, serio y con una botella de agua que, al parecer no era de su agrado. Pedí mi refresco, pagué y salí casi corriendo de allí adentro, pero cuando llegué a la vereda sentí que estaba a punto de desmayarme, hasta el punto que tuve que sostenerme de la pared. De repente sentí como la botella ya abierta se resbalaba de mi mano.La miré, traté de agarrarla pero fue peor, quedé bañada en coca-cola. Alguien se acercó a mí, levanté un poco la cabeza y lo vi a él; el chico que no estaba a gusto con su agua, me ayudó a sentarme en un banco. Obviamente le agradecí. Me pareció muy bueno de su parte. Resultó que el muchacho trabajaba en el estudio fotográfico al que me dirigía, así que me tranquilicé al saber que no tendría ningún tipo de problema por mi llegada tarde o, al menos eso pensaba. Me ofrecí a llevarlo hasta el estudio. Él aceptó ya que no tenía auto y allí tuve que volver a empezar y analizar cada acción que hacía para arrancar el auto. Notaba como él me miraba sorprendido, le conté que para mí era difícil y bromeamos sobre si era seguro viajar conmigo. Él era agradable, tierno y muy lindo, ¿Qué puedo decirles? Su mirada prendía fuego, era intensa. Cruzamos miradas unas veces y enseguida sentí algo en mi interior, algo extraño.Por fin me dijo su nombre, Pedro Alfonso.
Llegamos al estudio, bajamos del auto y entramos a una oficina. Estaba todo bastante ordenado y limpio. Miré a mí alrededor, había muchas fotografías, tanto de modelos como de objetos, casas, paisajes etc. Un chico se acercó a mí y me saludó.
-Vos debes ser Paula Chaves, ¿no?
-Sí-contesté.
-Encantado, soy Lucas, vení, tomá asiento por acá-me dijo indicándome una mesa larga. Me senté, seguí mirando esas fotos maravillosas que estaban decorando todo el lugar. Lucas se fue un minuto de lo oficina y quedé sola con Pedro. Él me miraba, podía sentirlo, sin embargo yo seguía contemplando las imágenes.
-¿Te gustan?-me preguntó.
-Son hermosas-dije sin dejar de observarlas.
Nuestras miradas se conectaron otra vez, hasta que la puerta se abrió, era Lucas nuevamente.
-Bueno Paula, hable con Luna por el book fotográfico que quieren hacer para su marca. Acá están los presupuestos, dependiendo de la cantidad de fotos que su empresa quiera-me dijo mostrándome una lista de precios.
-Creo que con 100 fotos está bien.-dije
-Bueno, ¿quedamos con 100 fotos?- Asentí.
Hablamos un rato de la campaña de fotos hasta que llegó la hora de irme. Dejé todos mis datos en la agencia y me fui para mi trabajo. Al llegar estaba Luna hablando por teléfono, me hizo algunas señas que realmente no entendí. Ella puso su cara de superada y yo me fui a mi oficina. Seguía pensando en Pedro, había algo en él que no me dejaba sacarlo de mis pensamientos, hasta que Luna irrumpió en mi oficina.
-¿Por qué es esa sonrisa?- me dijo sonriendo.
-Por nada- cambié de tema totalmente.- Fui a la agencia, ya está todo arreglado.
Luna sonrió y me dejó sola nuevamente.
Prendí la computadora. Enseguida me topé con la foto que tenía de fondo de pantalla, toda mi familia unida, mis abuelos, mis tíos, todos. Como extrañaba estar así, todos juntos y felices sin importar nada, con una sonrisa en el rostro aunque estuviéramos pasando el peor momento.
Empecé a diseñar algunos vestidos, nada fuera de lo normal. En este momento tenía cero inspiración.
Estaba arrepentida, arrepentida de no haberle pedido el celular a ese chico.Quería volver a verlo.
Por suerte el día se hizo corto, salí del trabajo a las cinco y cuarto. Pasé por el supermercado, hice algunas compras para la casa y me fui. Al llegar, preparé mi clásica merienda de siempre y me senté al lado de la ventana, otra vez a ver la gente pasar; esta vez con un ventilador al lado. No pasaba mucha gente, solo algunas personas paseando a sus perros, pero casi ni resistían el sol, todos con sombreros, con botellas de agua o con abanicos. Tomé mi primer sorbo de café con leche, nada mal, mordí una tostada y seguí con mi análisis. De repente lo vi pasar, era él, Pedro, pero ¿qué hacía pasando por acá? Dejé la taza y las tostadas en la mesa y salí a la puerta.
-¿Pedro?-dije. Al instante el giró la cabeza y sonrió, si era él.Se acercó a mí y me saludó con un beso en la mejilla.- ¿Qué haces por acá?-dije sorprendida.
-Vivo acá a la vuelta, ¿esta es tu casa?-dijo observándola.
-Sí, ¿queres pasar? –dije sonriendo.
-¿No es mucha molestia? –agregó.
-No, tranquilo, vení, pasá.
Noté como el observaba la casa, cada rincón, no puedo negar que me sentí un poco incómoda en ese momento, pero bueno, no lo iba a echar por mis caprichos. Tomó asiento en el sillón, yo hice lo mismo y le ofrecí algo para tomar, a lo que me respondió:
-No, no te preocupes, estoy bien.
Continué tomando mi café con leche y mis tostadas, él me contó algunos detalles de su vida y yo de la mía.Me sorprendió que tuviéramos tantas cosas en común. Me contó sobre el fallecimiento de su madre y lo que le estaba costando superarlo. Pedro era una persona diferente, casi ni lo conocía, pero me daba cuenta de que él era especial, tenía una mirada profunda, poderosa y yo lo analizaba como lo hacía con esas personas que veía pasar por la calle, pero de una manera diferente. Su vida parecía complicada, se sentía solo, se notaba una cierta tristeza en su rostro y por un momento me di cuenta que yo me sentía igual que él. Sola.





PEDRO
Estaba sentado en el living de Paula, en su casa, en su sillón. Todavía no sabía cómo había llegado hasta aquí.Solo sabía que la tenía frente a mí, hablándome de su vida como si yo fuera su amigo de siempre. Ella me escuchaba, me prestaba atención, se interesaba por mí. Luego de una charla intensa miré el reloj que estaba ubicado en un mueble. Ella se levantó para llevar su taza de café con leche a la cocina y algunas miguitas de tostadas que había dejado caer sobre el mantel. Yo me levanté detrás de ella y me quedé mirando las fotografías que adornaban el ambiente. Tomé una que, especialmente me llamó la atención. Era una fotografía perfecta, tal vez la que siempre imaginé o soñé capturar. Sentí su respiración detrás de mí, noté su presencia.
-¿Quiénes son?- le dije sin sacar la vista de la foto.
-Es toda mi familia, creo que es la única foto que tengo con todos ellos-respondió.
-Es preciosa-dije. Noté como ella bajaba su cabeza.- ¿Pasa algo?
-Nada, la foto… la situación, todo… extraño esos momentos.
-Perdóname, no sabía que te pondría así.
-No te preocupes.
Sonó el timbre. Eran ocho y media de la noche. Ella se acercó a la ventana para ver quién era.Noté cierta preocupación en su rostro. Me miró, señaló la cocina y me dijo que la esperara unos minutos allí, si no me molestaba. Le hice caso y me dirigí hacia la misma. Me quedé pensando en ella, en lo hermosa que era, hasta que estos pensamientos se interrumpieron al escucharque dos personas discutían eufóricamente. Me quedé escuchando, era la voz de Paula y de un hombre. Obviamente no iba a salir a ver qué pasaba, iba a quedar como un desubicado. En ese momento el hombre empezó a subir el tono de voz y sentí como Paula le pedía casi a gritos que la soltara.No pude evitar salir inmediatamente de la cocina para ver lo que ocurría, enseguida me encontré con una situación totalmente diferente a la que estaba viviendo hacía unos minutos.Miré a mí alrededor buscando a aquel hombre, pero ya no estaba. Solo estaba ella, sentada en el piso, llorando.
-Paula, ¿qué pasó?-le dije arrodillándome a su lado.
Ella no contestó, solo bajó la cabeza.
-Vení, sentémonos en el sillón.
-Estoy bien-dijo secándose las lágrimas.
-No Paula, no estás bien...perdón, no quise escuchar la discusión, pero fue inevitable. Sentí a un hombre que te gritaba y no pude soportar la idea de que te podría estar haciendo daño.
-Está bien, gracias-me dijo.
-¿Queres hablar?-le dije cuando ya estaba un poco más tranquila.
Ella asintió y retomo la charla.
-Era mi ex novio-me dijo.
-Ah
-Es violento, no sé como hice para enamorarme de él.
-¿Te pegó?
-No.
Ahora no, solo me agarró fuerte del brazo, pero antes...
La miré esperando que terminara la frase.
-Antes si, me pegaba. Hice la denuncia pero en este país nadie hace nada.
-No lo puedo creer.
Ella asintió.
-Sos hermosa hasta llorando-dije.
Me miró y sonrió.
-Gracias, gracias por esto, lo valoro mucho-me dijo.
-No tenés nada que agradecer. Contá conmigo ¿sí?
-Si-me dijo sonriendo.
-Bueno, me voy, ¿segura que vas a estar bien?-le dije.
-Si, quedate tranquilo.
Me acompañó hasta la puerta, me dio un beso en la mejilla, nos sonreímos y me fui para mi apartamento.
Otra vez rodeado de esa soledad,que ya había vuelto habitual, odiaba mi vida. Tomé el folleto del delivery y pedí una pizza. Al poco rato ya me encontraba en la mesa comiendo y mirando una serie en la televisión. Mi cabeza estaba en otro lado. Mis pensamientos iban y venían una y otra vez, pero se resumían en uno solo. En Paula.¿Qué estaba pasando? No podía dejar de pensar en su sonrisa, en su mirada intensa y profunda, en su perfume que quedó impregnado en mi ropa y en sus gestos al hablar, que demostraban la intensidad de sus sentimientos y emociones. Su cercanía provocaba en mi cierta intranquilidad y nerviosismo que no podía comprender.







PAULA
Qué situación, incómoda y hasta rara a la vez. Me quedé pensando en él, en Pedro, su forma de hablar, su sonrisa, pero aún seguía sin conocerlo. Me sentí acompañada y contenida, algo que hacía tiempo no sentía.
El tema con Martín, mi ex novio, era complicado. Viví situaciones totalmente desagradables junto a él. Después de dos años de noviazgo él empezó a querer controlarme. No me dejaba estar con amigas, no me dejaba salir de casa y siempre me amenazaba con golpes e insultos. Luego de estos hechos decidí separarme. La relación no era saludable y tampoco me hacía feliz. Por suerte hacía mucho tiempo que no lo veía. Creí que lo había entendido hasta que me enteré que había aparecido dos veces en la casa de mis padres buscándome, y hoy lo había vuelto a hacer. Me sequé las últimas lágrimas, no valía la pena llorar por un fracasado, me levanté del sillón, fui al baño, me lavé la cara, los dientes y me acosté. No tenía ganas de comer, no tenía ganas de hacer nada. Despabilada pensaba en todo lo que había sucedido durante el día, miraba el techo y me imaginaba mi vida dentro de unos años, con el hombre perfecto a mi lado, hijos, dos perros, una casa enorme y feliz. Amaba quedarme imaginando entre la oscuridad pero odiaba estar sola, extrañaba los gritos de mis hermanos en casa o las peleas de papá y mamá, extrañaba sentir la presencia de alguien, pero sabía que vivir sola era un paso muy importante para mi vida, necesitaba hacerlo, necesitaba avanzar.
Él seguía entre mis pensamientos, era una sensación rara la que sentía, algo difícil de explicar.










PEDRO

Ya habían pasado unas semanas desde que había conocido a Paula, y después de ir a su casa nunca más nos habíamos comunicado. Ahora me encontraba en un restaurante solo. Vino el mozo y me trajo la carta para ordenar el pedido. Algo en ella me llamó la atención, una simple frase que me hizo recapacitar “Empanadas al mejor precio”. El mismo folleto con el que se abanicaba Paula aquel día en el kiosco. Tal vez el destino me avisaba que tenía que ir con ella. Estaba confundido; algo en mi decía que tenía que llamarla, pero había otra parte que me decía que era mejor no molestar.
Traté de comer tranquilo, aunque mi vista siempre estuvo en ese insignificante folleto. Lo miraba, pero en mi cabeza solo aparecía un nombre… Paula.
Tomé mi celular y marqué su número telefónico. Su dulce voz apareció del otro lado del teléfono. Confundida y sin identificar mi voz preguntó quien hablaba. Le conté casi todo lo que habíamos pasado en el kiosco para hacerla recordar, ella siempre supo desde el principio quien era, pero por otra parte yo seguía contándole. Ella se veía interesada en recordar todo ese día, mientras yo le contaba, notaba como ella se reía y pronunciaba “ya sé que sos Pedro”. Ambos quedamos en silencio unos segundos, no encontraba las palabras adecuadas para decirle que la quería ver. Ella retomó la conversación preguntando cómo estaba.-Suspiré, tal vez tendría un poco más de tiempo para pensar como invitarla a salir. Respondí a su pregunta, seguimos hablando, de que habíamos hecho estos días, sobre el estado del tiempo y sobre como seguía llevando el tema de conducir. Hasta que me di cuenta que ya era momento. No lo pensé, dejé que las palabras fluyeran de mi boca como un manantial que se desborda.
-Me preguntaba si querrías hacer algo esta noche…-dije.
Sus palabras retumbaron en mi cabeza “Perdón, no puedo”. Ahora realmente no sabía que decirle.
-Mis padres me invitaron a comer-dijo algo desconforme.
-Está bien, podemos dejarlo para otro día.
Ella quedó en silencio, yo no dije nada, no quería interrumpir sus ocurrencias.
-Podes acompañarme si querés…-dijo al fin.
-¿A lo de tus padres?-dije sorprendido.
-Sí, ¿Qué problema hay?
-No, ninguno, pero si querés lo dejamos para otro día Paula, está bien.
-En serio Pedro, vení conmigo-dijo insistiendo.
-Bueno, ¿pero no molesto?
-No, no te preocupes.
El silencio apareció de nuevo. El paso siguiente sería que la pasaría a buscar, ¿pero con qué? Enseguida se me ocurrió un taxi, pero ella interrumpió diciendo:
-Te paso a buscar a las nueve, ¿sí?
Suspire y dije que sí.

Me sorprendió que Paula fuera así, es decir, no es normal invitar a un desconocido a la casa de tus padres, y como para colmo a cenar. Tenía que pensar todo bastante rápido. No la conocía bien a ella, pero por sus palabras parecía que su familia era agradable. Le pasé la dirección de mi casa a Paula y luego corté la llamada. Otra vez enfoqué mi vista en ese insignificante folleto, lo tomé, lo doble y me lo guardé en el bolsillo. Llamé al mozo para que me trajera la cuenta, pagué y me fui para casa.
Al llegar, lo primero que hice fue ir hasta mi cuarto y abrir el armario. Saqué un papel arrugado del bolsillo de una campera y lo leí. Era la cuenta del banco.
Seis mil dólares. Me quedé pensando cuando había sido la primera vez que había dejado caer un billete dentro de aquel sobre. Creo que fue a los 7 años, siempre fui ahorrativo y ahora se veía el buen resultado. Pensé en el auto, tal vez lo podría comprar en cuotas, pero ese tema lo iba a resolver mañana. Ahora tenía que concentrarme en la cena de la noche. Realmente estaba nervioso, llegue a un punto de arrepentimiento, estaba arrepentido de haberla llamado, pero después analizaba todo y me daba cuenta que esto podría llegar a ser un buen comienzo. No sabía que ponerme, eran las cuatro de la tarde pero las manos ya me sudaban. Guardé la cuenta del banco en un cajón y me quedé unos segundos pensando que iba a hacer primero, opté por bañarme. Al salir me miré al espejo, trataba nuevamente de encontrar las palabras para cuando la viera. Igual sabía que todo lo que estaba diciéndole al espejo ahora después me iba a jugar en contra, me iba a olvidar de la letra y se iban a complicar más las cosas. Me dejé de tonterías y traté de tranquilizarme un poco. Abrí el ropero. Mis ojos lo recorrían todo buscando la mejor vestimenta. Saqué una camisa celeste y un jean, los apoyé sobre la cama y me quedé contemplándolos. ¿Realmente estaba así por ir a la casa de sus padres? ¿O estaba así porque la iba a ver a ella? Creo que era por ambas cosas. Cada unos minutos miraba el reloj, esperando que las agujas se movieran un poco más lento. Me acosté en el sillón, mi pelo aún un poco húmedo mojaba el almohadón donde tenía apoyada la cabeza. No tuve peor idea que cerrar los ojos.


PAULA

Preferí no comentarles a mis padres que iba a ir acompañada. Si les avisaba iban a empezar con su típico cuestionario, yo me enojaría y se terminaría cancelando todo. Me senté en el sillón dispuesta a mirar mi novela, fue ahí cuando me di cuenta de que hoy era sábado. En la televisión solo pasaban esas típicas películas de acción y violencia. Pensé en Pedro, enseguida sentí como una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Estaba sintiendo algo distinto. No lo conocía, sabía cómo era pero solo por sus palabras. Me dirigí al baño dispuesta a bañarme. Pensaba en mi familia, si le iban a agradar a Pedro, tenía vergüenza, aunque era mayor el miedo. Mis padres discutían siempre y de lo que menos tenía ganas era de hacerle pasar un mal e incómodo momento. No sé cómo había llegado al punto de invitarlo a la casa de mis padres, fueron palabras que no las pensé, salieron de mi boca. Luego de una ducha caminaba por el living, peinándome, me detuve en el mueble de madera que estaba enfrente a la estufa a leña. Esa foto, tan especial, la tomé, observaba el rostro de cada uno de mis familiares, como todos sonreían. Aún podía recordar a mi tío gritando “whisky” detrás de la cámara, a mi abuela empujando a mis primos y al perro que se colocaba delante de la foto y tapaba a mis hermanos. Yo jugaba con las pulseras de mi madre, acomodándolas a mi gusto. La foto se volvía una película para mis ojos, sentía como los recuerdos volvían a mi cabeza. Esa navidad era una de las pocas que recordaba, y aún pensaba que algo podía llegar a pasar para que la próxima fuera tan especial como aquélla.
Ordené un poco la casa. Preparé mis dos tostadas, el café con leche y me senté al lado de la ventana. Otra vez veía la gente pasar. Por suerte ya no hacía tanto calor, había bajado la temperatura y creo que era por eso que las personas ya caminaban un poco más felices. Giré mi cabeza para tomar la taza y enseguida vi mi libro sobre la mesa. Lo tomé dispuesta a leerlo. Página 187. Capítulo 10. Comencé mi lectura.
Siempre el mismo problema
Es que a veces me preguntaba cómo me había enamorado de aquel hombre. Trataba volver 25 años atrás y recordar que fue lo primero que le dije. Fue allí cuando me di cuenta que nunca le había hablado, tan solo nuestras miradas se cruzaron algunas veces, y creo que eso fue lo que llevó a enamorarme. Entendí que a veces no hacen falta palabras para demostrar amor o sentimientos, una mirada y una sonrisa dicen más que mil palabras. Ahora estaba tratando de escribir el último capítulo de mi novela. No encontraba las palabras justas para poder finalizar esta historia. Estaba dando comienzo a otra etapa en mi vida. Tenía al hombre que siempre había soñado, y aunque él ahora no esté conmigo se que siempre lo está, en mi corazón. Miro al cielo y solo pido que me escuche y que sepa perdonarme. Perdonarme por todos los errores que cometí y por hacer que la relación no sea la mejor. A veces soñaba con él, me abrazaba y me decía que todo iba a estar bien. Y lo sé, se que todo va a estar bien, aunque también se que para que todo esté bien tengo que estar entre sus brazos, soñando y riendo como solía hacerlo. Recuerdo el 23 de marzo de 1987 me decías “Te amo” y yo solo sonreía. Aún no sabía si te amaba, por eso no decía nada. Te fuiste y ahora gritaría que siempre te amé y aunque muy pocas veces te lo dije siempre lo hice. Fuiste la persona más importante, en la única que podía confiar. Y todavía me arrepiento de todos aquellos paseos juntos que dejamos para otro día, de todas las charlas sin sentido, de todas las peleas, de todas las tristezas. Cierro los ojos e imagino tu presencia, imagino tu voz, aunque ya casi no la recuerde. Siento tus manos en mi espalda, y tus palabras siempre tan adecuadas. Hay momentos en los que miras atrás, y no sabes bien que sucedió. Solo sabes que, desde que pasó, nada volvió a ser lo mismo. Y aunque sea difícil aceptarlo se que siempre estas detrás de mí, vigilando cada paso en falso, cada caída y cada momento de mi vida. Siempre. Porque es el poder de nuestro amor el que siempre nos permite estar juntos a pesar de todo.”
Cerré el libro, podía sentir como mis ojos se humedecían. Con cada libro que leía me sentía identificada, pero con este era todo distinto. Sentía las cosas de otra manera. Era profundo y causaba en mi algo inexplicable. Era la tercera vez que lo leía. Pero cada una de las lecturas era distinta, siempre encontraba algo diferente y creo que era eso lo que lo hacía especial.
Dejé el libro sobre la mesa otra vez. Podía ver como ya nadie pasaba por la puerta de mi casa. El sol ya había bajado, y la noche ya se estaba asomando por la ventana. Me levanté, llevé mi taza ya vacía a la cocina y la lavé. Miré el reloj, eran las siete y cuarto.
Hoy diecinueve de diciembre, cinco días para noche buena y yo aún no sabía que iba a hacer.






PEDRO
Me levanté exaltado por el semejante ruido que había afuera. Sin saber que sucedía miré el reloj. Siete y cuarto. Suspiré al saber que no era tarde, pero tampoco era temprano. Sacudí un poco la cabeza y noté lo empapado que estaba el almohadón debajo de mí. Prendí la televisión por el simple hecho de sentir una voz. El nerviosismo volvió, otra vez. Me dirigí a mi habitación y analicé otra vez la ropa que había elegido anteriormente. Volví al armario para buscar los zapatos, los tomé y los dejé junto a la cama. Fui al baño, me cepillé los dientes, volví a la habitación y me cambié. Me miré en el espejo, nada mal. Tomé el peine, cepillé mi pelo aún húmedo y me puse perfume. Ya estaba pronto, ahora eran las ocho. Quedaba una hora para que pasara Paula a buscarme. Creo que me había adelantado un poco, pero bueno, por lo menos ya estaba pronto si decidía pasar un poco antes.
Me senté otra vez en el sillón, por suerte había empezado una película, así la espera se haría más corta.

PAULA
Fui hasta mi habitación, dispuesta a ver qué ropa me ponía. Abrí mi ropero, enseguida cayeron algunas cajas que estaban en el mueble, lo que causo un fuerte golpe en mi cabeza. Las ordené nuevamente, en una de ellas había unos zapatos blancos hermosos, eran de mi madre, cuando se había casado. Sonreí y los volví a guardar. Miraba cada prenda buscando la adecuada, opté por un jean, una remera y unas chatitas, algo normal. Me cambié, me cepillé los dientes, me peiné y me senté a ver un poco de televisión. Miraba el reloj de mi muñeca cada dos minutos, quería ser puntual, y por otro lado estaba muy ansiosa.
Después de observar mi reloj por décima vez se hicieron las nueve menos veinte. Me levanté, agarré un abrigo, las llaves del auto y me fui. Al entrar al auto revisé el bolsillo de mi pantalón, saqué un papel arrugado y leí la dirección de Pedro. Era verdad vivía a nada más que 4 cuadras de mi casa. Prendí el auto y partí para su casa. Al llegar tomé mi celular y le mandé un mensaje, “estoy abajo”. El respondió con un “bajo”. Espere unos minutos allí, hasta que lo vi abriendo la puerta del edificio. Sonreí, él hizo lo mismo a penas me vio. Lo notaba nervioso, tenso. Al subir al auto me saludó con un beso en la mejilla. Le pregunté como estaba, a lo que cambió de tema completamente.
-¿Estás segura que no molesto?-dijo preocupado.
-Quedate tranquilo, está bien.
-No sé cómo se tomaron tus padres esto, digo cuando les dijiste que ibas a llevar a un desconocido a su casa- dijo riendo.
-Es que todavía no les dije-dije ya prendiendo el auto.
Pedro me miró sorprendido, noté como su nerviosismo se multiplicaba al doble.
Ambos quedamos en silencio, creo que también lo sorprendió el hecho de que ya no prendía el auto por etapas. Reí por adentro.
-¿Y donde viven tus padres?-dijo rompiendo el silencio.
-En Mármol.
Él asintió.
Otra vez quedamos en silencio, paré en el semáforo que ahora estaba en rojo. Notaba como pasaba sus manos por el pantalón tratando de calmarse.
-¿Estas nervioso?-dije sonriendo.
-No-me dijo inmediatamente.
-Tranquilo no nos vamos a casar-dije irónicamente.
-Todavía no-me dijo riendo.
Doble en la esquina y a mitad de cuadra estacioné el auto. Él me miró dudoso y abrió la puerta del auto. Noté como observaba la casa, mientras yo bajaba algunas bolsas del coche.
-¿Todo en orden?-dije riendo.
-Todo-contesto.
Toqué timbre y enseguida vino mi hermana a abrir. Me saludó a mí y a Pedro, aún sin preguntar quién era, supongo que por vergüenza. Enseguida se acercaron mis padres a saludar, a penas vieron a la visita me quedaron mirando con cara de preocupación. Tenía que presentarlo.
-Mamá, papá, él es Pedro, un amigo. Pedro ellos son Alejandra, Miguel y mi hermana Lucía-dije.
Ellos sonrieron.
-Nos tendrías que haber avisado, hubiéramos arreglado un poco la casa-dijo mi madre riéndose.
-Por mi está bien, no se preocupe-dijo Pedro.
Nos sentamos en el sillón. Mi hermano se había ido de viaje con la novia hacia 4 días, así que en casa estaban mi madre, mi padre y mi hermana solos.
Entre charlas y anécdotas se hicieron las diez de la noche. Pasamos a la mesa y mi madre comenzó a servir la cena. La química entre mi padre y Pedro era inexplicable. Hablaban de futbol, de política, de fotografía y de cualquier cosa que pasara por sus cabezas en ese momento. Me agradaba Pedro, su forma de ser. Mi madre, mi hermana y yo hablábamos de la novela de la tarde, riéndonos y comiendo un poco de arroz entre cada frase. Por un momento volví a mi pasado, mi familia feliz, sin peleas y sonriendo. Al finalizar la cena nos sentamos en el patio un rato. Mi madre lavaba los platos, mi hermana estaba en la computadora y mi padre en el baño. Estábamos los dos solos en el fondo de la casa. La noche era espectacular, el cielo estaba repleto de estrellas y había un lindo clima afuera.
-Tu familia es genial-me dijo mirando el cielo.
Sonreí.-Gracias.
-¿Por qué haces esto?-me dijo ahora mirándome a los ojos.
-¿Lo qué?-dije sin entender.
-Me invitas a la casa de tus padres y aún no sé ni el día de tu cumpleaños.
-Me pareces buena persona, es eso.
-¿Nada más?-dijo intrigado.
Iba a contestar a su pregunta, pero mi hermana interrumpió la charla. Nos mostró unas fotos de sus vacaciones, nosotros las mirábamos. Pedro analizaba cada fotografía, cada detalle de las mismas, claro, él era fotógrafo.
Después de un rato, le ofrecí a Pedro llevarlo a la casa. No me costaba nada, me quedaba de pasada. Ya en el auto Pedro volvió a repetir lo grandiosa que era mi familia. No tenía ni idea de sus mil defectos, a simple vista parecía la mejor familia del mundo, pero sin embargo por dentro estaban pasando el peor momento. Al llegar a su casa nos quedamos mirando unos segundos.
-Gracias-dije.
-¿Por qué?
-Por venir. No te das una idea de cuánto hacía que no veía a mi familia unida, riendo y hablando de todo un poco.
Él me sonrió otra vez. –Tenes una familia hermosa Paula. Me recuerda a la mía hace unos años atrás- me dijo.
Yo solo bajé la cabeza, tenía un nudo en el pecho que no me permitía contestarle. Tampoco encontraba las palabras justas para hablarle.
-Paula, aprovecha tu familia al máximo. Tienes a tu papá y a tu mamá, yo daría la vida para poder tenerla a mi madre conmigo. A pesar de las diferencias de cada uno, todos tienen muchas cualidades positivas-dijo.
Solo me acerqué a él y lo abracé, él respondió a mi abrazo.
-Tranquila, se que todo va a estar bien-dijo.
Me sequé algunas lágrimas que estaban empezando a salir de mis ojos. Respiré profundo.
-No te das una idea de lo que estoy sufriendo. A veces pienso en tirar todas las fotos que tengo que casa, porque al final me logran ponen peor. No sé cuando fue que pasó todo esto, mi familia se desarmó completamente. Cierro los ojos y lo único que se me ocurre pedirle a Dios es a alguien que me ame. Ya no siento el mismo amor de mi familia, ya no siento nada. Y hoy, la verdad que fue especial Pedro. Volví a aquellas cenas familiares que me hacían tan feliz.

Me detuve, por un minuto me puse a pensar que hacía allí. Hablando con alguien que casi ni conocía, abrazándolo y contándole mis problemas. Pero mi historia se parecía mucho a la de él. Pedro ya no era un desconocido, había algo más entre nosotros, algo distinto y diferente, algo especial. Lo podía sentir, sus ojos me transmitían paz y tranquilidad. Con él yo era distinta, cuando estaba con él todo se volvía mejor.

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